Planeta Freud

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En esta oportunidad ofrecemos una entrevista a Héctor Rúpolo. El psicoanalista nos habla de sus encuentros con Jorge Luis Borges y los efectos que esas conversaciones produjeron en él. También nos ofrece su lectura de las consecuencias que las sucesivas renuncias que realizó José de San Martín a distintos cargos, habrían ocasionado a la Argentina. Así mismo despliega sus concepciones y experiencia en torno a las perversiones y las posibles intervenciones desde la práctica psicoanalítica. Otro de los conceptos abordados será el de topología de la pseudoesfera, que el entrevistado articula en relación a las psicosis.


Emiliacueto – Por Emilia  Cueto
26-03-2010

– Usted mantuvo cuatro entrevistas con Jorge Luis Borges, ¿en qué circunstancias se produjeron esas conversaciones?

El cuento de BorgesGuayaquil” gira alrededor de una carta que se habría encontrado en Venezuela, que daría una respuesta a la enigmática entrevista en la cual San Martín y Bolívar estuvieron a solas en Guayaquil.

La primera reunión que tuve con Borges fue para que él me brindara la información de si la carta mencionada en su cuento era parte de una ficción o si aquella existió realmente.

Borges no me pudo contestar a esta pregunta. La respuesta la encontré tiempo después. En la misma época en que él escribía el cuento, se había encontrado una carta, lo cual fue ampliamente publicado en los diarios, dando cuenta de que allí había una respuesta respecto a la entrevista de Guayaquil.

Pero si uno estudia la correspondencia tanto de San Martín como de Bolívar, se encuentra que no es tan enigmático lo que sucedió en esa entrevista.

En realidad, se ha producido un desplazamiento de la enigmática renuncia de San Martín a proseguir su gesta libertadora hacia la entrevista que mantuvo con Bolívar.

Esta fue la primera circunstancia que me llevó a la reunión con Borges; reunión que estuvo dividida en 2 partes: la 1º, como acostumbraba a hacerlo el maestro, estaba centrada en el tema para el cual uno lo requería, y así fue como nos dedicamos a leer el cuento “Guayaquil”, puesto que él tenía mucho interés en volver a recrearlo, pues “ni los amigos le habían hablado de este cuento”.

En cuanto a la 2º parte, Borges me pidió si podía quedarme a la tarde, así entonces yo lo ayudaba a él. Estuvimos toda la tarde tratando de encontrar cuál era el primero de los 4 elementos: fuego, aire, tierra o agua.

Luego de buscar durante varias horas en su biblioteca, encontramos que el fuego era el primer elemento, según Empédocles; y entonces él tuvo la certeza de que el prólogo a “Los conjurados”, que estaba escribiendo, era correcto:

“A nadie puede maravillar que el 1º de los elementos, el fuego, no abunde en el libro de un hombre de 80 años”.

Las demás entrevistas con Borges fueron relativas a preguntas sobre otros ensayos que él había escrito.

– En relación con esos encuentros ha manifestado que, si bien se trataba de un escritor, el diálogo personal con él, para usted, funcionó como una experiencia analítica. ¿Podría situar qué fue lo que produjo ese efecto?

Esta pregunta me lleva a definir algo de la experiencia analítica; definición que, me adelanto a pensar, no va a contar con el acuerdo de algunos colegas. La experiencia analítica, si la reducimos a lo que es su núcleo: el acto, el acto psicoanalítico, no es anticipable ni previsible. Sólo se puede dar cuenta de él a posteriori.

En este sentido, podría decir que fueron para mí del orden del acto psicoanalítico tanto algunas de las entrevistas con Borges como otros encuentros con maestros, como Raúl Sciarreta, Enrique Pichón Rivière, Isidoro Vegh, Norberto Ferreyra y Jacques Lacan.

También podría incluir a otra gente que en su momento ha dicho algo que tuvo repercusiones en mí, no ya del orden del acto psicoanalítico, sino de una enseñanza: Astor Piazzolla (a quien conocí personalmente), Atahualpa Yupanqui, Claude Lévi-Strauss, etcétera. 

– En LOS BORDES NO TAN SIMPLES DE UNA CARTA, tomando como punto de partida un escrito de Borges, realiza una lectura psicoanalítica de las sucesivas renuncias a distintos cargos que realizó José de San Martín. Así, siguiendo a Lacan, plantea que habría cedido en su deseo, lo cual no sería sin consecuencias por tratarse de “El padre de la patria”. ¿Cuáles serían esas consecuencias?

Creo que las dos renuncias más determinantes de San Martín fueron las siguientes: por un lado, cuando abandonó la lucha en el Perú, y por otro, cuando fue a Montevideo para volver a Buenos Aires y se enteró de que Lavalle fusiló a Dorrego, luego de lo cual retornó a Europa.

Sólo él podía unificar a la Argentina, pues era el único al que respetaban todos los patriotas, estuvieran en un bando o en otro. Su retiro significó años de luchas intestinas entre caudillos, incluyendo la época de terror de Rosas.

La unificación de la Argentina como país recién se pudo lograr en la década de 1880. Así fue como San Martín, queriendo quedar exento de incluirse en la pelea entre connacionales, sin saberlo, extendió esa lucha por 60 años más. Él era el único que no sólo consensuaba el respeto de todos, sino que tenía el poder simbólico del padre. Por eso mi lectura es que su retiro de la escena nacional fue lamentable para nuestro país.

– En CLÍNICA PSICOANALÍTICA DE LAS PERVERSIONES plantea que la perversión puede ser abordada a través de la clínica psicoanalítica siguiendo la doble vertiente, señalada por Freud y desarrollada luego por Lacan, que tiene en cuenta la renegación y la aceptación de la castración en esta estructura. ¿Cuál sería la operatoria que desde el psicoanálisis se puede desplegar? 

Si bien Freud sentó las bases de la estructura de la perversión, sólo mediante una atenta lectura de lo que Lacan descubrió sobre dicha estructura es posible que la perversión sea perfectamente tratable por el psicoanálisis.

Se trata de lo que Lacan pone de manifiesto como el Goce del Otro. Si consideramos que el perverso ocupa el lugar de objeto “a” para el Otro, la inclusión del sujeto perverso en esa estructura que Lacan describe tan bien en su grafo sobre la perversión, en Kant con Sade”, brinda la posibilidad de acercarse al perverso por lo que en él es lo reprimido: el sujeto del deseo.

Dado que en su acto el perverso se transforma en el “a” del Otro, que él se dé cuenta de que su acto es para el Otro puede llegar a producir transformaciones, tal como he comprobado con algunos pacientes que se han analizado conmigo y que lo han experimentado. 

– ¿Cuál es la táctica y la estrategia puesta en juego en un análisis?

Esta pregunta es muy actual para mí, porque es un tema que estoy desarrollando.

Si la táctica responde a la pregunta sobre cómo debe hacerse determinado movimiento, la estrategia responde a la pregunta acerca del qué. Estos 2 términos, táctica y estrategia, se utilizan generalmente en la teoría de la guerra, pero también para el juego, como el ajedrez.

Es difícil pensar al movimiento analítico como una guerra, porque surge inmediatamente: ¿quién es el enemigo? Preferiría hablar de oponente. Evidentemente, el paciente no puede ser ni el enemigo ni el oponente, pero sí podemos encontrar, en la estructura del paciente, un oponente o un enemigo de la verdad del inconsciente, que es, sin duda, el Goce.

Tenemos que tratar, entonces, con un enemigo u oponente complicado, ya que cualquier cambio que introduzcamos en la economía del Goce será vivido por el paciente, sin saberlo, como un ataque.

Por lo tanto, la táctica que deviene de este estado de cosas es simple: el cómo se referirá siempre a respetar que el Goce puede desplazarse, pero no suprimirse.

Por su parte, el qué implica utilizar la estrategia por aproximación indirecta, nunca enfrentar al enemigo con todas las fuerzas en un mismo punto y de frente.

Es por eso por lo cual un análisis no puede ser pautado en un tiempo limitado a priori. No sabemos cuánto tiempo demandarán esta táctica y esta estrategia para lograr que el Goce parasitario se desplace hacia lugares que al sujeto le permitan utilizar su savoir faire avec le synthome, su saber-hacer con el síntoma.

– Al hablar de NEUROSIS, se promueven intervenciones que están claramente desestimadas cuando se trata de PSICOSIS. En el campo de las PERVERSIONES, ¿se podría decir que hay cierto tipo de intervenciones que favorecen un avance en la cura, mientras que otras la obstaculizan y hasta podrían estar francamente contraindicadas?, ¿por qué y cuáles?

En el caso de la neurosis, trabajamos con lo reprimido. Sin embargo, el Goce fantasmático es claramente lo que va a hacer oposición a nuestro trabajo. Esa es la tarea más difícil en un análisis de la neurosis, ya que en el fantasma neurótico, lo que toma el lugar del objeto “a” es la demanda del Otro.

Por eso, nuestro trabajo con un neurótico apuntará a esta demanda, y a cómo ella ha tomado el lugar de mando en su estructura.

Esto es totalmente diferente en la psicosis, ya que no tendremos la ayuda del inconsciente para acceder a la demanda del Otro, pues en la psicosis no hay inconsciente: hay Real; entonces, con un psicótico tendremos que hacer malabarismos para tratar a ese Real como si fuera el Inconsciente. El deseo del analista es el simbólico que se ofrece en un análisis a un psicótico.

En el caso del perverso, nuestro cuidado tiene que ser extremo respecto de la regulación del análisis, en el sentido de que el perverso no puede aceptar que la ley esté de nuestra parte, pues para él, nuestra operación analítica se transforma inmediatamente en una operación digitada por el Padre terrible o guiada por el capricho del Otro.

Esta regulación debe contemplar el tiempo que lleva que un perverso acepte, por lo menos en alguna parte, que la ley no la hizo ni el Otro del capricho materno ni el Padre terrible.  

– ¿Coincide con las postulaciones de Lacan, plasmadas por ejemplo en “Ideas directivas para un Congreso sobre la sexualidad femenina”, respecto de poner en duda la forma en que se ha pensado la perversión en la mujer?

Sí, completamente. Sólo haría la siguiente aclaración: se confunde muchas veces lo que dice Lacan respecto a que no existe el fetichismo en la mujer, con que no existe la perversión en la mujer. No es lo mismo. El fetichismo en la mujer no existe. En cambio, en el caso de la perversión en la mujer, encontramos siempre una figura oculta detrás de ésta: es un hombre, y generalmente se trata del padre idealizado, que a su vez es el gestor de dicha perversión.

– Siguiendo la expresión de Lacan en L’ETOURDIT: “Llamamos ‘heterosexual’, por definición, a aquel que ama a las mujeres, sea cual sea su propio sexo”, ¿en qué términos se podría hablar de homosexualidad femenina?

Aquí cabe hacer una distinción. Una cosa es que los heterosexuales (ya sea hombres o mujeres) amen a las mujeres; otra cosa es desearlas, que ya constituye una posición masculina. Hay homosexuales mujeres que no sólo aman a las mujeres, sino que también las desean, y al desearlas, se ubican del lado masculino de los esquemas cuánticos de la sexuación.  

– Al hablar de las PSICOSIS, recurre a la topología de la pseudoesfera, destacando el valor que esta tiene en la dirección de la cura. ¿Qué aportaría este recurso? 

PseudoesferaLuego de haber producido dicho escrito, pude verificar el aporte de tal recurso en la clínica, sobre todo, en los tiempos en los cuales dicha pseudoesfera se va invaginando para poder transformarse en una superficie de Boy.

No puedo dejar de mencionar la oposición que hubo por parte de algunos analistas franceses a tomar en cuenta esta topología, por aferrarse a una posición dogmática según la cual la estructura del sujeto es aesférica.

Siempre nos encontramos con ese dogmatismo cuando queremos llevar un poco más allá lo que formuló Lacan; pero he encontrado, no sin satisfacción, que la propuesta de la pseudoesfera coincide en parte con la figura topológica que Lacan guarda para el objeto “a” en la oralidad.

– En relación con la transferencia en las PSICOSIS, refiere que “se trata de un tipo de relación que podríamos designar con un término de tradición aristotélica: la amistad”, ¿qué diferencias –o no– encuentra con la formulación de Lacan de que en las psicosis, el lugar del analista en la transferencia sería el de “secretario del alienado”?

El problema no es con los términos que Lacan formuló, sino con la praxis que se engendra a posteriori de él. Algunos que se plantean como secretarios pasan fácilmente a la categoría de amos y confunden lo que es la posición del analista en la psicosis (que consiste en hacer preguntas y sugerencias, siempre tomando en cuenta lo que el paciente quiere) con dar órdenes o inventar operaciones complicadas en las cuales el deseo, no del analista, sino de la persona del analista, se implica de tal manera que resulta contraproducente para el paciente, en una operación que no vacilo en calificar de iatrogénica.

– En CLÍNICA PSICOANALÍTICA DE LAS PSICOSIS, expresa: “Consideramos que el psicoanálisis no puede operar frente a la locura. Si el paciente psicótico está loco, tendremos que esperar la remisión de ese estado para abordar un tratamiento psicoanalítico…”. ¿Cuál será el lugar de quien condujo la cura, entonces, en esos momentos?

Todo depende de si el paciente está comenzando un análisis o si éste ya se encuentra establecido. Cuando me referí en ese texto a la locura inoperable mediante un análisis, faltó detallar las condiciones en las cuales esto sucede; vale decir, por un lado, en el caso de un comienzo de un análisis, y por otro lado, en ciertas fases en las cuales no se ha establecido la transferencia de la cual es capaz el paciente psicótico.

En mi experiencia, ha habido tratamientos en los cuales se ha avanzado en la transferencia, por lo que el analista puede seguir operando y dirigiendo la cura, con la asistencia farmacológica de un psiquiatra al paciente en brote.  

– En nombre de elSigma le agradezco su disponibilidad a participar en este espacio, lo cual nos ha permitido desplegar un poco más su pensamiento y experiencia.

Rupolo

Héctor Carlos Rupolo,  es psicoanalista, miembro y fundador de Triempo, Institución Psicoanalítica, perteneciente a Convergencia, Movimiento Lacaniano por el Psicoanálisis Freudiano. Entre sus libros publicados se encuentran: Clínica psicoanalítica de las Psicosis, Lugar Editorial, Buenos Aires (2000); Clínica psicoanalítica de las perversiones, (Semiescrito 1) y Los bordes no tan simples de una carta (Semiescrito 2), ambos por Ediciones NACAL.

Algunas consideraciones acerca del lenguaje en el psicoanálisis

Fabián Becerra-Fuquen *

Lacan - Freud - Psikeba

Resumen

El presente trabajo expone algunas consideraciones que permiten comprender el desarrollo del lenguaje en el psicoanálisis. Se parte de Freud con el uso de la palabra como elemento que evidencia un contenido que excede a la consciencia, por otro lado el concepto de representación y su relación con la imagen acústica en Saussure, y por último el trabajo del sueño que establece el punto de encuentro entre Freud y Lacan respecto a la comprensión del lenguaje.

Palabras claves: Palabra, representación, sueño, condensación, desplazamiento, metáfora y metonimia.

Algunas consideraciones acerca del lenguaje en el psicoanálisis

La Palabra.

La cuestión del lenguaje no sólo se presenta como una preocupación para la lingüística, es una cuestión que interviene donde el sujeto es por fin cuestionado.  Pues es éste un asunto que atañe a todo hombre en tanto que habla y sueña.

La cuestión del lenguaje se presenta en todas las ciencias, no sólo en las humanas, sociales o conjeturales sino también en las naturales o exactas y, si se las admite, en las formales. (…)

Pero esta afirmación de índole general adquiere particular relevancia y hasta dramatismo cuando se trata de discutir los modos en que el lenguaje se presentifica en el psicoanálisis. (Braunstein, 1982:7). 

Pues, no es menos alarmante para el psicoanálisis dicha cuestión, desde Freud se evidenciaban elementos que daban cuenta de tal preocupación.

Fue a partir del uso y el ejercicio de la palabra  –comprendida por Freud a partir de la psicología como: unidad de función del lenguaje– [1], que se inaugura esta disciplina.

Desde Freud, la palabra no sólo ha sido el elemento que permite evidenciar los conflictos internos del sujeto, sus pulsiones y material reprimido, sino permite establecer una dirección en la cura, dando lugar a la experiencia analítica y la ética que la rige, a partir de lo que él llamó asociación libre, evidenciando los efectos de la palabra en el sujeto.

Por tanto, la palabra es el elemento representativo del psicoanálisis, pues, “¿cómo un psicoanalista de hoy no se sentirá llegado a eso, a tocar la palabra, cuando su experiencia recibe de ella su instrumento, su marco, su material y hasta el ruido de fondo de sus incertidumbres? (Lacan, 1984 c:474).

El punto central del psicoanálisis, no reside en otra cosa que en la palabra (bajo transferencia), y desviarse de este principio permitir que se disipe lo inconsciente, en realidad lo inconsciente no hay que buscarlo en otro lado diferente, sólo hay que seguirlo al pie de la letra [2].

Ahora bien, la palabra como lenguaje (según la definición lingüística del término) no es sólo el elemento que establece al psicoanálisis, si no a su vez, es por medio de aquella que se evidencia algo de mayor envergadura, de mayor trascendencia en el sujeto; se trata de algo que incurre fuera del alcance de la conciencia.

Pues, fue por la necesidad de explicar los procesos y fenómenos psíquicos que excedían con mucho a la conciencia, con los que Freud se encontraba en su práctica, y al ver que su continuidad no podía ser referida a partir de explicaciones fisiológicas y neurológicas, tuvo lugar su teoría, evidenciando que los procesos anímicos contienen un lenguaje, que eran afirmados por una serie de contenidos que aparecían a través de excesos en las palabras de sus pacientes, y recibía el nombre de lo inconsciente (Unbewusst).

Desde muchos ángulos se nos impugna el derecho a suponer algo anímico inconsciente y a trabajar científicamente con ese supuesto. En contra, podemos aducir que el supuesto de lo inconsciente es necesario y es legítimo, y que poseemos numerosas pruebas a favor de la existencia de lo inconsciente.

