Planeta Freud

Archive for noviembre 2011

IsidoroveghYa en 5º o 6º año de medicina participo con un grupo que tenía una cierta orientación política – en una línea donde después estuvo el padre Mujica, al que mataron los militares; yo, por suerte, fui antes hacíamos un trabajo mitad político y mitad de atención a la gente, donde la atención era, por un lado médica, al nivel de lo más elementallos chicos se morían como moscas cuando venía la diarrea, y en invierno la tuberculosis – en fin, conseguir los remedios, llevárselos, atenderlos, etc…

Pero por otro lado, con esta heterodoxia que me venía de Pichon, atendía a la gente, en entrevistas. Atendía pacientes, incluso parejas.

Ahí descubrí que uno de los problemas más graves de la clase obrera es el alcoholismo. Por algo muy simple – eso lo aprendí ahí, sin leerlo en los libros – que si en la vida uno no encuentra algo que le dé sal y pimienta, la vida es insoportable.

Si somos obreros y no tenemos ni para comer, y nuestra mujer es fea y bigotuda y no tenemos ni ganas de acostarnos – porque el pobre obrero no solo es pobre por no poder viajar a Europa, es pobre hasta en los niveles más elementales – es decir, si está casado con una mujer llena de arrugas porque no tiene plata ni para cosméticos, es atroz. Y eso no se dice.

¿Y entonces que le queda al obrero para encontrarle un gusto a la vida? El alcohol. Por supuesto, las señoras gordas le dicen «borracho, negro, andá a trabajar«. No, es el anhelo de encontrarle un sabor a la vida. Entonces yo atendía la gente. Fueron mis primeras experiencias, los antecedentes.

Hasta que me recibí, y de inmediato empecé a atender pacientes. Junto con otros jóvenes analistas fundamos una clínica, que entonces se conoció como la Clínica Díaz Vélez.

Al comienzo se llamaba Centro de Medicina. Imaginen, éramos jóvenes, yo tenía 21 años, y tenía la idea de conjugar todo, una especie de ideal hegeliano, donde íbamos a atender a los pacientes en una perspectiva total. Era una idea de Bauleo. Entonces, psicoanálisis, pero también atender el cuerpo, etc.

Hasta que después de dos o tres años me curé de eso. Mi jefe de clínica en el Sanatorio Municipal, y me dijo «Vegh, Ud. dio una magnifica charla sobre el asma bronquial – me tocaba a mi dar el ateneo – me doy cuenta que es estudioso e inteligente, pero si sigue así no va a ser ni buen clínico ni buen psicoanalista; le prohíbo que venga los próximos 3 días y defínase».

Ahí me di cuenta que mi vocación era el psicoanálisis, absolutamente, y de ahí en más, eso continuó.

Isidoro Vegh
Entrevista de G. Herreros / Michel Sauval

Nubeequina

por Germán García

Un enunciado tiene tres registros; uno llamado de la designación, otro de la manifestación (…) y otro de la significación. (…)

La significación sería del orden del razonamiento. (…) El psicoanálisis no cumple con esto por dos cuestiones.

En el nivel de la designación si un tipo viene y dice que su mujer le envenena la comida, nosotros no mandamos un detective para ver si es verdadero o falso.

No nos ocupamos del valor designativo de su enunciado. Le decimos: «¿Y desde cuándo ocurre esto?»; y él dirá:

«Yo me di cuenta hace cuatro días».

«¿Y cómo se dió cuenta?»

«Bueno, porque el tarro de veneno estaba en la cocina y yo lo había dejado en el jardín.»

Y así él irá construyendo un aparatejo, verosímil, si es un paranoico. Entonces sabremos algo de él en relación al otro femenino que es quien lo quiere envenenar.

Supongamos que un tipo viene y dice que ama tanto a su mujer que ha decidido asesinarla; no le decimos:

«¡Pero eso es absurdo!» 

Quiere decir que tampoco ahí cumplimos con esto que se llama coherencia; no le decimos: «Sea coherente«, le decimos «Diga lo que se le ocurra».

Entonces ¿qué nos queda? La manifestación. Dicho de otra manera, para el psicoanalista el referente es el sujeto mismo. (…)

Al mentir sobre la realidad digo la verdad del deseo.

Por ejemplo, las modelos, para desmentir un mito popular que dice que las mujeres bellas tienen la cabeza hueca, responden así:

«¿A usted que es lo que más le gusta?» ellas dicen: «Leer.» «¿Y qué lee?», «De todo», «¿Se acuerda de algún libro?» «Y… ahora no».

La modelo miente en el sentido designativo, pero como quieren responder al mito de que si una mujer es bella es tonta, al mentir dice una verdad, dice: «Nos gustaría que las mujeres bellas no seamos injuriadas por las feas«. Yo soy sensible a estos reclamos de la belleza.

¿Se entiendé por qué la verdad es igual a mentira? (…) Lacan dice que el analizante empieza por querer engañar al analista y termina angustiado porque lo ha engañado

Plantéense lo siguiente: si un analizante los engaña, se va a angustiar a la larga; entonces no hay por qué preocuparse por saber la verdad. No hay porqué preocuparse por la mentira del paciente porque la mentira es suficiente articulación de verdad

Dice Lacan, citando a Freud, que si viene uno y dice: «Yo jamás tuve una fantasía homosexual», uno no tiene que decirle «La negación, Verniengung, Freud, etc…» 

Hay que decirle: «Sí, claro». 

Pero uno toma en cuenta que en el momento que dice  «nunca tuve una fantasía homosexual» ya lo está diciendo.

Privilegiamos la manifestación, pero ¿con qué diferencia? Que en este esquema la manifestación es la de un sujeto que enuncia, y nosotros decimos que es al revés; que de la manifestaciòn del encadenamiento significante queda un resto que es el sujeto. (…)

Ahora, ¿saben cuál es el problema del psicoanálisis?

El problema del psicoanálisis es un problema de amor, de deseo y de transferencia, no es un problema de nivel. Porque el nivel se adquiere pero el deseo no, no se vende ni se compra, y la transferencia no se manipula porque salta por otro lado.

¿Ustedes no saben topología? La aprenden mañana; pero si ustedes odian el psicoanálisis no pueden amarlo, si ustedes no tienen transferencia con tal cosa, no la pueden fabricar.

Que la universidad sueñe lo que quiera, que sueñe con el nivel, que tomen examen, que los midan, que cuenten las palabras, que las multipliquen, que la dividan, pero no van a lograr con eso que la gente desee lo que no desea. (…)

Yo puedo saber que ustedes están aquí por amor, por odio, pero no están especulando con ganar ningún concurso, no hay diplomaHay más posibilidad que haya una transferencia, un deseo, algo de amor hacia el discurso de Lacan aquí, en este lugar, que en la universidad.

Germán L. García
En torno de las identificaciones
Claves para una clínica
Clases del 13-jun-1987
Otium Ediciones
Tucumán, 2009.-


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