Archive for enero 2012
Agradezco a la Comisión Directiva de letra y a Enrique Tenenbaum quien me sorprendió con esta invitación que, tal vez por sorpresiva, me relanzó a pensar cuestiones en las que ya estaba interesada.
No es la primera vez que me solicitan ocuparme de temas relativos a la Proposición pero esta vez el trabajo ha tomado otro sentido para mí en tanto se trata de hablar de este tema en una jornada organizada por la institución de la que soy miembro.
No sé si sabría delimitar muy bien cuál es ese otro sentido; pero sí sé que es otro.
Destaco esto por dos motivos:
1) mostrar mi concordancia con los términos en que se nos ha formulado la invitación, me refiero a todos nosotros, los que estamos de este lado de la mesa y también ustedes: pensar la Proposición desde la perspectiva histórica que dan, desde esa fecha de 1967, 40 años más de movimiento psicoanalítico, y
2) situar, en este movimiento, la existencia de este agrupamiento de analistas que se dio por nombre letra, Institución Psicoanalítica.
La propuesta de trabajo es explícita también en otro punto: se nos convoca a trabajar los dos textos de la Proposición, el primero que fuera hablado y el escrito, aparecido en Scilicet, así como otros dos lugares en que Lacan retoma cuestiones que aborda en la exposición hablada y/o en el texto escrito.
Estos otros dos lugares son: un párrafo de la clase del 9 de Abril de 1974 (que corresponde al Seminario XXI) y un fragmento de la Intervención sobre el pase en el Congreso de la Gran Motte. Este texto corresponde a lo que fuera publicado en español bajo el título «Sobre la experiencia del en« pase Ornicar? 1, El saber del psicoanálisis.
Muchas de las cuestiones que Lacan aborda en la Proposición las encontramos a lo largo de toda su enseñanza, de todos modos, y para esta oportunidad, me interesó trabajar también la Nota Italiana y he releído todos estos textos teniendo como trasfondo, a la manera de un bajo continuo, el Seminario X sobre La Angustia, en particular, en todos los desarrollos que allí Lacan plantea respecto de la cuestión de la causa.
Lo que sigue es una suerte de collage de problemas abordados en estas diversas intervenciones de Lacan y ya no sabría indicar bien qué aspecto corresponde a cada texto.
Sí puedo decir que después de recorrer estos textos mencionados me centré en la Proposición en su versión escrita, en español publicada por Manantial en Momentos cruciales de la experiencia analítica.
Es sabido que, desde hace tiempo, está instalada en nuestra comunidad una discusión acerca del pase.
Ayer mismo, en una reunión de trabajo, colegas de otra institución me preguntaban por qué festejábamos, luego, más cautos, me preguntaron si era un festejo, por qué festejábamos los 40 años de la Proposición.
Resultaba un poco enigmático que una institución como la nuestra, que no cuenta con el dispositivo del pase, organizara una Jornada alrededor de la Proposición.
Pregunto: ¿Es que la cuestión de la que trata la Proposición se agota en el tema del pase? ¿Es que se trata simplemente de decir sí o no a la puesta en práctica de ese dispositivo?
Me abstendré de responder a estas preguntas, espero más bien, es lo que intento, que lo que siga, logre resituar estas preguntas en un nudo de problemas psicoanalíticos más complejo.
Sí diré lo siguiente: entiendo a la Proposición como un texto privilegiado en tanto me parece el precipitado, en escritura, de un formidable proyecto teórico.
Asimismo, me parece consecuencia de lo que Lacan llamó su invento: el objeto a.
Entiendo, además, que aborda cuestiones teóricas, clínicas, de la formación de los analistas, de las vicisitudes de sus agrupamientos así como del lugar del psicoanálisis en el mundo que, por haber sido planteadas, y por la forma en que lo fueron, son de absoluta actualidad.
No he cometido un lapsus, no he querido decir «no por haber sido planteadas dejan de ser actuales» sino que he querido decir eso que dije, y lo repito: «por haber sido que planteadas, y por la forma en que lo fueron, son de absoluta actualidad«.