Es necesario, porque los datos de la consciencia son en alto grado lagunosos; en sanos y en enfermos aparecen a menudo actos psíquicos cuya explicación presupone otros actos de los que, empero, la conciencia no es testigo.

Tales actos no son sólo las acciones fallidas y los sueños de los sanosni aún todo lo que llamamos síntomas psíquicos y fenómenos obsesivos en los enfermos; por nuestra experiencia cotidiana, más personal, estamos familiarizados con ocurrencias cuyo origen desconocemos y con resultados de pensamiento cuyo trámite se nos oculta. (…) [A esto] ninguna idea fisiológica, ningún proceso químico pueden hacernos vislumbrar su esencia. (Freud, 1992a. Pp.163-164). 

De lo anterior, Freud alude un importante dinamismo que determina la relación inconsciente entre el contenido que se oculta excediendo siempre a la conciencia y el contenido que se evidencia haciéndose consciente, por lo cual, se trata de un lenguaje que supera a la palabra misma y en cuanto que la palabra es superada puede tratarse de Otro-lenguaje, probablemente uno sin palabras, sin conciencia, esto se verá reafirmado por Lacan (1984c): +

“se da a entender que más allá de esa palabra, es toda la estructura del lenguaje lo que la experiencia psicoanalítica descubre en el inconsciente” (p.474).  

La Representación.

Por lo pronto, Freud muestra que el contenido que incurre en lo inconsciente a partir del principio de la represión es de carácter  representativo, es decir, que si bien el contenido de un evento de tipo traumático para el sujeto deviene siempre el afecto con su representación, se establece una separación entre uno y el otro, lo que “conduce a describir un destino diferente para cada uno de estos elementos, y a considerar la acción de procesos distintos: la representación es reprimida y el afecto suprimido” (Laplanche, Jean. & Pontalis, Jean-Bertrand, 1987:368). A lo que se añade en palabras de Freud (1992b): “no hay por tanto afectos inconscientes como hay representaciones inconscientes.” (p.174).  Ahora bien, dicho contenido de representación en lo inconsciente puede ser evidenciado al momento de pensar en la pulsión tal como Freud (1992b) lo subraya:

Una pulsión nunca puede pasar a ser objeto de la conciencia; sólo puede serlo la representación que es su representante. Ahora bien, tampoco en el interior de lo inconsciente puede estar representada si no es por la representación. Si la pulsión no se adhiriera a una representación, ni saliera a la luz como un estado afectivo, nada podríamos saber de ella. (p.173).

Al llegar aquí, es útil pensar el concepto clásico de representación tomado por Freud de la palabra alemana Vorstellung, que designa “<<lo que uno se representa, lo que forma el contenido concreto de un acto de pensamiento>> y <<especialmente la producción de una percepción anterior>>.”  (Laplanche, Jean. & Pontalis, Jean-Bertrand, 1987:367).

Sin embargo, Freud, si bien mantiene la misma acepción del término alemán, hace un uso de él diferente, por lo cual “la representación sería más bien, aquello que, del objeto, viene a inscribirse en los sistemas mnémicos, (…) [y estos] más que una <<débil impresión>> que guarda una relación de similitud con el objeto, [es] un signo siempre coordinado con otros y que no va ligado a una cualidad sensorial” (Laplanche, Jean. & Pontalis, Jean-Bertrand, 1987:367), por lo cual se podría pensar en una especie de relación lingüística incluido en un sistema que incurre en lo inconsciente, ya que, al parecer, en lo inconsciente además de Ello, hay puras representaciones.

Ahora, si se atiende a la relación que pueda tener el término representación con el de imagen acústica o significante, que compone el signo lingüístico, expuesto en el Curso de lingüística general de Ferdinand de Saussure, podríamos ver algunas semejanzas:

La imagen acústica no es el sonido material,  cosa puramente física, sino su huella psíquica, la representación que de él nos da el testimonio de nuestros sentidos. (…) La imagen acústica es, por excelencia, la representación natural de la palabra, en cuanto hecho de lengua virtual, fuera de toda relación por el habla. (De Saussure, 1945: 128).

Se observa entonces, algunos puntos en común y de divergencia, como es el caso de que los dos son de carácter psíquico, sin embargo, mientras uno advierte un elemento psíquico inconsciente, el otro uno psíquico consciente, pues, la representación en Freud da muestra de aquello que del objeto se inscribe en el sistema mnémico, como un contenido reprimido, meramente inconsciente, mientras la imagen acústica o significante en Saussure, es la representación de la palabra, es decir, la huella psíquica que permanece del objeto, que advierte un contenido social de convención, que se inscribe en la consciencia,de igual manera ambos advierten la cualidad de signo (inclusive, subraya Jacques Lacan, que lo que adquiere en realidad es la estructura de signo), pues, como enuncia Freud, es un singo  siempre coordinado con otro, por ello, su aprehensión es posible a partir de la palabra, (lapsus, chistes, actos fallidos, relatos del sueños, etc), evidenciando, una asociación entre elementos que logran simbolizar lo inconsciente, tal como ocurre en la asociación libre, por otra parte, la imagen acústica o significante, cobra sentido en su relación con el concepto o significado, que es la idea que se tiene sobre el objeto, y éste a su vez cobra sentido en su relación con la imagen acústica o significante, por tanto se establece una relación reciproca entre estos elementos, permitiendo formar el signo lingüístico en Ferdinand de Saussure.

Cabe aclarar, que la anterior relación es una coincidencia, pues, para entonces Freud no conocía los postulados del lingüista Suizo, sin embargo, no por ello, se puede ocultar que si bien, estos términos no son en su totalidad análogos, sí se advierte algunas implicaciones importantes que toman mayor especificidad en los postulados de Jacques Lacan, debido a que Lacan establece un revés del signo lingüístico, enunciando la primacía del significante sobre el significado, como elemento que se inscribe en lo inconsciente, pues, al respecto Lacan (1985) reafirma diciendo:

“El inconsciente, a partir de Freud, es una cadena de significantes que en algún sitio, se repite e insiste para interferir en los cortes que le ofrece el discurso efectivo y la cogitación que él informa.” (p.779).       

La condensación y el desplazamiento en el sueño.

Ahora, es bien sabido que es a través del estudio de los sueños donde Freud descubre los mecanismos que rigen el funcionamiento de lo inconsciente: la condensación y el desplazamiento, ya que, en el sueño se advierte una diferencia entre el contenido y el pensamiento del sueño, es decir, entre lo manifiesto y lo latente.

“Pensamiento del sueño y contenido del sueño se nos presentan como dos figuraciones del mismo contenido en dos lenguajes diferentes.” (Freud, 1901:285), por tanto,  se evidencia una serie de contenidos que advierten una especie de símbolos que aparecen como indescifrables, y por tanto, advierten un contenido oscuro, más bien velado, que permite que tenga lugar el trabajo de su interpretación, la Traumdeutung (interpretación de los sueños) en el dispositivo analítico, pero de lo que se trata no es de descifrar directamente la imagen del soñante, pues, la totalidad de la imagen es por si misma ilógica en el sueño, y por tanto aparece como carente de sentido, por otra parte, “las palabras que así se combinan ya no carecen de sentido, sino que pueden dar por resultado la más bella y significativa sentencia poética” (Freud, 1991:286), por tanto, lo que interesa son los decires del soñante con respecto a su sueño. “En esta dirección que estamos exponiendo es licito decir que el sueño es su totalidad, al igual que el síntoma histérico, procede de lo que Freud dio en llamar ‘simbolización’. Podemos pues afirmar que soñar es imaginarizar el símbolo, y que contar el sueño es simbolizar la imagen.” (Saal, 1982:32), por tanto, el sueño advierte elementos del lenguaje, simplemente por el hecho de tratarse de elementos mediados por representaciones simbólicas donde se evidencia el deseo, pues, hay que recordar que los sueños son la manifestación de éstos.   

De esta forma, se presenta en el trabajo del sueño los mecanismos de la condensación y el desplazamiento, ya que existe una gran diferencia entre lo manifiesto y lo latente, por lo cual, en primera instancia “la condensación onírica es una notable relación entre pensamientos oníricos y contenido del sueño” (Freud, 1901:302), ya que se evidencia, cómo una parte del contenido manifiesto del sueño puede advertir a partir de asociaciones que hace el soñante, un contenido más basto que se encuentra en el pensamiento latente del sueño, por tanto, la condensación se da, cuando “una representación única, representa por si sola varias cadenas asociativas” (Laplanche, 1987:76), es decir, una imagen del sueño advierte varias ideas o significados. Por otro lado, “cuando en un proceso psíquico de la vida normal hallamos que una representación ha sido privilegiada sobre otras, adquiriendo particular vivacidad para la conciencia, solemos ver en este resultado la prueba de que a la representación triunfante le corresponde una valencia psíquica particularmente elevada (un cierto grado de interés)” (Freud, 1901:312), quiere decir esto, que dicha representación que aparece como representante advierte un valor por si misma, sin embargo, no evidencia manifiestamente su sentido con el contenido latente, como si estuviera desprendido de su contexto y no tuviese nexo alguno con el real sentido del sueño, “por eso tales sueños nos dejan la justificada impresión de estar «desplazados» {Descentrados}” (Freud, 1901:311), no existe una línea vertical de sentido entre uno y el otro, por tanto, se desplaza el sentido a otros elementos, pudiendo aparecer en manifestaciones desapercibidas del sueño como representantes del contenido latente, por ello, lo que actúa, es el mecanismo del desplazamiento, ya que éste “consiste en que el acento, el interés, la intensidad, de una representación puede desprenderse de ésta para pasar a otras representaciones originalmente poco intensas, aunque ligadas a la primera por una cadena asociativa.” (Laplanche, 1987:98).

Entonces, se puede concluir, que en lo inconsciente incurre una serie de sistemas de representaciones, y éste sistema alude a un orden u organización sobre una relación de signos que determinan dicho contenido hecho de representaciones. Siendo de esta manera una relación de lenguaje en lo inconsciente, donde estos contenidos se manifiestan como una especie de mensaje a descifrar, debido a que en el sueño se advierte lo particular del signo, como un elemento donde se condensan y desplazan varios sentidos, debido a que se encuentran inmersos en un lenguaje inconsciente hecho de representaciones y otro lenguaje consciente hecho de palabras, sin embargo, en realidad tales lenguajes, no se trata de otra cosa, que de la misma cara de la moneda.

En este caso, como en el de las otras formaciones del inconsciente, Freud interpela de entrada al sueño en referencia a un sistema de elementos significantes análogos a los elementos significantes del lenguaje. Freud nos convoca inevitablemente a ese orden del lenguaje a partir del momento en que el principio de investigación del inconsciente queda suspendido constantemente al flujo de las cadenas asociativas que, al no ser otra cosa que cadenas de pensamientos, nos conducen incesantemente a cadenas de palabras. (Dor, 2000:22).  

De esta forma, se observa cómo desde Freud, se puede pensar si no en una relación consustancial, si en una relación coextensiva entre el sistema o estructura de lo inconsciente con el sistema o estructura del lenguaje, asemejándose a la determinación lingüística del término.     

La metáfora y la metonimia en el sueño.       

Jacques Lacan advierte una serie de incidencias con respecto a la inclusión del lenguaje en la comprensión de lo inconsciente, y lo plantea en lo que él denomina el retorno a Freud, en su continuo énfasis del retornar al real sentido de lo inconsciente freudiano, pues, “se trata de situar de entrada lo que pertenece sin equivoco a una practica auténticamente psicoanalítica con respecto a otros procedimientos de investigación del inconsciente que, aunque pretenden situarse dentro del psicoanálisis, parecen haber perdido por completo ese sentido”. (Dor, 2000:17).

Por tanto, lo que se encuentra en el desarrollo teórico de Lacan, es una restauración de la particularidad freudiana de la comprensión de lo inconsciente bajo el aforismo que actúa como entrada al retorno a Freud y rige su corpus teoricus: El inconsciente está estructurado como un lenguaje. (Lacan, 1984). Su enseñanza es el desarrollo de esta hipótesis hasta sus últimas consecuencias, y tiene sus inicios en los estudios sobre el sueño de la teoría freudiana, pues, “la estructura del lenguaje que hace posible la operación de la lectura, esta en el principio de la significancia del sueño, de la Traumdeutung” (Lacan, 1985:490).

Ya se ha concluido en los anteriores apartados, que en los sueños, el contenido manifiesto en realidad no es más que un disfraz del contenido real, es decir, que las manifestaciones psíquicas “tienen en común la facultad de significar otra cosa que lo que significan inmediatamente” (Dor, 2000:22). Por tanto se perfila la idea de que el sueño es un discurso disfrazado, encubierto, condensado, desplazado el cual el sujeto no logra descifrar si no es con la ayuda del proceso asociativo de la palabra.

Lo particular en Lacan, es que además de apreciar, le concede gran importancia a aquellas características del lenguaje que posee el sueño, estableciendo su analogía a partir de los mecanismos de la condensación y el desplazamiento con los de la metáfora y la metonimia:

La Verdichtung, condensación, es la estructura de sobreimposición de los significantes donde toma su campo la metáfora, y cuyo nombre, por condensar en si mismo la Dichtung, indica la connaturalidad del mecanismo de la poesía, hasta el punto de que envuelve la función propiamente tradicional de ésta. (…) La Verschiebung o desplazamiento es, más cerca del término alemán, ese viraje de la significación que la metonimia demuestra y que, desde su aparición en Freud, se presenta como el medio del inconsciente más apropiado para burlar a la censura. (Lacan, 1984:491).

Así, la metáfora y la metonimia, son comprendidas por Lacan a partir de los trabajos del lingüista ruso Roman Jakobson, quien establece una oposición entre una y la otra, y son comprendidos por Lacan (1985), para el caso de la metáfora como la sustitución de un significante por otro:

La chispa creadora de la metáfora no brota por poner en presencia dos imágenes, es decir dos significantes igualmente actualizados. Brota entre dos significantes de los cuales uno se ha sustituido al otro tomando su lugar en la cadena significante, mientras el significante oculto sigue presente por su conexión (metonímica) con el resto de la cadena. (p.487).

Por lo cual, ocurre que un elemento, es decir, un significante representa varias cadenas asociativas (condensación), determinando un efecto que sólo es posible en la metáfora: el efecto de significación. Ahora, Lacan advierte que, así como el desplazamiento es anterior a la condensación, ocurre lo mismo con la metáfora y la metonimia, por tanto, si es posible la resolución metafórica, es por la acción de la metonimia, debido a que este proceso mantiene una coordinación entre significantes en la cadena, pues, en ésta ocurre una acción de contigüidad entre significantes y su forma de relacionarse,  ya no es la sustitución de uno por el otro, sino su relación en el tiempo dentro de una cadena significante, pero con el resultado de una resistencia de significación,  por tanto, lo que ocurre es un desplazamiento de sentido, de un significante a otro sin producir algún significado nuevo, es por ello, que el significado sólo es producto del proceso metafórico, que es donde se lleva a cabo la transferencia del significado.

De lo anterior se concluye que la metáfora y la metonimia constituyen el modo de producción de la significación, por lo cual, el sueño no seria otra cosa que una metáfora del símbolo, con lo que se confirma una vez más que el trabajo del sueño y por tanto de lo inconsciente sigue las leyes del significante.

Fabián Becerra-Fuquen

 

Notas.

[1]. Para la psicología, la unidad de función del lenguaje es la <<palabra>>: una representación compleja que se demuestra compuesta por elementos acústicos, visuales y kinestésicos. Ver: Freud, Sigmund. (1992). Apéndice C. Palabra y cosa. [Lo inconsciente (1915)]. En: Obras completas. Vol. 14. (1914-16). Buenos Aires, Argentina: Amorrortu editores, p. 207.

[2]. “Designamos como letra ese soporte material que el discurso concreto toma del lenguaje”. Véase: Lacan, Jacques. (1984). La instancia de la letra en el inconsciente y la razón desde Freud. En: Escritos I. México: siglo XXI editores.

 

Referencias.

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Laplanche, Jean. & Pontalis, Jean-Bertrand. (1987). Diccionariode psicoanálisis. Barcelona, España: Labor.

Saal, Frida. (1982). El lenguaje en la obra de Freud. En: El lenguaje y el inconsciente freudiano. México D.F., México: Siglo XXI.

[*] Psicólogo, Universidad Autónoma de Bucaramanga (UNAB). Fundador y miembro del semillero de investigación: Sujeto y Psicoanálisis, de la UNAB. Estudiante de Filosofía de la Universidad Industrial de Santander (UIS). Correo electrónico: fabian.bfuquen@gmail.com

1. CONCEPTOS GENERALES

El término «psicoanálisis» se refiere a una disciplina fundada por Sigmund Freud, en la cual se pueden distinguir tres niveles:

    a) es un método de investigación de lo psíquico;

    b) es un método psicoterápico basado en esa investigación; y

    c) es un conjunto de teorías psicológicas y psicopatológicas derivadas de los datos aportados por el método de investigación y por el método psicoterapéutico (Laplanche, 316).

Aquí nos interesará solamente el segundo sentido, vinculado con la cura psicoanalítica.

La cura psicoanalítica es una de las muchas formas de psicoterapia existentes. Definamos entonces psicoterapia, y a continuación especifiquemos su enfoque psicoanalítico.

PSICOTERAPIA:

a) En sentido amplio, es todo método de tratamiento de los desórdenes psíquicos o corporales que utilice medios psicológicos y, de manera más precisa, la relación del terapeuta con el enfermo: hipnosis, sugestión, reeducación psicológica, persuasión, etc.; en este sentido, el psicoanálisis es una forma de psicoterapia (Laplanche, 324).

b) En sentido más estricto, a menudo se opone el psicoanálisis a las diversas formas de psicoterapia, por diversas razones, especialmente: la función primordial que en él desempeña la interpretación del conflicto inconsciente y el análisis de la transferencia, que tiende a su resolución.

c) Con el nombre de PSICOTERAPIA ANALITICA se designa una forma de psicoterapia basada en los principios teóricos y técnicos del psicoanálisis, aunque sin realizar las condiciones de una cura psicoanalítica rigurosa (Laplanche, 324).

Este último párrafo de Laplanche nos sugiere explícitamente la existencia de dos modalidades de tratamiento: por un lado la forma ortodoxa propuesta por Sigmund Freud, que aquí estamos llamando cura psicoanalítica; por el otro lado, una forma heterodoxa designada por Laplanche y por Kaplan como psicoterapia psicoanalítica donde, por ejemplo, la transferencia no se centra necesariamente en el analista, donde el diván no es indispensable, donde se pone más énfasis en la discusión que en la libre asociación, donde se buscan resolver conflictos específicos más que reorganizar la estructura mental del paciente, etc. (Kaplan, 620).

Autores como Rycroft prefieren el término «psicoterapia de orientación psicoanalítica» para designar las formas de la psicoterapia que utilizan la teoría freudiana en combinación con otras técnicas (Rycroft, 94), y el término «técnica analítica clásica» para designar la formulación ortodoxa del tratamiento (Rycroft, 111).

Como la presente Guía se refiere al pensamiento freudiano, en lo que sigue describiremos especialmente la cura psicoanalítica ortodoxa, tal como la planteó Freud.

CURA PSICOANALITICA: El psicoanálisis es un método psicoterapéutico caracterizado por la interpretación controlada de la resistencia, la transferencia y el deseo. En este sentido se usa la palabra ‘psicoanálisis’ como sinónimo de ‘cura psicoanalítica’. Ejemplo: emprender un psicoanálisis (o un análisis) (Laplanche, 316).


2. RESEÑA HISTORICA DE LA CURA PSICOANALíTICA

Entre 1880 y 1898 podemos ubicar los cambios más importantes en cuanto a los métodos de cura propuestos por Freud. En ese lapso de tiempo podemos distinguir a grandes rasgos, tres etapas: hipnosis, apremio y asociación libre.

Así, señala Laplanche que Freud describió en varias ocasiones el camino que le condujo desde la hipnosis, pasando por la sugestión, al establecimiento de la regla fundamental fundada en la asociación libre (Laplanche, 355).

Aquí preferiremos, para la segunda etapa, la denominación ‘apremio’ que es más específica, ya que ‘sugestión’ suele tener un significado amplio, abarcador de los otros dos métodos: la hipnosis y la asociación libre tienen un componente de sugestión.

En suma: originalmente al paciente se lo hipnotizaba, después se buscó apremiarlo, y finalmente se lo invitaba a asociar libremente. Este último método fue el definitivo, y el que explicaremos luego con el nombre de cura psicoanalítica.

a) Primera etapa.- La primera etapa implicó usar algunos procedimientos curativos, especialmente bajo hipnosis: la sugestión post-hipnótica y la catarsis. En un primer momento Freud y otros utilizaron la llamada contrasugestión (Wyss, 17) o lo que también se llama sugestión post-hipnótica: sugerir al paciente bajo hipnosis que luego, al despertar, ya no tendría más trastornos o que el síntoma no existía (Laplanche, 429).

HIPNOTISMO: Proceso de poner a una persona en estado de trance, durante el cual está despierta pero sufriendo un empobrecimiento de su facultad crítica y sometida a ‘sugestión hipnótica’ (Rycroft, 62). A su vez, definamos trance:

TRANCE: Estado de disociación que ocurre en los pacientes bajo hipnosis y en los médiums. Estados semejantes al trance ocurren en la histeria, aunque en tal caso se habla por lo común de ataques, accesos o estados oníricos. La característica común a todos esos estados es que alguna parte del yo está fuera de acción, de modo tal que el sujeto tanto somete su voluntad a otra, como actúa sobre la base de deseos y fantasías que de otro modo serían inhibidos (Rycroft, 115).

Los estados hipnóticos pueden ser inducidos por sustancias, y al respecto, definamos hipnoanálisis y narcoanálisis, dos procedimientos que no corresponden estrictamente a esta primera etapa de la historia de la cura psicoanalítica, pero que tienen cierta semejanza con los métodos que por entonces usaron Breuer y Freud:

HIPNOANALISIS: Forma de psicoterapia donde el paciente entra el sopor por sedantes que se administran antes de la sesión terapéutica. Las razones de tal tratamiento se basan en la idea de que la somnolencia del paciente reducirá la resistencia y lo hará más receptivo a las interpretaciones y sugerencias del terapeuta (Rycroft, 62).

NARCOANALISIS: Forma de psicoterapia donde el paciente recibe interpretaciones mientras está bajo la influencia de una droga hipnótica (Rycroft, 79). El narcoanálisis, utilizado principalmente en las neurosis traumáticas, persigue ante todo producir una catarsis. Mediante la administración de fármacos, se consiguen efectos parecidos a los que Breuer y Freud obtenían mediante hipnosis (Laplanche, 429/430).

En un segundo momento, Breuer y Freud utilizaron la llamada terapia catártica o método catártico:

TERAPIA CATARTICA: O método catártico. Método de psicoterapia donde el efecto terapéutico buscado consiste en una ‘purga’ o CATARSIS, una descarga adecuada de los afectos patógenos. El procedimiento permite al sujeto evocar e incluso revivir los acontecimientos traumáticos a los que están ligados dichos afectos y lograr la abreacción de estos. Históricamente, este método pertenece al periodo 18801895, donde se va creando progresivamente la terapéutica psicoanalítica a partir de los tratamientos hechos bajo hipnosis (Laplanche, 428).

La catarsis resulta de una abreacción:

ABREACCION: Descarga emocional por medio de la cual un individuo se libera del afecto ligado al recuerdo de un acontecimiento traumático, lo que evita que éste se convierta en patógeno o siga siéndolo. La abreacción puede ser provocada en el curso de la psicoterapia, especialmente bajo hipnosis, dando lugar a una catarsis; pero también puede producirse en forma espontánea, separada del trauma inicial por un intervalo más o menos prolongado (Laplanche, 1).

En los primeros días del psicoanálisis, se sostenía que la abreacción era terapéutica en sí misma, al margen de si el paciente entendía o no el significado de la experiencia reprimida (Rycroft, 27).

De acuerdo a Wyss, tres razones obligaron a Freud a abandonar estos procedimientos:

a) No atacaban la causa sino sólo el síntoma. De hecho, el síntoma podía reaparecer bajo nuevo aspecto.

b) No todos los pacientes eran hipnotizables, por lo que se requería un nuevo método aplicable a estos últimos.

c) Bajo hipnosis no podía tener lugar ni la resistencia ni la transferencia, factores que Freud poco a poco fue juzgando fundamentales para la cura.

b) 2º etapa.- Una 2º etapa, breve, fue el método del apremio: Freud colocaba la mano sobre la frente del paciente -sin hipnosis- y lo apremiaba a recordar el elemento patógeno. Las tremendas resistencias que encontró en sus pacientes lo obligó a pasar a una tercera etapa (Laplanche, 429), la asociación libre, con lo cual la búsqueda insistente del factor patógeno cedió finalmente su puesto a la expresión espontánea del paciente (Laplanche, 35).

c) 3º etapa.- La asociación libre surgió progresivamente entre 1892 y 1898. El paciente ya no era conminado a recordar el elemento patógeno sino que se lo invitaba a decir lo que se le ocurriera. A partir de estas ocurrencias se podía finalmente explorar el material reprimido.

Surge así la cura psicoanalítica, donde la asociación libre no es el único concepto importante: figuran también la neutralidad del analista, la resistencia, la transferencia, la contratransferencia, la interpretación, la construcción y la elaboración.

3 ESTRUCTURA DE LA CURA PSICOANALITICA

Muy esquemáticamente, la cura psicoanalítica se ha de producir en el contexto de una relación interpersonal entre analista y paciente, donde cada uno debe cumplir ciertas reglas: el analista debe ser neutral y el paciente debe asociar libremente.

Establecidas esas condiciones, se habrán de producir una serie de fenómenos: resistencia y transferencia en el paciente, contratransferencia en el analista, todo lo cual procurará material para interpretar y hacer construcciones. Estas son comunicadas al paciente, quien comienza un trabajo elaborativo que lo conducirá a la cura (esquema 9.1). Definamos todos estos conceptos.

NEUTRALIDAD: Una de las cualidades que definen la actitud del analista durante la cura. El analista debe ser neutral en cuanto a valores religiosos, morales y sociales, es decir, no dirigir la cura en función de un ideal cualquiera, y abstenerse de todo consejo; neutral con respecto a las manifestaciones transferenciales, lo que habitualmente se expresa por la fórmula «no entrar en el juego del paciente»; por último, neutral en cuanto al discurso del analizado, o sea no conceder a priori una importancia preferente, en virtud de prejuicios teóricos, a un determinado fragmento o a un determinado tipo de significaciones (Laplanche, 256).

La neutralidad respecto de lo transferencial está prescripta por la regla de la abstinencia:

ABSTINENCIA: (regla o principio de la): Principio según el cual la cura psicoanalítica debe ser dirigida de tal forma que el paciente encuentre el mínimo posible de satisfacciones sustitutivas de sus síntomas. Para el analista, ello implica la norma de no satisfacer sus demandas ni desempeñar papeles que el paciente tienda a imponerle. El principio de abstinencia puede, en algunos casos y el ciertos momentos de la cura, concretarse en consignas relativas a los comportamientos repetitivos del paciente que entorpecen la labor de rememoración y elaboración (Laplanche, 3).

Desde lo económico, el analista debe evitar que la libido liberada por la cura recatectice inmediatamente objetos externos: en lo posible deben transferirse a la situación analítica, a lo transferencial, pero se rechaza toda descarga que no sea expresión verbal.

Desde lo dinámico, el poder de la cura se basa en la existencia de un sufrimiento por frustración, que disminuye cuando los síntomas son reemplazados por conductas más satisfactorias (Laplanche,

3). Definamos frustración:

FRUSTRACION: Condición del sujeto que ve rehusada o se rehúsa la satisfacción de una demanda pulsional (Laplanche, 166). Desde el punto de vista de la cura, el sujeto ve rehusada aquella satisfacción por parte del analista (Laplanche, 167).

En 1915, Freud indicaba que «el tratamiento debe ser llevado a cabo en abstinencia», con lo cual se refería a que «la técnica analítica exige al profesional que este niegue a la paciente, que está ansiosa de amor, la satisfacción que ella reclama».

En 1920, sin embargo, una frase casi idéntica se refiere a la necesidad de asegurar que el sufrimiento del paciente no sea aliviado con demasiada rapidez:

«Si, debido a que los síntomas han sido aliviados y han perdido su valor, su sufrimiento se mitiga, debemos reinstalarlo en algún otro lugar bajo la forma de una privación apreciable; de otro modo, corremos el riesgo de no lograr nunca algunas mejorías excepto aquellas muy insignificantes o transitorias» (Rycroft, 27).

Kaplan señala que la regla de la abstinencia no supone, como a menudo se ha interpretado, que el paciente deba renunciar a toda gratificación pulsional durante el curso del análisis, sino que el paciente debe estar dispuesto a soportar una demora en la gratificación de sus deseos pulsionales a fin de poder hablar de ellos durante el tratamiento. Por ello debe hablarse en realidad de una frustración óptima y no total (Kaplan, 615).

La neutralidad respecto de lo cosmovisional y de los prejuicios teóricos está prescripta por la regla de la atención flotante o atención libre (cuyo correlato en el paciente sería la regla de la asociación libre):

ATENCION FLOTANTE: La atención parejamente flotante es la manera como, según Freud, el analista debe escuchar al analizado: no debe, a priori, conceder un privilegio a ningún elemento del discurso, o sea el analista debe dejar funcionar lo más libremente posible su propia actividad inconsciente y suspender las motivaciones que habitualmente dirigen su atención (Laplanche, 37).

Respecto del paciente, su regla fundamental es asociar libremente, y en relación con esto tenemos dos conceptos importantes: regla fundamental y asociación libre.

REGLA FUNDAMENTAL: Regla que estructura la situación analítica: se invita al analizado a decir lo que piensa y siente, sin seleccionar nada y sin omitir nada de lo que le venga en mente, aunque le resulte desagradable comunicarlo o le parezca ridículo, carente de interés o inoportuno (Laplanche, 355).

Esta regla se llama también regla básica y como se ve se aplica al paciente y no al analista, pues la regla prescribe que el primero hará todo lo que pueda para comunicar al segundo todo aquello que le venga en mente y sin reservas. La resistencia y la defensa se ponen de manifiesto clínicamente por las fallas en el intento de cumplir esta regla (Rycroft, 100).

La regla fundamental establece, consiguientemente, como principio del tratamiento psicoanalítico el método de la asociación libre:

ASOCIACION LIBRE: (método o regla): Método que consiste en expresar sin discriminación todos los pensamientos que vienen a la mente, ya sea a partir de un elemento dado (palabra, número, imagen onírica, representación cualquiera), ya sea en forma espontánea (Laplanche, 35).

La técnica de la asociación libre se apoya en tres supuestos:

    (a) que todas las líneas de pensamiento tienden a conducir a lo que es significativo;

    (b) que las necesidades terapéuticas del paciente y el reconocimiento de que está bajo tratamiento conducirán sus asociaciones hacia lo que es significativo, excepto en los momentos en que opera la resistencia; y

    (c) que la resistencia es minimizada por la relajación prescripta para asociar libremente, y llevada al máximo durante la concentración. En efecto, la regla de la asociación libre indica que el paciente debe informar de sus pensamientos sin reserva y que no debe intentar en absoluto concentrarse mientras lo hace (Rycroft, 33).

Como enseguida veremos, la función principal de la asociación libre es, junto con la de proporcionar el contenido para el análisis, la de inducir la necesaria regresión y la dependencia pasiva conectada con el establecimiento y desarrollo de la neurosis de transferencia (Kaplan, 91).

La definición de Laplanche recae sobre la idea de ‘libre’, pero veamos genéricamente qué significa asociación en psicoanálisis:

ASOCIACION: En el contexto de la cura, se habla por ejemplo de las ‘asociaciones de tal sueño’ para designar lo que, en las manifestaciones del individuo, se halla en conexión asociativa con el sueño en cuestión. ‘Asociaciones’ designa también el conjunto del material verbalizado en el curso de la sesión analítica (Laplanche, 33).

En el transcurso del tratamiento, deberán producirse fenómenos como la resistencia, la transferencia y la contratransferencia. Especialmente respecto de los dos últimos, si bien Freud al principio los consideró obstáculos al tratamiento, luego los juzgó imprescindibles para el mismo.

RESISTENCIA: Durante la cura psicoanalítica, resistencia es todo aquello que, en los actos y palabras del analizado, se opone al acceso de éste a su inconsciente (Laplanche, 384). La resistencia es una manifestación de defensa, con la posible excepción de la «resistencia del inconsciente», la compulsión a la repetición (Rycroft, 103). En relación con el concepto de resistencia, tenemos este otro:

REACCION TERAPEUTICA NEGATIVA: Fenómeno observado en algunas curas psicoanalíticas y que constituye un tipo de resistencia a la curación singularmente difícil de vencer: cada vez que cabría esperar, del progreso del análisis, una mejoría, tiene lugar una agravación, como si ciertos individuos prefirieran el sufrimiento a la curación. Freud atribuye este fenómeno a un sentimiento de culpabilidad inconsciente inherente a ciertas estructuras masoquistas (Laplanche, 350).

La reacción terapéutica negativa implica entonces una exacerbación de los síntomas del paciente. Pese a que el fenómeno ha sido utilizado como prueba en favor de la existencia de un masoquismo primario, es explicado con mayor frecuencia en términos de culpa provocada por la perspectiva de salud que se logra a expensas de alguna otra persona (Rycroft, 99).

Así como hay pacientes en los que vemos una exacerbación sintomática, también se puede observar una disminución de los mismos demasiado rápida. Rycroft menciona al respecto la HUIDA HACIA LA SALUD, frase utilizada para describir la recuperación sintomática rápida que algunas veces despliegan los pacientes que desean evitar la investigación psicoanalítica: probablemente se trate de una defensa maníaca (Rycroft, 64).

TRANSFERENCIA: Designa el proceso por el cual los deseos inconscientes se actualizan sobre ciertos objetos, dentro de un determinado tipo de relación establecida con ellos y, de un modo especial, dentro de la relación analítica. Se trata de una repetición de prototipos infantiles, vivida con un marcado sentimiento de actualidad (Laplanche, 439).

De acuerdo a Rycroft, el término transferencia designa:

    1. El proceso por el cual el paciente se desplaza hacia las ideas, sentimientos, etc., de su analista, que derivan de figuras previas en la vida de aquel; por el cual se relaciona con su analista como si este fuera un objeto que formó parte de su vida; por el cual proyecta sobre su analista las representaciones de los objetos adquiridas por introyecciones anteriores; por el cual proporciona al analista la significación de otro objeto, generalmente anterior.

    2. El estado mental producido en el paciente por los procesos anteriormente descriptos.

    3. En términos generales, la actitud emocional del paciente hacia su analista (Rycroft, 115).

En los primeros días del psicoanálisis, la transferencia fue considerada como un fenómeno lamentable que interfería en la recuperación de recuerdos reprimidos y que perturbaba la objetividad del paciente.

Hacia 1912, sin embargo, Freud ya había comenzado a considerarla como una parte esencial del proceso terapéutico: «finalmente todo conflicto debe ser enfrentado en la esfera de la transferencia».

No se supone, claro, que el analista sea la única persona hacia la cual los individuos tienden a transferir sensaciones que derivan del pasado, sino que el desapego del analista (su negativa a seguir el juego del paciente) crea una nueva situación donde es posible hacerle interpretar al paciente de que se está conduciendo como si el analista fuera su padre, madre, hermano, hermana o cualquier otra persona.

Tales declaraciones explícitas, hechas por el analista, son la «interpretación de la transferencia». La relación del paciente con el analista, en su calidad de padre, madre, etc., es la relación de transferencia, opuesta a la RELACION ANALITICA, que es la totalidad de la relación entre analista y paciente, incluyendo el reconocimiento de éste de la naturaleza real del contrato y transacción entre ellos y de la real personalidad del analista. Kaplan designa a esta relación como ‘relación real’ (Kaplan, 615).

La RESISTENCIA A LA TRANSFERENCIA es la utilización de la transferencia como una resistencia contra recuerdos del pasado [el paciente repite para no recordar] o para enfrentar la angustia conectada con la perspectiva de finalizar el tratamiento y de tener que privarse (en realidad, casi totalmente ilusoria) del sentido de seguridad proporcionado durante el tratamiento (Rycroft, 115/116) (Los corchetes son nuestros).

Casi siempre lo que los psicoanalistas llaman transferencia, sin otro calificativo, alude a la transferencia en la cura. La transferencia se reconoce clásicamente como el terreno donde se desarrolla la problemática de una cura psicoanalítica, caracterizándose ésta por la instauración, modalidades, interpretación y resolución de la transferencia (Laplanche, 429).

Tipos de transferencia.-

    a) La transferencia puede ser paternal, maternal, edípica, preedípica, pasiva, dependiente, oral, etc., según el objeto transferido y el estado de desarrollo que ha sido recapitulado;

    b) También puede ser positiva o negativa, según si el paciente concibe al analista como una figura benigna o malevolente (Rycroft, 116).

Dentro de la transferencia positiva a su vez podemos señalar dos tipos: la erótica y la sublimada (una paciente puede ver, en efecto, en su analista a alguien a quien seducir sexualmente, o bien a una figura paternal cariñosa, tierna y capaz de ayudarla y atenderla). Freud consideró la transferencia positiva sublimada como la que mejores posibilidades ofrecía para un tratamiento adecuado.

En relación con la transferencia tenemos que considerar 3 conceptos: actuar, acting-out y neurosis de transferencia.

ACTUAR: Según Freud, hecho por el cual el sujeto, dominado por sus deseos y fantasías inconscientes, los vive en el presente con un sentimiento de actualidad, tanto más vivo cuanto que desconoce su origen y su carácter repetitivo. Lo que Freud designa casi siempre como ‘actuar’ es la repetición de la transferencia (Laplanche, 10).

ACTING-OUT: Término usado en psicoanálisis para designar acciones que presentan casi siempre un carácter impulsivo relativamente aislable en el curso de las actividades, en contraste relativo con los sistemas de motivación habituales del individuo, y que adoptan a menudo una forma auto o heteroagresiva. En el surgimiento del acting-out el psicoanalista ve la señal de la emergencia de lo reprimido.

Cuando aparece en el curso de un análisis (dentro de la sesión o fuera de ella), el acting-out debe comprenderse en su conexión con la transferencia y, a menudo, como una tentativa de desconocer radicalmente ésta (Laplanche, 5-6).

Un paciente está en «acting-out» si lleva a cabo una actividad que puede interpretarse como sustituta del recuerdo de hechos pasados. La esencia de este concepto es el reemplazo del pensamiento por la acción, e implica tanto

    (a) que el impulso que está siendo actuado, no ha adquirido nunca representación verbal, como

    (b) el impulso es demasiado intenso como para ser descargado en palabras, o

    (c) que el paciente carece de la capacidad de inhibición. Como el psicoanálisis es una «cura hablada» que se lleva a cabo en un estado de reflexión, el «acting-out» es antiterapéutico. El «acting-out» es característico de la psicopatía y de los trastornos de conducta, y reduce su analizabilidad (Rycroft, 27).

NEUROSIS DE TRANSFERENCIA: Dentro de la teoría de la cura psicoanalítica, neurosis artificial en la cual tienden a organizarse las manifestaciones de transferencia. Se constituye en torno a la relación con el analista; representa una nueva edición de la neurosis clínica; su esclarecimiento conduce al descubrimiento de la neurosis infantil (Laplanche, 251). El hecho capital en una análisis terapéutico clásico es el establecimiento de la neurosis de transferencia y su resolución final mediante la interpretación (Kaplan, 615).

La regresión inducida por la situación analítica permite una reaparición de los conflictos infantiles y con ello se hace posible la formación de una neurosis de transferencia. En ésta, los originales conflictos y deseos infantiles se enfocan en la persona del analista, y son revividos y experimentados nuevamente (Kaplan, 91). Cuando el analista es considerado por el paciente como una figura significativa de su infancia, aquél puede reaccionar contratransferencialmente:

CONTRATRANSFERENCIA: Conjunto de reacciones inconscientes del analista frente a la persona del analizado y, especialmente, frente a la transferencia de éste (Laplanche, 84).

Rycroft especifica dos sentidos del término:

    1. La contratransferencia es la transferencia del analista en su paciente. En éste, su sentido correcto, la contratransferencia es un elemento perturbador, distorsionante del tratamiento.

    2. Por extensión, la actitud emocional del analista hacia su paciente, incluyendo su respuesta a ítems específicos de la conducta del mismo (Rycroft, 41).

En el curso de la terapia, el analista debe interpretar el material que el paciente le presenta. Este material tiene un aspecto formal (se presenta como asociaciones libres del paciente) y un aspecto de contenido (se refiere a la relación transferencial analista-paciente).

El paciente entrega al analista sus producciones para ser interpretadas. Estas producciones se denominan genéricamente ‘material’:

MATERIAL: Término usado corrientemente en psicoanálisis para designar el conjunto de palabras y comportamientos del paciente, en cuanto constituyen una especie de materia prima que se ofrece para las interpretaciones y construcciones (Laplanche, 219).

Los analistas hablan a menudo del material proporcionado por el paciente, esto es, sus declaraciones. El uso deriva del hecho de que lo que el paciente dice es utilizado por el analista como pruebas en las cuales basar sus interpretaciones. Como resultado, un paciente puede ser considerado como productor de material que el analista interpretará, siendo el material oral la prueba que hace posible las interpretaciones a nivel oral, etc. (Rycroft, 76).

Materiales típicos son los relatos de sueños, los actos fallidos y los recuerdos encubridores, por citar solamente algunos:

RECUERDO ENCUBRIDOR: Recuerdo infantil que se caracteriza a la vez por su singular nitidez y la aparente insignificancia de su contenido. Su análisis conduce al descubrimiento de experiencias infantiles importantes y de fantasías inconscientes. Al igual que el síntoma, constituye una formación de compromiso entre los elementos reprimidos y la defensa (Laplanche, 354).

En las sesiones, el material será interpretado por el analista en el marco de las resistencias y transferencias del paciente. Definamos entonces, interpretación:

INTERPRETACION:

    a) Deducción, por medio de la investigación analítica, del sentido latente existente en las manifestaciones verbales y de comportamiento de un sujeto. La interpretación saca a la luz las modalidades del conflicto defensivo y apunta, en último término, al deseo que se formula en toda producción del inconsciente.

    b) En la cura, comunicación hecha al sujeto con miras a hacerle accesible ese sentido latente, según las reglas impuestas por la dirección y evolución de la cura (Laplanche, 201).

La interpretación implica obtener un contenido latente a partir de un contenido manifiesto. ‘Contenido manifiesto’ y ‘material’ son conceptos similares. Indica Rycroft que la función de la interpretación es incrementar la autoconciencia, la integración, que se logra colocando al paciente en posición de estar consciente de los procesos que se desarrollan dentro de él y de los cuales estaba previamente inconsciente (Rycroft, 70). En una palabra: la interpretación torna consciente lo inconsciente.

El mismo autor cita varios tipos de interpretación, que describiremos brevemente a título ilustrativo:

    a) Interpretaciones de transferencia: relacionan la conducta y las asociaciones del paciente con su condición como tal.

    b) Interpretación de contenido: examina los impulsos y fantasías inconscientes, sin hacer referencia a los procesos defensivos que los han mantenido inconscientes;

    c) Interpretación directa: se basa únicamente en el conocimiento del simbolismo por parte del analista, sin hacer referencia a las asociaciones del paciente;

    d) Interpretación correcta: es aquella que tanto (1) explica adecuadamente el «material» que se interpreta, y (2) es formulada de tal manera y en tal momento que tiene la suficiente actualidad como para (tener sentido) desde el punto de vista del paciente.

    e) Interpretación prematura: verdadera interpretación comunicada al paciente antes de que tenga sentido para él;

    f) Interpretación mutativa: interpretación que provoca reacción en el paciente. Rycroft se refiere aquí al efecto de la interpretación, deseablemente terapéutico (Rycroft, 70).

Tanto el material como las interpretaciones pueden ser profundas o superficiales:

PROFUNDO/SUPERFICIAL: Cuando se refiere al material, «profundo» significa que el material ofrecido por el paciente deriva tanto de sus primeras épocas de vida como de zonas reprimidas de su personalidad, mientras que «superficial» significa tanto ‘reciente’ como ‘fácilmente accesible’.

Cuando se refiere a las interpretaciones, «profundo» significa que las interpretación se relaciona tanto con hechos antiguos como con ideas fuertemente resistidas. La utilización deriva del uso de metáforas geológicas para describir diferencias en la accesibilidad y la resistencia.

La metáfora tiende a insinuar el supuesto de que los primeros hechos de la biografía son de más difícil acceso y de mayor importancia que los hechos recientes (Rycroft, 93).

Si bien Freud indicó que el fin de la interpretación es hacer consciente lo inconsciente, es frecuente referirlo a su capacidad para producir insight en el paciente, formulación que nunca utilizó el creador del psicoanálisis:

INSIGHT: En psicoanálisis, es la capacidad para entender los propios motivos, estar consciente de la propia psicodinámica, apreciar el significado de la conducta simbólica (Rycroft, 68).

Los analistas hacen una distinción entre ‘insight intelectual’, la capacidad para formular correctamente la psicopatología y dinámica propias, e ‘insight emocional’, la capacidad de abarcar y sentir totalmente el significado de las manifestaciones ‘inconscientes’ y simbólicas.

El insight intelectual es calificado, generalmente, como una defensa obsesiva, ya que permite al sujeto entender y controlar aspectos de sí mismo de los cuales permanece alienado.

El emocional, por el contrario, es una evidencia de la liberación de la alienación y «de estar en contacto con el inconsciente». Es posible tener insight intelectual y carecer de insight emocional. Pese a que el insight está referido en la primera instancia a la autoconciencia y el autoconocimiento, también es utilizado para hacer referencia a la capacidad de entender a los otros. El insight es una facultad necesaria para la práctica del psicoanálisis (Rycroft, 68).

Desde ya, las únicas intervenciones del psicoanalista no son interpretativas aunque son estas las más importantes. Por dar un ejemplo, Rycroft cita la confrontación:

CONFRONTACION: Término utilizado ocasionalmente para describir una comunicación del analista por la cual éste deriva la atención del paciente a algunos aspectos de su conducta, sin ofrecer una explicación o interpretación de ella (Rycroft, 41).

Existen dos términos freudianos vinculados a ‘interpretación’, y son sobreinterpretación y construcción.

SOBREINTERPRETACION: Término que Freud usó varias veces a propósito del sueño para designar una interpretación que se deduce secundariamente, cuando ya se ha podido proporcionar una primera interpretación coherente y aparentemente completa. La sobreinterpretación tiene su razón de ser fundamentalmente en la sobredeterminación (Laplanche, 413).

Tengamos presente que SOBREDETERMINACION se refiere a un hecho donde una formación del inconsciente (síntoma, sueño, etc.) remite a una pluralidad de factores determinantes. Para lo que aquí nos interesa, remite a elementos inconscientes múltiples que pueden organizarse en secuencias significativas diferentes, cada una de las cuales, a un cierto nivel de interpretación, posee su propia coherencia (Laplanche, 411).

CONSTRUCCION: Término propuesto por Freud para designar una elaboración del analista más extensa y más distante del material que la interpretación, y destinada esencialmente a reconstituir en sus aspectos tanto reales como fantaseados una parte de la historia infantil del sujeto (Laplanche, 80).

Una construcción es una hipótesis referida a un hecho en la niñez del paciente, reconstruida sobre la base de datos proporcionados por sus asociaciones libres, pero no reunidos por el paciente mismo sino por el analista.

La creencia de Freud acerca de la importancia de los hechos específicos (traumas) en la causación de las neurosis, lo llevó a otorgar gran importancia teórica y práctica a las construcciones convincentes aún cuando procedieran de hechos tan antiguos en la vida como para suponer que su eventual recuerdo fuera improbable.

Las construcciones que más tarde tienen confirmación por recuerdos o por información de terceros, también fueron altamente valorizadas por Freud como confirmación de la agudeza histórica, científica del psicoanálisis (Rycroft, 41).

Freud desarrolla especialmente este concepto en su artículo «Construcciones en psicoanálisis», donde compara dicho proceso con la tarea del arqueólogo.

Cuando el analista comunica su interpretación al paciente, este debe comenzar su trabajo elaborativo:

TRABAJO ELABORATIVO: Proceso por el cual el analizado integra una interpretación y supera las resistencias que ésta suscita. Se trataría de una especie de trabajo psíquico que permite al sujeto aceptar ciertos elementos reprimidos y librarse del dominio de los mecanismos repetitivos. El trabajo elaborativo es constante en la cura, pero actúa especialmente en ciertas fases donde el tratamiento parece estancado y en las que una resistencia, aunque interpretada, persiste.

Correlativamente, desde el punto de vista técnico, el trabajo elaborativo resulta favorecido por interpretaciones del analista consistentes especialmente en mostrar cómo las significaciones de que se trate se vuelven a encontrar en diferentes contextos (Laplanche, 436).

La ELABORACION o trabajo elaborativo es originalmente el proceso por el cual un paciente en análisis descubre gradualmente a través de un lapso prolongado, las connotaciones totales de alguna interpretación o insight. De aquí, por extensión, el proceso de acostumbrarse a un nuevo estado de cosas o superar una pérdida o una experiencia penosa. En este último sentido, el duelo es un ejemplo de elaboración (Rycroft, 49).

Podemos considerar el trabajo elaborativo básicamente como una toma de conciencia del material reprimido. En este sentido debe distinguirse elaboración como proceso curativo, y elaboración como mecanismo de control de excitaciones por parte del aparato psíquico (como por ejemplo cuando se habla de ‘elaboración secundaria’). Aquí nos interesa exclusivamente el primer sentido.

Este trabajo elaborativo es el que en principio conducirá finalmente a la cura. ¿Cuándo un paciente se considera curado? La pregunta tiene muchas respuestas posibles, y no nos extenderemos aquí en ellas. Basta con aclarar que (Rycroft, 115) la recuperación de la capacidad de amar y de trabajar fue considerada, en los primeros días del psicoanálisis, como el criterio de un tratamiento psicoanalítico exitoso.

Un concepto relacionado con elaboración o trabajo elaborativo es juicio de condenación:

JUICIO DE CONDENACION: Operación o actitud por la cual el sujeto, aún cuando toma conciencia de un deseo, se prohibe su realización, principalmente por razones morales o de oportunidad. Freud ve en ello un modo de defensa más elaborado y más adaptado que la represión. D. Lagache ha propuesto considerarlo con un proceso de ‘desprendimiento’ del yo, que actúa especialmente en la cura analítica (Laplanche, 207).

Cabe preguntarse: ¿puede existir interpretación sin un insight o sin un trabajo elaborativo de un paciente? Sí, por ejemplo, cuando Freud interpretó un recuerdo infantil de Leonardo Da Vinci, o cierta obra escultórica de Miguel Angel. Al respecto, cabe esclarecer el concepto de patobiografía:

PATOBIOGRAFIA: Estudio psicoanalítico de un carácter histórico basado en las pruebas biográficas disponibles y no en una observación clínica directa. Este género sufre la grave limitación de que uno de los criterios clínicos de la interpretación correcta no se cumple: el acuerdo del paciente con ella no está presente (Rycroft, 87).


4. OTRAS FORMAS DE ANÁLISIS

La cura psicoanalítica es una de las formas de analizar el material presentado por el sujeto. Pero Freud se refirió también a otras modalidades de análisis que no tenían por objeto directo la cura en el sentido ortodoxo freudiano, pero que de alguna forma guardan una relación con ella.

Podemos distinguir (esquema 9.3):

    – Análisis didáctico
    – Análisis de control o supervisado
    – Análisis salvaje
    – Autoanálisis

ANALISIS DIDACTICO: Psicoanálisis a que se somete al que quiere dedicarse al ejercicio de la profesión de psicoanalista, y que constituye la pieza fundamental de su formación (Laplanche, 24). El análisis didáctico es el tratamiento psicoanalítico de las personas que tratan de convertirse en psicoanalistas, en contraste con el análisis terapéutico de pacientes (Rycroft, 31).

ANALISIS DE CONTROL: O supervisión. Psicoanálisis llevado a cabo por un analista en periodo de formación y del cual da cuenta, periódicamente, a un analista experimentado que le guía en la comprensión y la dirección de la cura y le ayuda a tomar conciencia de su contratransferencia. Este tipo de formación está especialmente destinado a permitir al alumno captar en qué consiste la intervención propiamente psicoanalítica, en comparación con otras formas de actuación psicoterapéutica (sugestión, consejos, orientaciones, esclarecimientos, apoyo, etc.) (Laplanche, 24).

ANALISIS SALVAJE: O psicoanálisis salvaje. En sentido amplio, tipo de intervenciones de ‘analistas’ aficionados o inexpertos, que se basan en conceptos psicoanalíticos a menudo mal comprendidos para interpretar síntomas, sueños, palabras, actos, etc. En sentido más técnico, una interpretación salvaje es la que no tiene en cuenta una determinada situación analítica, en su singularidad y dinámica actual, en especial revelando directamente el contenido reprimido sin tener en cuenta la resistencia y la transferencia (Laplanche, 318).

AUTOANALISIS: Investigación de uno por sí mismo, llevada a cabo de forma más o menos sistemática recurriendo a ciertos procedimientos del método psicoanalítico: asociaciones libres, análisis de los sueños, interpretaciones del comportamiento, etc. (Laplanche, 39).


BIBLIOGRAFIA CONSULTADA

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* Bodni O, Psicopatología General, Buenos Aires, Psicoteca Editorial, 1991.

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* Fenichel O, Teoría psicoanalítica de las neurosis, Buenos Aires, Paidós, 1966.

* Freud S, Construcciones en psicoanálisis (1937)

* Freud S, Duelo y melancolía (1917)

* Freud S, El malestar en la cultura (1930)

* Freud S, El problema económico del masoquismo (1924)

* Freud S, El yo y el ello (1923)

* Freud S, Esquema del Psicoanálisis (1938)

* Freud S, Estudios sobre la histeria (18931895)

* Freud S, Inhibición, síntoma y angustia» (1926)

* Freud S, Introducción al narcisismo (1914).

* Freud S, Conferencia 26: La teoría de la libido y el narcisismo (1926)

* Freud S, Conferencia 33: La feminidad (1932)

* Freud S, La interpretación de los sueños (1900)

* Freud S, La Represión y Lo Inconsciente (1915)

* Freud S, Las pulsiones y sus destinos (1915)

* Freud S, Lecciones de introducción al psicoanálisis (19151917)

* Freud S, Los actos obsesivos y las prácticas religiosas (1907)

* Freud S, Más allá del principio del placer (1920)

* Freud S, Neurosis y psicosis (1924)

* Freud S, Observaciones sobre el concepto de inconsciente en psicoanálisis (1912)

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* Freud S, Tres ensayos sobre una teoría sexual (1905)

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* Wyss D, Las Escuelas de Psicología Profunda, Madrid, Editorial Gredos, 1975, 2° edición.

8.1 GENERALIDADES

La NOSOGRAFIA es la disciplina que se ocupa de la descripción y la clasificación de las enfermedades.

La nosografía psiquiátrica, en particular, describe y clasifica las enfermedades mentales, y la NOSOGRAFIA PSICOANALITICA se refiere a la tarea emprendida por el psicoanálisis a este respecto.

El psicoanálisis no se ocupó desde un principio de construir una clasificación que abarcara la totalidad de las enfermedades mentales tratadas por la psiquiatría, sino que primero estudió aquellas más directamente accesibles a la investigación analítica. Sus principales distinciones se establecieron entre las perversiones, las neurosis y las psicosis (Laplanche, 321).

Difícilmente se pueda considerar como perfecta la diferenciación entre las estructuras psicóticas, perversas y neuróticas. Por ejemplo, la definición psicoanalítica de neurosis puede aplicarse también, al menos parcialmente, a las perversiones y a las psicosis (Laplanche, 239).

Ninguna clasificación es perfecta ni definitiva, y siempre va cambiando según y conforme las nuevas investigaciones teóricas y empíricas. Así, pueden aparecer casos inclasificables según la nosografía vigente, lo que obliga a incorporar nuevas categorías como la de CASO LIMITE, como por ejemplo y típicamente, los casos límite entre neurosis y psicosis.

Por los motivos indicados, organizaremos nuestra exposición de la nosografía psicoanalítica freudiana en cinco grandes ítems, aún cuando Sigmund Freud no resaltó particularmente la categoría ‘caso límite’ con el énfasis empleado en las restantes:

  • Neurosis

  • Psicosis
  • Perversiones
  • Casos límite
  • Relaciones entre neurosis, psicosis y perversiones.

Como indica Kaplan, la clasificación clásica en neurosis, psicosis y perversiones difiere de la clasificación que hace por ejemplo el DSM-III (Kaplan, 85). Cabe atribuir esta diferencia al hecho de que el DSM-III es más descriptivo, y en general no presupone etimologías (causas) no fehacientemente comprobadas. La clasificación psicoanalítica se basa justamente sobre todo en criterios etiológicos, y de aquí las divergencias.


8.2 NEUROSIS

a) Aspectos etiológicos

La ETIOLOGIA estudia las causas de las enfermedades. La etiología de la neurosis abarca tres tipos de consideración:

    1) ¿Qué es lo que hace que una persona sea neurótica?. Para esto, Freud recurre a los conceptos de serie complementaria y sobredeterminación.

    2) ¿Qué es lo que hace que una persona adquiera cierto tipo de neurosis y no otro? Para esto, Freud utilizó, conjuntamente con los anteriores, el concepto de elección de la neurosis.

    Y 3) ¿Qué es lo que hace que cierta persona con el mismo tipo de neurosis que otra desarrolle sin embargo un curso y una constelación de características diferentes? La primera cuestión apunta por ejemplo a diferenciar neurosis de psicosis, la segunda, a diferenciar neurosis obsesiva de neurosis de angustia, y la tercera a diferenciar un neurótico obsesivo de otro neurótico obsesivo. Veamos separadamente las dos primeras cuestiones, que son las que tienen un interés nosográfico.

Freud organizó su concepción etiológica a partir de la idea de ‘serie complementaria’, y lo hizo especialmente en relación a la neurosis, sugiriendo la existencia de una policausalidad o sobredeterminación en la misma:

SERIE COMPLEMENTARIA: Término para explicar la etiología de la neurosis y superar la alternativa que obligaría a elegir entre factores exógenos y endógenos: estos factores son, en realidad, complementarios, pudiendo cada uno de ellos ser tanto más débil cuanto más fuerte es el otro, de tal forma que el conjunto de los casos puede ser ordenado dentro de una escala en la cual los dos tipos de factores varían en sentido inverso; sólo en los dos extremos de la serie se encontraría un solo factor (Laplanche, 400).

Los factores causales que intervienen en la neurosis son ilustrados por Freud mediante un esquema en «Lecciones de introducción al psicoanálisis» (Laplanche, 450), que aparece en el esquema 8.1. Del mismo se desprende que en toda neurosis, intervienen a) factores constitucionales heredados, b) experiencias adquiridas durante la infancia, y c) factores desencadenantes.

Estos factores son complementarios entre sí. Por ejemplo, un factor constitucional débil unido a un gran peso de ciertas experiencias infantiles, producirán una neurosis tanto como la combinación de un factor constitucional fuerte y experiencias infantiles de menor peso. Desde ya, y en el mismo sentido, también debe ponderarse la influencia de los factores desencadenantes.

SOBREDETERMINACION: O determinación múltiple. En general, designa el hecho de que una formación del inconsciente (síntoma, sueño, etc.) remite a una pluralidad de factores determinantes. Una de las formas en que puede entenderse esto es la siguiente: la formación del inconsciente es la resultante de varias causas, mientras que una sola causa no basta para explicarla (Laplanche, 411).

Por ejemplo, en «ESTUDIOS SOBRE LA HISTERIA«, Freud dice que el síntoma histérico está sobredeterminado en la medida en que resulta a la vez de una predisposición constitucional y de una pluralidad de acontecimientos traumáticos (Laplanche, 411/412). En la consideración etiológica, el psicoanálisis también se preocupó por averiguar porqué ciertas personas desarrollaban un tipo de neurosis con preferencia a otros:

ELECCION DE LA NEUROSIS: Conjunto de procesos mediante los cuales un sujeto se ve inducido a la formación de un determinado tipo de psiconeurosis en lugar de otro tipo (Laplanche, 108).

Este problema preocupó siempre a Freud y puede plantearse así: ¿cómo y porqué procesos generales que explican la formación de la neurosis (por ejemplo, el conflicto defensivo) se especifican en organizaciones neuróticas lo bastante diferenciadas para que pueda establecerse una nosografía?

El pensamiento de Freud al respecto fue variando a lo largo de su obra. Sólo resaltemos que el término ‘elección de la neurosis’ apunta a cierto acto del sujeto por el cual los diferentes factores de la serie complementaria adquieran su sentido y su valor motivante (Laplanche, 108/109).

b) Cuadros sintomáticos y caracteropatías

Diversos autores (por ejemplo Kaplan en la tradición anglosajona, Ey en la tradición francesa) coinciden en indicar que, en el psicoanálisis freudiano, la clasificación de las neurosis ha seguido dos criterios diferentes: según los síntomas, y según la estructura de carácter. Así por ejemplo, la denominación ‘histeria’ califica cierta constelación de síntomas, mientras que ‘carácter histérico’ hace referencia a una determinada estructura de carácter.

Por ejemplo, Ey (Ey, 374) indica que la fisonomía clínica de las neurosis se caracteriza por:

a) Por los ‘síntomas neuróticos’. Se trata de trastornos de la conducta, de los sentimientos o de las ideas que ‘manifiestan’ una defensa contra la angustia y constituyen, en relación con este conflicto interno, una transacción de la cual el sujeto obtiene un beneficio secundario. Kaplan denomina a estos cuadros como estados neuróticos sintomáticos, y da ejemplos como la histeria, la fobia, la neurosis obsesiva, etc. (Kaplan, 85). Incluso llega a ubicar también aquí a las parafilias (perversiones), lo que revela la poca nitidez en las fronteras que delimitan las diferentes entidades nosográficas.

b) Por el ‘carácter neurótico del Yo’. Este no encuentra, en la identificación con su propio personaje, buenas relaciones con los demás y un equilibrio interior satisfactorio. Kaplan llama a estos cuadros trastornos de carácter (personalidad), aunque también son conocidos como caracteropatías. Por ejemplo: carácter fóbico, compulsivo, histérico, depresivo, pasivo-agresivo, etc. (Kaplan, 88). Aclaremos las definiciones de carácter y de caracteropatía.

CARACTER: En el sentido psicoanalítico, el carácter es la manera habitual de establecer el yo una armonía entre las tareas representadas por las exigencias internas y el mundo externo (Kaplan, 88).

CARACTEROPATIA: Un patrón o tipo de carácter particular se vuelve patológico cuando sus manifestaciones son tan exageradas que se produce una conducta destructiva hacia el individuo o hacia los demás, o el funcionamiento de la persona se vuelve distorsionado o restringido, y representa una causa de malestar para uno mismo o los demás (Kaplan, 88).

Laplanche y Fenichel son otros autores que advirtieron las diferencias de considerar la neurosis como un cuadro sintomático o como una estructura de carácter. Ambos designan a ésta última como ‘neurosis de carácter’:

NEUROSIS DE CARACTER: Tipo de neurosis en la cual el conflicto defensivo no se traduce por la formación de síntomas claramente aislables, sino por rasgos de carácter, formas de comportamiento o incluso una organización patológica del conjunto de la personalidad (Laplanche, 243). Una neurosis de carácter es aquella donde los síntomas son rasgos de carácter (Rycroft, 80)

En los ‘caracteres neuróticos’, señala Fenichel, la personalidad no parece ser uniforme o estar sólo perturbada por este o aquel suceso interruptor, sino a tal punto manifiestamente desgarrada o deformada, y con frecuencia afectada en tal extensión por la enfermedad, que resulta imposible decir donde termina la ‘personalidad’ y donde empieza el ‘síntoma’. De allí que Fenichel oponga las neurosis de carácter a las neurosis sintomáticas (Fenichel, 33).

c) Nosografía de las neurosis

A lo largo de su pensamiento, Freud fue modificando su clasificación de las neurosis, razón por la cual convendrá seguir un ordenamiento cronológico de sus ideas, hasta llegar a la actual clasificación. A tal efecto, nos basaremos en el esquema 8.2, ligeramente modificado de Laplanche (Laplanche, 238) a los efectos de una mayor claridad. Sólo tengamos presente que Freud no inició desde cero una clasificación nosográfica, sino que se basó, especialmente en cuanto a terminología, en las clasificaciones de la psiquiatría clásica. El término «neurosis», por ejemplo, no es creación de él.

En 1894 Freud encuentra, estudiando casos de histeria, que la defensa desempeñaba un papel fundamental en esta afección, extendiendo luego su conclusión a otras patologías como las fobias, las obsesiones y ciertas psicosis, con lo cual termina llamándolas a todas «psiconeurosis de defensa» (o «neurosis de defensa», o «neuropsicosis»). Así:

PSICONEUROSIS DE DEFENSA: Término de Freud de los años 18941896 para designar ciertas afecciones psiconeuróticas (histeria, fobia, obsesión, ciertas psicosis), poniendo en evidencia en ellas el papel, descubierto en la histeria, del conflicto defensivo (Laplanche, 320).

Dentro de las psiconeurosis de defensa, Freud estudió especialmente las histerias, que clasificó, según un criterio patogenético (en cuanto a su mecanismo de origen), en tres tipos: histeria de defensa, histeria hipnoide e histeria de retención.

HISTERIA DE DEFENSA: Se caracteriza por la actividad de defensa que el sujeto ejerce frente a las representaciones susceptibles de provocar afectos displacenteros. Es el prototipo de las psiconeurosis de defensa, y sobre ella recaerá casi todo el interés de Freud por estas épocas (Laplanche, 173/174).

HISTERIA HIPNOIDE: Término usado por Breuer y Freud en 1894/95. Forma de histeria que tendría su origen en los estados hipnoides; el sujeto no puede integrar en su persona y su historia las representaciones que aparecen durante esos estados. Aquellas forman entonces un grupo psíquico separado, inconsciente, capaz de provocar efectos patógenos (Laplanche, 174).

Dos conceptos podemos vincular con la histeria hipnoide: el estado hipnoide y la histeria traumática.

1) ESTADO HIPNOIDE: Término de Breuer que designa un estado de conciencia análogo al producido por la hipnosis: durante él los contenidos de conciencia que aparecen apenas entran, o no entran en absoluto, en ligazón asociativa con el resto de la vida mental, y la consecuencia sería la formación de grupos de asociaciones separadas. Breuer ve en el estado hipnoide, que introduce una escisión en la vida psíquica, el fenómeno constitutivo de la histeria (Laplanche, 130). En lo dicho se asemejan mucho el estado hipnoide y la hipnosis, solamente que esta última es artificial, provocada, mientras que el estado hipnoide es la forma clínica natural de la histeria homónima.

2) HISTERIA TRAUMATICA: Tipo de histeria descripto por Charcot donde los síntomas somáticos, en especial la parálisis, aparecen a menudo tras un periodo de latencia, consecutivamente a un traumatismo físico, pero sin que este pueda explicar mecánicamente los síntomas (Laplanche, 175).

El esquema de la histeria hipnoide recoge los dos elementos, señalados por Charcot: el traumatismo psíquico (por oposición al físico) y el estado psíquico especial (estado hipnoide, susto) durante el cual aquel acontece (Laplanche, 176).

HISTERIA DE RETENCION: Diferenciada por Breuer y Freud en 1894– 95. Su patogenia se caracteriza porque los afectos no han podido ser descargados por abreacción, sobre todo en razón de circunstancias exteriores desfavorables. Freud encontrará que detrás de esta retención hay siempre una defensa (Laplanche, 175).

Todas estas afecciones psiconeuróticas que Freud venía estudiando tenían dos rasgos importantes: implicaban una actividad defensiva, como quedó dicho, pero además tenían su raíz en conflictos sexuales infantiles. Sin embargo, en 1898 Freud encuentra que hay otras neurosis donde el conflicto, si bien también sexual, no era infantil sino actual, con lo que amplió su nosografía distinguiendo las psiconeurosis de las ‘neurosis actuales’:

NEUROSIS ACTUAL: Neurosis que Freud distingue de las psiconeurosis en dos puntos:

a) el origen de las neurosis actuales no debe buscarse en conflictos infantiles sino en el presente (en desórdenes de la vida sexual actual), y

b) los síntomas no constituyen una expresión simbólica y sobredeterminada, sino que resultan directamente de la falta o inadecuación de la satisfacción sexual (Laplanche, 240). O sea, el mecanismo de formación del síntoma no es simbólico sino somático. Lo único en común con las psiconeurosis era la naturaleza sexual del conflicto.

Freud distinguió tres tipos de neurosis actuales: neurosis de angustia, neurastenia e hipocondría, aunque ésta última la agregó bastante tiempo después:

NEUROSIS DE ANGUSTIA: Neurosis que Freud distinguió: a) desde lo sintomatológico, de la neurastenia, por el predominio de la angustia (expectación ansiosa, ataques de angustia o equivalente somático de ésta); y b) desde lo etiológico, de la histeria: en la neurosis de angustia hay una acumulación de excitación sexual que se transformaría directamente en síntoma sin mediación psíquica (Laplanche, 242).

NEURASTENIA: Antes de Freud era un cuadro de fatiga física de origen ‘nervioso’, y con diversos síntomas. Freud mantiene el nombre reservándolo para una neurosis autónoma caracterizada por la impresión de fatiga física, cefaleas, dispepsia, constipación, parestesias espinales y empobrecimiento de la actividad. Busca una etiología en un funcionamiento sexual incapaz de resolver en forma adecuada la tensión libidinal (masturbación) (Laplanche, 235/236).

HIPOCONDRIA: Temor a estar enfermo o a enfermarse (Fenichel, 301). En una primera etapa Freud incluyó la hipocondría entre las neurosis actuales, pero luego las hizo corresponder con las neurosis narcisistas, correspondencia no sólo justificada por analogías estructurales, sino también por el hecho de que el síntoma de la neurosis actual es, a menudo, el núcleo y la fase precursora del síntoma psiconeurótico (Laplanche, 241).

Si Freud relacionó la hipocondría con las neurosis actuales y con las neurosis narcisistas, es porque algo tiene de cada una de ellas. Fenichel explica esto así: la hipocondría puede explicarse o bien como que la falta de descarga sexual produce malestar físico (aquí sería una neurosis actual), o bien como que la retracción de la libido del objeto al yo haga al enfermo prestar atención a su cuerpo (y aquí sería una neurosis narcisista) (Fenichel, 299).

Hoy en día, el concepto de neurosis actual tiende a desaparecer, en la medida en que, sea cual fuese el valor desencadenante que posean los factores actuales, se encuentra siempre en los síntomas la expresión simbólica de conflictos más antiguos (Laplanche, 241), es decir, las neurosis actuales serían reducibles a las psiconeurosis, que es la otra gran clasificación de las neurosis en general. Por ejemplo, analizando la hipocondría, hemos ya dicho que Freud vio en el síntoma de esa neurosis actual el núcleo y la fase precursora del síntoma psiconeurótico.

Quedan entonces diferenciadas los dos grandes grupos de neurosis: las neurosis actuales, ya vistas, y las psiconeurosis (o simplemente neurosis). En términos de Rycroft, las neurosis actuales son debidas a causas presentes y explicables en términos de los hábitos sexuales del paciente, y las psiconeurosis en cambio son debidas a causas pasadas y explicables sólo en términos de la personalidad e historia del paciente (Rycroft, 80). Veamos más en detalle estas últimas.

PSICONEUROSIS: Término usado por Freud para caracterizar las afecciones psíquicas cuyos síntomas constituyen la expresión simbólica de los conflictos infantiles, a saber, las neurosis de transferencia y las neurosis narcisistas (Laplanche, 320).

Kaplan resume en los siguientes puntos el desarrollo de las psiconeurosis, o simplemente neurosis:

    1) Existe un conflicto interno entre las pulsiones y el miedo que impide la descarga pulsional;

    2) las pulsiones sexuales están implicadas en este conflicto;

    3) el conflicto no ha sido ‘elaborado’ para conducir a una solución realista. En vez de ello, las pulsiones que buscan una descarga han sido expulsadas de la conciencia a través de la represión u otro mecanismo de defensa;

    4) la represión simplemente ha convertido las pulsiones inconscientes, no les ha quitado su poder ni las ha hecho inocuas; por consiguiente, las tendencias reprimidas (síntomas neuróticos disfrazados) han luchado por volver a la conciencia;

    5) en la primera infancia existía una neurosis rudimentaria basada en el mismo tipo de conflicto (Kaplan, 85). Los términos ‘psiconeurosis’ y ‘neurosis’ suelen tomarse como sinónimos:

NEUROSIS: Afección psicógena cuyos síntomas son la expresión simbólica de un conflicto psíquico que tiene sus raíces en la historia infantil del sujeto y constituyen compromisos entre el deseo y la defensa (Laplanche, 236).

Transcribamos brevemente aquí la idea de neurosis según dos autores: Fenichel, que destaca el aspecto económico, y Ey que destaca el aspecto dinámico de la enfermedad. Para Fenichel, todos los fenómenos neuróticos tienen por base insuficiencias del aparato normal de control. Pueden ser comprendidos como descargas de emergencia involuntaria, que sustituyen a las descargas normales (Fenichel,32).

Para Ey, las neurosis son enfermedades de la personalidad caracterizadas por conflictos intrapsíquicos que inhiben las conductas sociales. Producen más bien una perturbación del equilibrio interior, más que una alteración de sus sistema de la realidad (Ey, 374).

Laplanche aclara que hoy en día, cuando se utiliza la expresión ‘neurosis’, tiende a ser aplicada a formas clínicas relacionadas con la neurosis obsesiva, la histeria y la neurosis fóbica. Así, la nosografía actual distingue neurosis, psicosis, perversiones y afecciones psicosomáticas, mientras que se discute la posición nosográfica de las denominadas neurosis actuales, neurosis traumáticas y neurosis de carácter (Laplanche, 236).

Retomando el esquema de la evolución histórica del pensamiento de Freud, podemos decir que a partir de 1915 éste empieza a utilizar un nuevo criterio para clasificar a las psiconeurosis. Estas abarcarán ahora dos grandes grupos: las neurosis narcisistas y las neurosis de transferencia:

NEUROSIS NARCISISTA: Afección mental caracterizada por el retiro de la libido sobre el yo. Abarca el conjunto de las psicosis funcionales (los síntomas no son efecto de lesiones orgánicas). El término tiende actualmente a desaparecer del lenguaje psiquiátrico y psicoanalítico (Laplanche, 249).

Más tarde, en «NEUROSIS Y PSICOSIS» (1924) Freud distinguirá las neurosis narcisistas no solamente de las neurosis de transferencia sino también de las psicosis (Laplanche, 249). En «DUELO Y MELANCOLIA» (1917) ya caracterizaba como neurosis narcisista a la MELANCOLIA, explicándola a partir de la identificación del yo con el objeto perdido (Laplanche, 436). Los accesos melancólicos aparecen intercalados con accesos de MANIA o euforia.

NEUROSIS DE TRANSFERENCIA: Por oposición a la neurosis narcisista, la libido está siempre desplazada sobre objetos reales o imaginarios, en lugar de estar retirada de estos sobre el yo. De ello resulta que son más accesibles al tratamiento psicoanalítico, ya que se prestan a la constitución, durante la cura, de una neurosis de transferencia ‘artificial’, o sea no entendida como entidad nosográfica sino como una neurosis ‘provocada’ (Laplanche, 215). Aquí nos interesa sólo el sentido nosográfico.

Dentro de las neurosis de transferencia, Freud ubicará:

a) la neurosis obsesiva, y

b) la neurosis histérica o simplemente histeria, dentro de la cual a su vez está la histeria de angustia o neurosis fóbica, y la histeria de conversión. En los tres casos (Bodni, 129) el conflicto básico gira en torno del drama edípico, con el complejo de castración.

NEUROSIS OBSESIVA: En su forma más típica, el conflicto psíquico se expresa por los síntomas llamados compulsivos: ideas obsesivas, compulsión a realizar actos indeseables, lucha contra estos pensamientos y tendencias, ceremoniales conjuratorios, etc., y por un tipo de pensamiento caracterizado especialmente por la rumiación mental, la duda, los escrúpulos, y que conduce a inhibiciones del pensamiento y la acción (Laplanche, 250).

Freud aisló sucesivamente la especificidad etiopatogénica de la neurosis obsesiva desde el punto de vista de los mecanismos defensivos (desplazamiento del afecto hacia representaciones más o menos alejadas del conflicto original, aislamiento, anulación retroactiva), desde el punto de vista pulsional (ambivalencia, fijación a la fase anal y regresión) y, por último, desde el punto de vista tópico (relación sadomasoquista interiorizada en forma de tensión entre el yo y un superyó muy cruel).

En ciertos cuadros clínicos los síntomas no se ven a primera vista (Laplanche, 250).

Freud, en la CONFERENCIA 17 «EL SENTIDO DE LOS SíNTOMAS«, señala los tres síntomas básicos de la neurosis obsesiva:

    a) el paciente tiene ideas fijas, generalmente absurdas;

    b) experimenta impulsos extraños a él; y

    c) realiza actos contra su voluntad y desprovistos de placer, actos que son una huida de tentaciones sexuales o agresivas, y que toman la forma de rituales. Según el enfermo, predominará la idea, el impulso o el acto.

Janet distinguía dos grandes tipos de neurosis (Laplanche, 237): la histeria y la PSICASTENIA. Esta última concuerda en gran parte con lo que Freud designa como neurosis obsesiva.

HISTERIA: Neurosis que ofrece cuadros clínicos muy variados.

Se llama a veces también NEUROSIS HISTERICA.

La especificidad de la histeria está en el predominio de cierto tipo de identificación, de ciertos mecanismos (especialmente la represión, a menudo manifiesta), y en el afloramiento del conflicto edípico que se desarrolla principalmente en los registros fálico y oral (Laplanche, 171).

En relación con la histeria aparece el concepto de SIMBOLO MNEMICO. Es un término que utilizó Freud en sus primeros escritos para calificar el síntoma histérico.

Por ejemplo, los síntomas de Ana O. son símbolos mnémicos de la enfermedad y muerte de su padre, o sea símbolos del trauma patógeno o del conflicto (Laplanche, 410).

En la sistematización de Laplanche, hay dos formas de histeria: histeria de angustia e histeria de conversión.

HISTERIA DE ANGUSTIA: Neurosis cuyo síntoma central es la fobia (Laplanche, 172). La angustia está fijada de forma más o menos estable a un determinado objeto exterior (fobias) (Laplanche, 171).

Estrictamente no es sinónimo de NEUROSIS FOBICA. No sería correcto llamarla así porque el desplazamiento sobre un objeto fóbico es secundario a la aparición de una angustia libre, no ligada a un objeto, o sea primariamente es una histeria de angustia (Laplanche, 173).

HISTERIA DE CONVERSION: Histeria donde el conflicto psíquico se simboliza en los más diversos síntomas corporales, paroxísticos (ejemplo: crisis emocionales con teatralidad) o duraderos (ejemplo: anestesias, parálisis histéricas, sensación de ‘bolo’ faríngeo, etc.) (Laplanche, 171).

En relación con la histeria de conversión hay 2 conceptos: complacencia somática y zona histerógena.

    1) COMPLACENCIA SOMATICA: Expresión introducida por Freud en el caso Dora para explicar la ELECCION DE LA NEUROSIS histérica y la elección del órgano o del aparato corporal en el cual tiene lugar la conversión: el cuerpo (especialmente en el histérico) o un determinado órgano proporcionaría un material privilegiado para la expresión simbólica del conflicto inconsciente (Laplanche, 55).

    2) ZONA HISTEROGENA: Es aquella región del cuerpo de la cual Charcot, y más tarde Freud, mostraron que era, en ciertos casos de histeria de conversión, el asiento de fenómenos sensitivos especiales; calificada por el enfermo de dolorosa, esta región aparece al examen como libidinalmente catectizada, y su excitación provoca reacciones parecidas a las que acompañan el placer sexual y que pueden llegar hasta un ataque histérico (Laplanche, 476).

Hacia 1924, Freud vuelve a reestructurar su clasificación anterior, distinguiendo 3 tipos: neurosis de transferencia, neurosis narcisistas y psicosis, siendo la neurosis narcisista una categoría intermedia entre las neurosis y las psicosis.

d) Otras categorías

Fuera de los tipos de neurosis vistos precedentemente, hay otros cuadros formulados por S. Freud:

    1895. Neurosis mixta

    1920. Neurosis de destino

    1920. Neurosis traumática

NEUROSIS MIXTA: Forma de neurosis caracterizada por la coexistencia de síntomas que provendrían, según Freud, de neurosis etiológicamente distintas (Laplanche, 248).

NEUROSIS DE DESTINO: (En rigor, Freud habla de compulsión de destino). Designa una forma de existencia caracterizada por el retorno periódico de las mismas concatenaciones de acontecimientos, generalmente desgraciados, a los cuales parece hallarse sometido el sujeto como a una fatalidad exterior, mientras que, según el psicoanálisis, se deben buscar los factores de este fenómeno en el inconsciente y, específicamente, en la compulsión a la repetición (Laplanche, 245).

En relación con este concepto está el de NEUROSIS DE FRACASO, que designa la estructura psicológica de toda una gama de individuos, desde los que, de un modo general, parecen ser los artífices de su propia desgracia, hasta aquellos que no pueden soportar el conseguir precisamente lo que parecen desear ardientemente (Laplanche, 247). Freud no consideró esta forma como un cuadro neurótico más, sino apenas como un primer síntoma (Laplanche, 248).

NEUROSIS TRAUMATICA: Tipo de neurosis donde los síntomas aparecen consecutivamente a un choque emotivo, generalmente ligado a una situación donde el sujeto sintió amenazada su vida (Laplanche, 252).

En el momento del choque se manifiesta por una crisis paroxística, que puede provocar estados de agitación, estupor o confusión mental. Su evolución ulterior, casi siempre después de un intervalo libre, permitiría distinguir esquemáticamente dos casos:

    a) El trauma actúa como elemento desencadenante, revelador de una estructura neurótica preexistente; y

    b) El trauma posee una parte determinante en el contenido mismo del síntoma (repetición mental del acontecimiento traumático, pesadillas repetitivas, trastornos del sueño, etc.), que aparece como un intento reiterado de ‘ligar’ y descargar por abreacción el trauma; tal fijación al trauma se acompaña de una inhibición, más o menos generalizada, de la actividad del sujeto. Generalmente el nombre de neurosis traumática es reservado por Freud y los psicoanalistas para designar este último cuadro (Laplanche, 252/53).

En relación con las neurosis traumáticas, interesa aquí la definición de:

TRAUMA: Acontecimiento de la vida del sujeto caracterizado por su intensidad, la incapacidad del sujeto para responder a él adecuadamente y el trastorno y los efectos patógenos duraderos que provoca en la organización psíquica. En términos económicos, el traumatismo se caracteriza por un aflujo de excitaciones excesivo, en relación con la tolerancia del sujeto y su capacidad de controlar y elaborar psíquicamente dichas excitaciones (Laplanche, 447).

Fenichel asigna especial importancia a las neurosis traumáticas, ya que clasifica el conjunto de las neurosis en dos grandes grupos: NEUROSIS TRAUMATICAS y PSICONEUROSIS, aunque puede haber combinaciones de ambas.

Refiere este autor que todo fenómeno neurótico implica una insuficiencia del aparato normal de control. Por lo tanto aparecen descargas de emergencia que sustituyen las descargas normales, que el yo ya no puede dominar. Tal insuficiencia puede producirse por una excesiva cantidad de excitación (y entonces tenemos las neurosis traumáticas), o bien por un bloqueo previo de la descarga (y entonces tenemos las psiconeurosis, que son para Fenichel el resultado de un conflicto entre las exigencias instintivas y las fuerzas defensivas del yo) (Fenichel, 33-36).

Ilustremos con una metáfora ambas posibilidades: un tanque de agua puede empezar a acumular mucho líquido (muchas excitaciones) por dos razones: porque recibe mucho líquido en poco tiempo y no da tiempo a un desagote rápido por la pequeña abertura inferior (neurosis traumática) o porque, sin recibir tanto líquido, decidimos tapar dicha abertura (psiconeurosis).

Síntomas típicos de las neurosis traumáticas son: accesos emotivos fuertes, insomnio, sueños típicos donde se experimenta el trauma una y otra vez, repeticiones del mismo durante el día en forma de fantasías, pensamientos o sensaciones, y complicaciones psiconeuróticas secundarias (Fenichel, 142).

Finalmente, tengamos presente que, fuera del pensamiento freudiano, se han desarrollado nuevas categorías de neurosis, como por ejemplo las neurosis de fracaso y las neurosis familiares de René Laforgue, las neurosis de abandono de los psicoanalistas suizos, y otras muchas.

8.3 PSICOSIS

a) Definición preliminar

Las psicosis abarcan una gran cantidad de enfermedades mentales, por lo que su definición será por fuerza muy amplia:

PSICOSIS: Tanto la psiquiatría como el psicoanálisis utilizan este término para describir esas enfermedades mentales que tienden a colocar a sus víctimas en una situación ‘non compos mentis’ (que significa aproximadamente ‘no dueños de sí mismos’), en contraste con las neurosis, donde la salud del paciente nunca está en duda.

Las definiciones psiquiátricas se hacen generalmente en términos de falta de insight del paciente con respecto al hecho de que está enfermo; las definiciones psicoanalíticas incluyen, por lo general, una referencia a una falla en la prueba de realidad (Rycroft, 96).

Las psicosis están entonces ubicadas dentro de una categoría más amplia, la ENFERMEDAD MENTAL, la cual según Rycroft abarca tres entidades clínicas diferentes: las psicosis, las psiconeurosis y los trastornos de conducta (Rycroft, 77). Desde ya, hay muchas otras clasificaciones de las enfermedades mentales.

Por ejemplo Kraepelin, el padre de la psiquiatría moderna, consideraba que las principales enfermedades mentales pueden dividirse en dos grupos: la demencia precoz y la psicosis maníaco-depresiva (Rycroft, 96), ambas incluibles hoy dentro de las psicosis.

b) Caracterización psiquiátrica

Veamos en primer lugar el sentido psiquiátrico del término, como forma de introducirnos luego en el planteo psicoanalítico.

Según Laplanche, las psicosis abarcan para la psiquiatría toda una serie de enfermedades mentales, tanto si son manifiestamente organogenéticas, como la parálisis general progresiva, como si su causa última es problemática, como la esquizofrenia (Laplanche, 321).

Indica Rycroft, en efecto, que la psiquiatría distingue entre PSICOSIS ORGANICAS. debidas a enfermedades orgánicas demostrables, y PSICOSIS FUNCIONALES, en las cuales no hay lesión orgánica demostrable.

Existe al respecto una controversia entre las escuelas orgánicas y psicodinámicas en psiquiatría: para las escuelas orgánicas las psicosis funcionales obedecen a causas físicas y constitucionales aún no descubiertas, mientras que para las escuelas psicodinámicas son enfermedades psicogénicas, que difieren de las neurosis sólo por su mayor gravedad.

El mismo autor indica que las definiciones psiquiátricas de psicosis se hacen generalmente en términos de una falta de insight del paciente en cuanto al hecho de que está enfermo (Rycroft, 96).

c) Caracterización psicoanalítica

Las definiciones psicoanalíticas de psicosis incluyen por lo general una referencia a una falla en la prueba de la realidad (Rycroft, 96). Así, nos refiere Laplanche que en psicoanálisis es sobre todo una perturbación primaria de la relación libidinal con la realidad lo que constituye el denominador común de las psicosis, siendo la mayoría de los síntomas manifiestos (especialmente la construcción delirante) tentativas secundarias de restauración del lazo objetal (Laplanche, 321).

Más específicamente: para Freud la psicosis se caracteriza entre otras cosas por la incapacidad del paciente de tener un interés emocional normal por otras personas y cosas. La energía retirada de las relaciones de amor empobrecidas produce un interés anormalmente excesivo por las funciones corporales y atributos psíquicos del yo, y el psicótico pone su interés emocional más en la palabra que en lo que esta representa.

Muchos de los síntomas más eminentes de la psicosis son secundarios a esta pérdida primaria de la capacidad de amar a los demás. Freud concluyó también que las ideas delirantes, las alucinaciones y ciertas formas de conducta desorganizada representaban esfuerzos rudimentarios por parte del paciente para restaurar sus perdidos sentimientos con los objetos (Kaplan, 89).

El proceso psicótico es descripto por Freud en forma general, en trabajos medulares como «NEUROSIS Y PSICOSIS» y EN «LA PéRDIDA DE LA REALIDAD EN LAS NEUROSIS Y PSICOSIS«.

En el primero de estos trabajos, establece que el conflicto central de las psicosis se da entre el Yo y el mundo exterior, a diferencia del conflicto neurótico, establecido entre el YO Y EL ELLO.

Esta es la diferencia genética más importante entre ambas afecciones. En el segundo trabajo mencionado, Freud insiste en esta diferencia, y explica que en las neurosis el Yo, obedeciendo a las exigencias de la realidad, reprime una parte del Ello, mientras que en las psicosis el Yo, dependiendo ahora del Ello, se retrae de la realidad externa. Esto daría como resultado que en la neurosis domine el influjo de la realidad, mientras que en las psicosis domine el influjo del Ello, siendo la pérdida de la realidad un fenómeno típico de la psicosis y ajeno a la neurosis (Viganó, 29).

d) Clasificación de las psicosis

Hay muchas clasificaciones distintas de las psicosis. El carácter introductorio de la presente guía nos obliga a manejarnos con una clasificación que puede tomarse como punto de referencia más o menos habitual, y que aparece en el esquema 8.3.

La primera gran clasificación divide las psicosis en orgánicas y funcionales, como hemos dicho, y donde el criterio es eminentemente etiológico: causas orgánicas comprobables para las primeras, y ausencia de lesiones orgánicas comprobables para las segundas. Como el interés del psicoanálisis está en los factores psicógenos, su atención se ha dirigido fundamentalmente hacia las psicosis funcionales, y a estas nos atendremos en lo que sigue.

Tanto la psiquiatría como el psicoanálisis reconocen tres psicosis funcionales: esquizofrenia, psicosis maníaco-depresiva y paranoia, pese a que esta última es considerada algunas veces como una variante de la primera (Rycroft, 96). Veremos suscintamente cada una de ellas, tomando en consideración la descripción psiquiátrica y la explicación freudiana.

PSICOSIS MANIACO-DEPRESIVA: Psicosis donde se alternan los periodos de manía y de depresión. El paciente sufre una serie de ataques cíclicos de elación y depresión, con intervalos de normalidad (Rycroft, 96).

Aclaremos aquí los conceptos de manía y de elación, íntimamente vinculados entre sí, así como el término de melancolía, habitualmente ligado a la psicosis maníaco-depresiva.

ELACION: Sensación de euforia que ocurre típicamente después de un triunfo. Como término patológico, es la emoción que acompaña a la manía, y psicoanalíticamente se la entiende como una sensación de triunfo del yo sobre el superyó, cuya imaginaria hostilidad es responsable de la depresión en la fase depresiva de la psicosis maníaco-depresiva (Rycroft, 49, 75).

MANIA: Es considerada como una de las dos fases de la psicosis maníaco-depresiva, y se caracteriza por la elación, por una aceleración psicomotriz (una aceleración grosera de la actividad mental y física), y por una fuga de ideas (pensamiento rápido basado en asociaciones superficiales, e indisciplinado por falta de autocrítica) (Rycroft, 75).

MELANCOLIA: es un término en desuso para lo que ahora se llama depresión (en especial la depresión endógena) o fase depresiva de la psicosis maníaco-depresiva (Rycroft, 76). La bibliografía psicoanalítica es unánime al considerar la depresión melancólica como una forma patológica del duelo, siendo el objeto perdido un ‘objeto interno’ y no una persona real (Rycroft, 45).

Sinteticemos la explicación psicoanalítica de la psicosis maníaco-depresiva, siguiendo los lineamientos de Kaplan y Sadock.

Este tipo de pacientes tiene un tipo particular de dependencia narcisista infantil de su objeto de amor. Para compensar sus sentimientos de indignidad requiere un aporte constante de amor de un objeto amado y muy valorado. Mientras este objeto dura, el paciente puede funcionar con mucha eficacia, pero por sus tendencias autopunitivas, elige un objeto que terminará perdiéndose, con la consiguiente desilusión.

Así, él mismo crea las bases de su enfermedad, y comienza la fase depresiva. Cuando esta última cede se da paso a una exaltación temporal (manía) cuando las metas y objetos narcisistas importantes parecen estar de nuevo al alcance, cuando han sido modificados o reducidos lo suficiente para ser alcanzables en una forma realista, cuando han sido rechazados completamente o cuando el yo se repone de su choque narcisista recuperando su autoestima por distintos medios. La manía representa un medio de evitar la depresión interna.

Comprende la negación de la realidad interna, dolorosa, y la huida a la realidad externa, pues la persona maníaca no desea enterarse de sus propios sentimientos, no puede permitirse la empatía con los demás y está emocionalmente aislada (Kaplan, 90).

Freud explica la depresión melancólica especialmente en «DUELO Y MELANCOLIA» (1917). Allí afirma que, mientras en el duelo normal el sujeto puede catectizar nuevos objetos con la libido antes depositada en el objeto perdido, en la melancolía la libido no es desplazada sobre nuevos objetos sino sobre el yo, es decir, se produce una identificación del yo con el objeto perdido.

Así, los reproches del yo hacia la persona perdida se convierten en autorreproches, dirigidos desde la conciencia moral (o lo que más tarde Freud llamará superyó).

La melancolía tiende a transformarse en manía, y otras veces hay una alternancia cíclica entre ellas. Ambas afecciones estarían relacionadas, según Freud, porque mientras la melancolía lucha por retener al objeto perdido identificado con el yo, la manía lucha por liberarse de dicha identificación.

ESQUIZOFRENIA: Grupo de enfermedades que se presentan clínicamente como muy distintas entre sí, pero donde es posible encontrar ciertos rasgos comunes: incoherencia del pensamiento, de la acción y de la afectividad (designadas con las palabras clásicas discordancia, disociación, disgregación), la separación de la realidad con replegamiento sobre sí mismo y predominio de una vida interior entregada a las producciones de la fantasía (autismo), actividad delirante más o menos acentuada, siempre mal sistematizada; por último, el carácter crónico de la enfermedad, que evoluciona con ritmos muy diversos hacia un ‘deterioro’ intelectual y afectivo, conduciendo a menudo a estados de aspecto demencial, constituye, para la mayoría de los psiquiatras, un rasgo fundamental sin el cual no puede diagnosticarse esquizofrenia (Laplanche, 128).

Originalmente, Kraepelin designó este grupo de patologías como ‘demencia precoz’, aludiendo al hecho de que aparecía en la adolescencia (Rycroft, 44). Más tarde Bleuler prefirió llamarlo ‘esquizofrenia’ (mente dividida o disociada) con el fin de resaltar lo que él consideraba el síntoma fundamental: la disociación o escisión (Spaltung) (Laplanche, 128) (Rycroft, 52). Aclaremos estos últimos términos:

DISOCIACION: Designa…

    1) Situación donde dos o más procesos coexisten sin llegar a estar conectados o integrados, y

    2) proceso defensivo que lleva a dicha situación. Suele hablarse de disociación con referencia a procesos (por ejemplo disociación del estado consciente), y de escisión en relación con estructuras (escisión del yo) (Rycroft, 47).

ESCISION DEL YO: Término utilizado por Freud para designar un fenómeno muy particular observado especialmente en el fetichismo y las psicosis: la coexistencia, dentro del yo, de dos actitudes psíquicas respecto a la realidad exterior en cuanto ésta contraría una exigencia pulsional: una de ellas tiene en cuenta la realidad, la otra reniega de la realidad sustituyéndola por una producción del deseo.

Ambas actitudes coexisten sin influirse recíprocamente (Laplanche, 125). En general, ‘escisión’ designa un proceso por el cual una estructura mental pierde su integridad y es reemplazada por 2 o más estructuras-partes (Rycroft, 52).

No es lo mismo un esquizofrénico que un esquizoide.

ESQUIZOIDE:

    1. Originalmente, persona donde hay un divorcio entre las funciones emocionales e intelectuales. El término deriva de Bleuler, quien sostuvo que tal divorcio era el trastorno esencial de la esquizofrenia.

    2. Por extensión, cualquier persona cuyas características sugieran una comparación con la esquizofrenia o que, de convertirse en psicótico, es más propensa a convertirse en esquizofrénico que en maníaco-depresivo.

    3. De aquí, por extensión mayor, retraído, receloso, que tiende a tener una intensa vida de fantasía (Rycroft, 53).

Enfoque freudiano de la esquizofrenia.- La esquizofrenia es planteada como un fenómeno regresivo a estadios muy primitivos del desarrollo. La fijación predisponente debe situarse al comienzo del desarrollo que conduce del autoerotismo al amor objetal (Laplanche, 130).

La regresión esquizofrénica se precipita normalmente por una pérdida o frustración, como consecuencia de la cual el sujeto retira la libido del mundo exterior (Kaplan, 90).

Esta libido es a continuación cargada sobre el yo, dando lugar por ejemplo a estados de grandeza megalomaníaca por la carga sobre el yo, y a actitudes de desinterés, mutismo, negativismo u hostilidad (Fenichel, 469) por la descarga de la realidad exterior.

Este retorno de la libido sobre el yo fue designado por Freud RETRACCION de la libido, a diferencia de la INTROVERSION, típica de la neurosis, donde la libido carga objetos fantaseados.

En una segunda etapa, el esquizofrénico desarrolla un proceso de restitución, donde intenta reenviar la libido yoica nuevamente hacia el mundo exterior: síntomas restitutivos son por ejemplo las alucinaciones y los delirios. En suma, el proceso esquizofrénico puede ser descripto en términos de retracción primero, y restitución después, teniendo cada proceso su propia sintomatología. Aclaremos el significado de restitución dentro de la teoría freudiana:

RESTITUCION: Proceso por medio del cual un paciente esquizofrénico o paranoide construye delirios que le restauran un sentido de significación. Según Freud (1911) el paranoide experimenta una catástrofe interna, simbolizada con frecuencia por la idea de una catástrofe mundial, cuyo resultado es que todo le resulta indiferente e intrascendente. Luego construye delirios que restauran el significado del mundo.

«La formación delirante, que tomamos como un producto patológico, es en realidad un intento de recuperación, un proceso de reconstrucción» (Rycroft, 103).

El proceso esquizofrénico es también descripto por Freud, como hemos visto, en términos de un conflicto entre el yo y la realidad exterior, en el marco de su descripción de las psicosis en general.

Un párrafo de Laplanche sintetiza las explicaciones en términos de retracción-restitución y la planteada en términos de conflicto yo-realidad: en las psicosis se produce al principio una ruptura entre el yo y la realidad, que deja al yo bajo el dominio del Ello; en un 2º tiempo, el yo reconstituiría una nueva realidad, conforme a los deseos del ello (Laplanche, 323). En el primer tiempo ocurre la retracción libidinal, y en el segundo la restitución.

Mencionemos, finalmente, el problema esquizofrénico en términos de representaciones de cosa y de palabra. Freud sostuvo que en la esquizofrenia, el paciente aparta catexia de las representaciones de las cosas (o sea, las despoja de significación) y luego trata a las representaciones de las palabras como si fueran cosas, construyendo un mundo delirante sobre la base de palabras y no de objetos.

En el pensamiento esquizofrénico, las palabras están sujetas al proceso primario, o sea, son tratadas como la gente normal trata a las imágenes visuales en los sueños (Rycroft, 91), o sea, recurre a mecanismos como la condensación, el desplazamiento, etc. Freud se ve obligado a introducir su hipótesis de las representaciones de cosa y de palabra, precisamente, para poder explicar el proceso esquizofrénico al respecto (Wyss, 94).

Clasificación de las esquizofrenias.- Clásicamente, la psiquiatría distingue tres formas de esquizofrenia: hebefrénica, catatónica y paranoide (Laplanche, 128) (Rycroft, 53). En otras clasificaciones se agrega la forma clínica simple (Viganó, 95), y en la última versión del DSM, en el DSM-IV, se consideran los subtipos paranoide, desorganizado, catatónico, indiferenciado y residual (DSM-IV, 284).

PARANOIA: Psicosis crónica caracterizada por un delirio más o menos sistematizado, el predominio de la interpretación, la ausencia de debilitación intelectual, y que generalmente no evoluciona hacia la deteriorización. Freud incluye en la paranoia no sólo el delirio de persecusión, sino también la erotomanía, el delirio celotípico y el delirio de grandeza (Laplanche, 270).

No debe confundirse la paranoia con la esquizofrenia paranoide. En la paranoia, los delirios están organizados en un sistema coherente, mientras que en la esquizofrenia paranoide están mal sistematizados (Rycroft, 86).

Asimismo, en el contexto de la nosografía establecida por Freud, hay una relación específica entre paranoia y esquizofrenia, que consignamos en el párrafo siguiente.

Hemos visto la clasificación de las psicosis en psicosis maníaco-depresiva, esquizofrenia y paranoia. Nos resta sintetizar las diversas modificaciones que realizó Freud a lo largo del tiempo en relación con la nosografía de las psicosis, modificaciones que aparecen esquematizadas en el esquema 8.2.

En ese esquema, podemos ver 3 etapas:

    1) Hasta 1898, Freud no hizo una distinción especial e incluyó ciertas psicosis dentro de las psiconeurosis.

    2) A partir de 1915, Freud distingue, dentro de las psiconeurosis, las neurosis de transferencia y las neurosis narcisistas, siendo estas últimas las psicosis funcionales (sin lesión orgánica).

    3) Hacia 1924, Freud distingue por un lado las neurosis narcisistas y por el otro las psicosis. Dentro de estas últimas ubicará a la esquizofrenia y a la paranoia, mientras que la psicosis maníaco-depresiva persistiría incluida como neurosis narcisista. Hoy en día, hemos indicado, se incluye dentro de las psicosis la esquizofrenia, la paranoia y la psicosis maníaco-depresiva.

Nos resta aclarar la relación freudiana entre paranoia y esquizofrenia, y como juega en este contexto la entidad designada como parafrenia.

PARAFRENIA:

    a) Término propuesto por Kraepelin para designar psicosis delirantes crónicas que, como la paranoia, no se acompañan de debilitación intelectual ni evolucionan hacia la demencia, pero se asemejan a la esquizofrenia por sus construcciones delirantes ricas y mal sistematizadas, a base de alucinaciones y fabulaciones.

    b) Término propuesto por Freud para designar, sea la esquizofrenia («parafrenia propiamente dicha»), sea el grupo paranoia-esquizofrenia. En la actualidad, la acepción de Kraepelin ha prevalecido totalmente sobre la propuesta por Freud (Laplanche, 269).

Relación esquizofrenia-parafrenia.- Freud, en efecto, prefirió llamar parafrenia a la esquizofrenia, y ello por dos razones (Laplanche, 269):

    a) la expresión ‘parafrenia’ designaba mucho mejor que ‘esquizofrenia’ el mecanismo profundo de la enfermedad, y

    b) ‘parafrenia’ se parece más a ‘paranoia’ que esquizofrenia, con lo cual quedaba enfatizada la unidad de las psicosis y su división en estas dos vertientes (parafrenia y paranoia), es decir, su íntimo parentesco (Laplanche, 130, 269).

Más tarde, en «INTRODUCCIóN AL NARCISISMO» (1914) Freud amplia el sentido de parafrenia, que abarcará el grupo paranoia-esquizofrenia, llamando a esta última ‘parafrenia propiamente dicha’ (Laplanche, 269).

Relación esquizofrenia-paranoia.- Simplificando esta relación en el contexto de la obra de Freud, diremos que el creador del psicoanálisis por un lado distinguió nítidamente ambas entidades, pero por otro lado desdibujó sus límites.

    a) Freud intentó en varias ocasiones diferenciar esquizofrenia de paranoia, diciendo que ambas debían distinguirse en dos niveles: en el nivel de los procesos y en el nivel de las fijaciones. En cuanto a los procesos, en la esquizofrenia predomina el proceso de ‘represión’ o retiro de las catexis de la realidad sobre el proceso inverso de restitución, y dentro de estos últimos, predominio de aquellos que son afines a la histeria (alucinación) sobre los propios de la paranoia, que se parecen más a los de las neurosis obsesiva (proyección). En cuanto a las fijaciones, estas son más precoces en la esquizofrenia que en la paranoia (Laplanche, 130).

    b) Por otro lado, dijimos que Freud desdibujó los límites entre ambas entidades, cuando admite que los síntomas paranoicos y esquizofrénicos pueden asociarse. De hecho, indicó, ambas psicosis pueden combinarse en múltiples formas, como lo ilustra el caso Schreber, y eventualmente el enfermo puede pasar de una a otra. Para ello Freud da una explicación genética.

Si Kraepelin distinguía paranoia de esquizofrenia paranoide, y Bleuler incluía por el contrario la paranoia dentro del grupo de las esquizofrenias, Freud incluiría en la paranoia algunas formas llamadas paranoides de la esquizofrenia, especialmente por considerar que la ‘sistematización’ del delirio no constituye un buen criterio para definir la paranoia (para Freud, la ‘demencia paranoide’ de Schreber es esencialmente una ‘paranoia’).

Para Freud, la paranoia se define por su carácter de defensa contra la homosexualidad. Cuando predomina este mecanismo en un delirio llamado paranoide, esto constituye para Freud una razón suficiente para relacionarlo con la paranoia, incluso en ausencia de ‘sistematización’ (Laplanche, 271).

8.4 PERVERSIONES

a) Caracterización

Rycroft, hemos dicho, clasifica el conjunto de las enfermedades mentales como psicosis, neurosis y trastornos de conducta. La psiquiatría contemporánea ubica a las perversiones como trastornos de conducta, sobre la base de que los ‘síntomas’ son conductas que el paciente, según su propia expresión, goza, y no incapacidades que le pueden producir sufrimiento (Rycroft, 89). Definamos entonces brevemente trastorno de la conducta.

TRASTORNO DE LA CONDUCTA: Término de diagnóstico psiquiátrico que abarca la psicopatía, las perversiones y las adicciones, condiciones que tienen en común que sus «síntomas» consisten en una conducta que la sociedad (y a veces el ‘paciente’ mismo, cuando está de humor reflexivo) desaprueban (Rycroft, 116).

La unidad clínica de los trastornos de conducta ha sido enfatizada también por autores como Fenichel, quien dedica todo un único capítulo de «Teoría psicoanalítica de las neurosis» a estos trastornos, y que titula «Perversiones y neurosis impulsivas» (Fenichel, 367).

Los trastornos de conducta provocan algunos problemas formales acerca de la naturaleza de la enfermedad mental, ya que los «síntomas» son, en primera instancia al menos, actos voluntarios por los que la sociedad como un todo, y la ley en particular, hacen responsables al paciente. Las perversiones están sujetas, en general, a explicación psicoanalítica, pero sólo excepcionalmente al tratamiento psicoanalítico (Rycroft, 116). Examinemos la perversión, entonces, desde el punto de vista freudiano.

PERVERSION: Desviación con respecto al acto sexual «normal», definido como coito dirigido a obtener el orgasmo por penetración genital, con una persona del sexo opuesto. De un modo más general, se designa como perversión el conjunto del comportamiento psicosexual que acompaña a tales atipias en la obtención del placer sexual (Laplanche, 272).

Perversiones sexuales son comportamiento sexuales regresivos que sustituyen, con predilección y a veces en forma exclusiva, las condiciones normales del orgasmo o las conductas relacionadas con él. No sólo deforma el comportamiento o las relaciones sexuales, sino que entraña también de acuerdo con la aberración del deseo sexual notables alteraciones en el carácter, la personalidad y la vida social (Ey, 340).

Para el psicoanálisis, las perversiones son manifiestamente de carácter sexual. Cuando se ha cedido completamente a los impulsos patológicos, se produce el orgasmo. Son personas donde la sexualidad es infantil, y donde todas sus energías sexuales se concentran en un instinto parcial en particular, que compite con la supremacía genital (Laplanche, 368-369).

Desde este punto de vista, la perversión adulta aparece como la persistencia o reaparición de un componente parcial de la sexualidad (Laplanche, 273). Mientras el predominio de las pulsiones parciales ocurre en la niñez no cabe hablar de perversión, porque para el psicoanálisis el niño es ‘normalmente’ un perverso polimorfo. Sólo a partir de la pubertad todas las pulsiones parciales se subordinarán a la supremacía genital.

Los requisitos previos que deben llenarse, por último, para hacer posible el desarrollo de una perversión son básicamernte dos:

1) un factor constitucional de facilitación orgánica: el sujeto nace con ciertas zonas erógenas más sensibles, y b) ciertas experiencias infantiles que condujeron a la fijación patógena decisiva. A diferencia de la fijación neurótica, en la fijación perversa ha ocurrido una simultaneidad de la gratificación sexual, con un sentimiento de seguridad o reaseguramiento que se opone a un temor inhibidor (Fenichel, 413).

b) Clasificación de las perversiones

Es posible clasificar la gran variedad de perversiones sobre la base de un criterio (Laplanche, 272): en qué condiciones se obtiene el orgasmo. El orgasmo puede conseguirse de dos maneras:

1) con objetos (que a su vez pueden ser objetos externos, como otra persona del mismo sexo, o bien partes del propio cuerpo, como el caso del coito anal), o

2) con situaciones (por ejemplo pegando, mirando, vistiéndose de mujer, etc.). Esta clasificación es simplemente didáctica, porque en la práctica es posible hallar combinaciones de ellas.

Repasemos las principales perversiones.

HOMOSEXUALIDAD: Conducta sexual donde el objeto de satisfacción es otra persona del mismo sexo. Según Freud (1914), el amor homosexual difiere del heterosexual en que es narcisista, ya que el objeto es amado en razón de su similitud con lo que el sujeto es, alguna vez fue o espera ser en algún momento, opuesto al amor heterosexual, que es anaclítico, es decir, dependiente del objeto que proporciona aquello que el sujeto no puede ser (Rycroft, 63). Lesbianismo es la designación específica para la homosexualidad femenina.

PEDOFILIA: O paidofilia. Literalmente significa amor a los niños, pero en la práctica, su sentido se reserva a la tendencia a cometer delitos sexuales contra ellos. No existe ningún estudio psicoanalítico sobre la pedofilia, pero las pruebas sociológicas sugieren

    (a) que raramente se la asocia con violencia contra la víctima,

    (b) que no es una perversión en el sentido de ser la forma de conducta sexual ‘preferida’ del sujeto, y

    (c) que la víctima suele ser voluntaria (Rycroft, 87).

ZOOFILIA: Bestialismo. Satisfacción sexual obtenida con animales (Rycroft, 122).

NECROFILIA: Satisfacción sexual obtenida con cadáveres.

FETICHISMO: Perversión en la cual la satisfacción sexual se obtiene por intermedio de un objeto llamado ‘fetiche’. Un fetiche es un objeto al cual el individuo le atribuye significación sexual y ante cuya ausencia es incapaz de una excitación de ese tipo. Un fetiche es tanto un objeto inanimado o una parte no sexual de una persona, artículos de adorno, y de los animados, típicamente el pelo o los pies (Rycroft, 58).

El fetichismo es un ejemplo clásico de pensamiento regido por el proceso primario que influye sobre la conducta ya que

    (a) el fetiche tiene múltiples significados derivados de la condensación, el desplazamiento y la simbolización de otros objetos, y

    (b) el fetichista se conduce como si en realidad fueran esos otros objetos, y no está más perturbado por la incongruencia o el absurdo que un soñador mientras está soñando (Rycroft, 58).

Esos otros objetos representados por el fetiche constituyen en última instancia el pene, con lo cual debemos relacionar el fetichismo con el complejo de castración.

Freud explica el fetichismo, en efecto, a partir de una negación del temor a la castración, donde el yo está escindido en dos partes: uno acepta la realidad de la castración, mientras la otra parte reniega de dicha realidad (Rycroft, 52).

Fenichel describe el ‘razonamiento’ del fetichista del siguiente modo:

«El pensar que hay seres humanos sin pene, y que yo mismo podría ser uno de ellos, hace imposible que yo pueda permitirme una excitación sexual [pues podrían castrarme]. Pero ahora veo aquí un símbolo del pene en una mujer [por ejemplo el pelo, o los pies, o sus medias, es decir un fetiche]; esto me ayuda a eliminar mi temor, y de este modo puedo permitirme excitarme sexualmente» (Fenichel, 386) (los corchetes son nuestros).

TRASVESTISMO: O travestismo. Perversión sexual donde el sujeto manifiesta obtener placer sexual vistiéndose con las ropas del sexo opuesto. Virtualmente limitado a los hombres, no es en sí mismo un indicador de homosexualidad y es compatible con la actividad heterosexual (Rycroft, 118).

De acuerdo a Fenichel, el trasvestista masculino adopta simultáneamente la actitud del homosexual masculino (pues sustituye el amor hacia la madre identificándose con ella) y la actitud del fetichista (al negarse a reconocer la carencia de pene en la mujer). Fantasea con la idea de que la mujer tiene pene superando así su angustia de castración, y se identifica con la mujer fálica así creada (Fenichel, 389).

SADISMO: Perversión sexual donde el sujeto expresa sentir placer erótico si inflinge dolor en el otro. Por ejemplo, el sadismo oral o placer en morder. Rycroft señala que no está muy claro si el sadismo es un simple componente del instinto, o si es una fusión de impulsos libidinales y agresivos; o si el elemento agresivo se debe a tendencias destructivas innatas o al resultado de una experiencia de frustración o humillación. Tampoco está muy claro si el «placer» sádico reside en ver cómo el otro sufre, o en la sensación de poder derivada de estar en condiciones de inflingir dolor (Rycroft, 104).

MASOQUISMO: Perversión sexual donde el sujeto expresa sentir placer si se inflinge dolor a sí mismo. El masoquismo es tanto una real como una aparente excepción del principio del placer. Tiende a ser explicado de las siguientes formas:

    (a) como transformación en lo contrario del sadismo,

    (b) como identificación con el compañero sádico,

    (c) como un paliativo de la culpa al experimentar castigo y dolor simultáneamente con el placer,

    (d) como una erotización de un rol sumiso, originalmente adoptado para apaciguar a las figuras autoritarias, y

    (e) como manifestación del instinto de muerte (Rycroft, 76).

EXHIBICIONISMO: Perversión sexual donde el varón expone sus genitales a una mujer. Por extensión, toda conducta motivada por el placer de ser observado, de mostrarse ante los demás, etc. Freud califica al exhibicionismo como un componente del instinto y como un componente normal de la sexualidad infantil (Rycroft, 55).

El exhibicionismo es un recurso contra el temor a la castración. Señala Fenichel que este reaseguramiento contra la castración puede ser obtenido por un exhibicionista masculino de las siguientes maneras:

    1) dice inconscientemente a sus supuestos espectadores: «reaseguradme de que tengo pene reaccionando a la vista del mismo»,

    2) «reaseguradme de que mi pene os atemoriza, y entonces no tendré que estar atemorizado yo» (identificación con el agresor), y

    3) «te muestro lo que yo quisiera que pudieras mostrarme a mí». Aquí, el exhibicionismo no sólo es una máscara de la escoptofilia (placer por mirar lo del otro), sino también se emplea como recurso mágico para que la niña atacada pueda exhibir precisamente la misma cosa, o sea un pene (Fenichel, 390-391), y así, si la niña tiene pene no hay porqué temer a la castración.

El exhibicionismo como perversión no existe en la mujer. Sin embargo, la exposición no genital de todas las otras partes del cuerpo con un propósito de placer preliminar, es más común en la mujer que en el hombre (Fenichel, 391).

VOYEURISMO: O escoptofilia (placer al mirar). Perversión sexual donde la forma preferida de actividad sexual del sujeto es mirar a las partes o actividades sexuales de otros. Desde el planteo clásico, el voyeurismo deriva de la escoptofilia infantil, uno de los componentes del instinto infantiles. También considera al voyeurismo y al exhibicionismo como opuestos pareados, siendo el primero la versión activa del segundo, y el segundo la versión pasiva del primero (Rycroft, 120).

En el inconsciente de los voyeurs se hallan las mismas tendencias que en los exhibicionistas. Sucede con frecuencia que los voyeurs quedan fijados a experiencias que provocaron su angustia de castración, ya se trate de escenas primarias o de la contemplación de genitales adultos. El paciente intenta negar el fundamento de este miedo repitiendo, con algunas alteraciones, las escenas temidas (Fenichel, 393).

8.5 CASOS LIMITE

CASO LIMITE: Expresión utilizada generalmente para designar afecciones psicopatológicas situadas entre la neurosis y la psicosis, especialmente las esquizofrenias latentes que presentan una sintomatología de apariencia neurótica (Laplanche, 49).

Estos casos se llaman también casos limítrofes, estados límite o «bordeline«. Para Rycroft, un caso límite es un paciente que está en la frontera que separa neurosis de psicosis, esto es, tanto uno cuya psicopatología desafía la clasificación o uno cuyos mecanismos son psicóticos pero cuyo comportamiento no determina que sea tratado como tal.

El uso surge del hecho de que los sistemas de diagnóstico suponen una mutua exclusión entre neurosis y psicosis, mientras que la observación clínica muestra que tal mutua exclusión no existe (Rycroft, 74).

Los borderline suelen padecer una ansiedad crónica y difusa, y sus síntomas neuróticos son múltiples. La sexualidad suele ser promiscua y, en ocasiones, perversa. Su organización de personalidad puede ser inclusiva o infantil y la necesidad imperativa de gratificar sus impulsos se expresa episódicamente, dando lugar a un característico acting-out. El narcisismo suele ser un elemento predominante en su estructura de carácter. Bajo estos elementos se oculta un núcleo paranoico basado en la proyección de una rabia oral primitiva El borderline tiene poca tolerancia incluso a niveles bajos de ansiedad, y carece de canales adecuados para la sublimación de sus impulsos (Kaplan, 89).

8.6 RELACION ENTRE NEUROSIS, PSICOSIS Y PERVERSIONES

a) Neurosis-psicosis

1) Como quedó indicado anteriormente, el núcleo de la neurosis es un conflicto entre el yo y el ello (y el yo se alía con la realidad exterior), mientras que en la psicosis, en conflicto central es entre el yo y la realidad exterior (y el yo se alía con el ello). Este es el punto de vista de la segunda tópica freudiana (Laplanche, 323), de donde se desprenden los mecanismos defensivos involucrados en cada caso: represión en la neurosis, y renegación en la psicosis. En efecto, mientras el neurótico comienza reprimiendo las exigencias del ello, el psicótico comienza por renegar de la realidad (Laplanche, 363).

En otras palabras, según Freud los conflictos psicóticos ocurren primariamente entre el individuo y su ambiente, y los conflictos neuróticos se producen en el interior de la personalidad, entre deseos infantiles inconscientes y actitudes adultas (Kaplan, 89).

2) También hemos indicado anteriormente que en la neurosis, se produce una introversión de la libido (pasaje de la libido del mundo externo a objetos fantaseados), mientras que en la psicosis se produce una retracción (pasaje de la libido del mundo externo al yo). Estos procesos son explicados por Freud en «Introducción al narcisismo».

3) Las neurosis implican una fijación a estadios menos primitivos que en las psicosis. Señala Laplanche que en ambos cuadros hay regresión, sólo que a distintas etapas. Por ejemplo, un esquizofrénico volvería a ser un lactante, mientras que un neurótico obsesivo regresaría a la etapa anal (Laplanche, 359).

4) Desde ya, las defensas en el psicótico son también más primitivas y están menos organizadas que en el neurótico. El psicótico utiliza sobre todo la negación, la distorsión y la proyección, reflejándose como huida, retraimiento social o la simple inhibición de los impulsos. Estos mecanismos defensivos están mucho menos organizados que las defensas neuróticas como la represión o la formación reactiva (Kaplan, 89).

5) Algunas psicosis, llamadas psicosis orgánicas, tienen causas físicas demostrables que explican los síntomas sin hacer referencia ya sea a la personalidad del paciente o a cualquier motivo que este tenga para desear estar enfermo. Las neurosis se asemejan a las enfermedades físicas en el sentido de que tienen síntomas de los cuales el paciente se queja, pero son inexplicables si no se hace referencia a la personalidad y motivos del paciente, esto es, son creaciones del paciente mismo y no simplemente los efectos de causas que operan sobre él (Rycroft, 77).

6) Las psicosis, aún cuando sean de origen psicogénico, son inaccesibles al tratamiento psicoanalítico, esgrimiéndose la razón de que se trata de trastornos narcisistas en los que el paciente es incapaz de formar una transferencia, cosa que sí ocurre en las neurosis (Rycroft, 96). Estas circunstancia es lo que llevó a Freud a distinguir las neurosis de transferencia (neurosis propiamente dichas) de las neurosis narcisistas (psicosis).

7) Autores como Fenichel dejan planteado el problema de si la diferencia entre neurosis y psicosis es cuantitativa o cualitativa.

Dice, concretamente, que queda aún por averiguar si aquello en que difiere una enfermedad de otra se debe a diferencias de profundidad dentro de un proceso en lo esencial similar, o más bien cada una de ellas tiene una etiología diferente y obedece a leyes distintas de la patología (Fenichel, 467).

8) Por último, sinteticemos algunos aspectos históricos. Originalmente, algunos cuadros neuróticos como las obsesiones y las fobias se incluían dentro de las psicosis, demencias o delirios (Laplanche, 237).

Es así que al principio, ‘psicosis’ designaba cualquier enfermedad mental, y sólo a fines del siglo XIX se diferenció la psicosis de la neurosis, considerándose a esta última una enfermedad funcional de los nervios (sin lesión detectable) y donde el enfermo no era enviado al asilo (Laplanche, 321).

Hacia 1894, Freud clasifica las defensas patológicas en neurosis y psicosis, incluyendo entre estas últimas a la confusión alucinatoria, la paranoia y la psicosis histérica (que diferencia de la neurosis histérica) (Laplanche, 322).

b) Psicosis-perversión

En sus últimos trabajos, especialmente sobre el fetichismo (una perversión), Freud observó ciertas semejanzas en cuanto a uso de defensas como la renegación de la realidad y la escisión del yo, típicas de la perversión, pero que también aparecían en las psicosis (Laplanche, 274).

c) Neurosis- perversión

1) La típica relación establecida por Freud (1916) indica que la perversión es el negativo de la neurosis, porque mientras el neurótico reprime su sexualidad, el perverso la libera y disfruta, aunque a nivel de instintos parciales. La neurosis, señala Laplanche, es una perversión ‘negativa’ en la medida en que la perversión es la manifestación en bruto, no reprimida, de la sexualidad infantil (Laplanche, 274).

Una formulación alternativa es que el pervertido regresa a la sexualidad infantil, mientras que el neurótico utiliza otras defensas, ya sea en lugar de o después de la regresión (Rycroft, 89).

2) La perversión sería entonces una regresión a la fijación anterior de la libido (Laplanche, 273). Con todo, a medida que se desarrolla la teoría de las perversiones, parece dudoso que pueda reconocerse en éstas el modelo de una fijación equiparable a la simple persistencia de un vestigio genético. El hecho de que se encuentren en el origen de las perversiones conflictos y mecanismos similares a los neuróticos, pone en tela de juicio la aparente simplicidad del concepto de fijación (Laplanche, 158).

3) Las perversiones se combinan, a menudo, con neurosis, la mayor parte de las veces, a causa de la común fijación pregenital, con las neurosis obsesivas y las psicosis.

De hecho, los diversos casos corresponden a las 3 posibilidades siguientes:

    1) La perversión y la neurosis se desarrollan una junto a otra. El yo del perverso, en su lucha con el conflicto edípico, presta su conformidad a un representante de la sexualidad infantil. Esto no excluye, sin embargo, la posibilidad de usar simultáneamente, contra los impulsos perjudiciales, algunos otros mecanismos de defensa, que pueden formar la base de una neurosis. En este caso, la perversión y la neurosis corren paralelas.

    2) Una neurosis viene a complicar una perversión primariamente establecida. Así, puede suceder también que una persona con una perversión bien desarrollada se encuentre ante una situación que, o bien hace que su perversión se vincule más estrechamente a la situación edípica, o bien representa un incremento del temor a la castración. Las situaciones de esta índole exigen nuevas medidas de defensa y éstas, a su vez, pueden crear una neurosis.

    3) Una perversión se suma a una neurosis primariamente establecida. Por ejemplo, los síntomas de una inveterada neurosis obsesiva pueden resultar tan gratificantes como para tomar la apariencia de una perversión secundaria (Fenichel, 412).


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