Y es desde esta perspectiva que entiendo que la Proposición merece una jornada dedicada a su discusión.
Detengámonos ahora en el término proposición. No todo hecho de lenguaje lo es. Una proposición es un tipo particular de enunciado tal que puede atribuírsele un valor de verdad: verdadero/falso.
Equivale a lo que en lógica se denomina juicio. En tanto atribución de verdad supone la existencia. Sabemos que Lacan algo sabía de Aristóteles pero sabemos también, que, como freudiano, no se contentaba con él (Aristóteles).
Y es aquí que comienzan los problemas y las dificultades ya que la proposición se plantea en relación a cuestiones que tienen otro régimen de verdad y un orden de razón, otro, que lo proposicional.
Sé que es un poco condensado pero el tiempo no me permite otra cosa así que lo diré así: la proposición gira alrededor de dos cuestiones que son heterotópicas respecto de lo proposicional ya que se tratará de situar, por un lado, lo que es del orden de lo indecidible (cuando rodea cuestiones relativas al estatuto del psicoanalista, a su existencia lógica) y, por otro, lo que es del orden de lo imposible (el objeto a; no hay relación sexual que pueda escribirse, es imposible que se escriba, marca de imposibilidad que soporta el saber del analista).
¿Se advierte la paradoja? Se trata de afirmar V/F de aquello que no acepta este tipo de atribución.
Si el régimen proposicional ordena la razón en términos de verdad esta proposición que Lacan nos propone, sobre el psicoanalista de la Escuela, tiene como objeto a aquél que ha hecho la experiencia y que algo sabe sobre los impasses de inadecuación entre razón y verdad.
Si hay algo que recorre toda la enseñanza de Lacan es la división, para el sujeto del inconsciente, entre saber y verdad, y ¿quién más que el que advino al lugar de psicoanalista puede testimoniar de esta división, en tanto que, habiendo desupuesto el sujeto del saber se ha convertido en la verdad de esta división?
La destitución del SsS no autoriza a desentenderse de esta función del saber dado que funcionará como razón de la transferencia que, esta vez, se le dirige.
De este saber supuesto, el de su analizante, nada sabe, y sólo hallará los significantes en que se articula, por encuentro.
Esto no lo autoriza a una posición socrática, a sólo saber que nada sabe, ni a optar por el polo de la verdad que, Lacan advierte, conduce a la religión. Uno de los discursos que hace límite al psicoanálisis.
El otro, la ciencia. Y lo que Lacan nos propone es un tratamiento del saber textual tomando como modelo el saber en lo real propio de la ciencia.
Es el dispositivo escritural lo que le interesa, por eso dice:
«lo que tiene que saber puede ser delineado con la misma relación ‘en reserva según la que’ opera toda lógica digna de ese nombre. Eso no quiere decir nada ‘particular ’, pero eso se articula en cadenas de letras tan rigurosas que, a condición de no fallar ninguna, lo no-sabido se ordena como el marco del saber.»
Se trata de la guía que da el grafo al análisis, el que deberá recorrerse en todos sus puntos y siguiendo todos los vectores. Lacan especificará , algo más tarde, este «particular» al plantear que el saber que el analista aloja es el «que ay relación que pueda escribirse no h«.
Siguiendo el paradigma de Godel, Lacan pretende demostrar esta imposibilidad, pero con la advertencia de que el modelo de la ciencia, a tener en cuenta, es necesario, pero no suficiente, para lo que es de la especificidad del psicoanálisis.
Me interesa detenerme en esta diferencia entre condición necesaria y condición suficiente, ya que son los mismos términos que usará cuando pretenda dar cuenta de cómo alguien adviene al lugar de psicoanalista.
Les pido se distraigan un poco conmigo en relación a esta diferencia. Dados a y b, condición necesaria es que «aunque no hubiese b sin a, seguiría habiendo a sin b«.
En cambio, a es condición suficiente de b cuando hay b siempre que haya a«.
Es importante recalcar que esta cuestión de las condiciones necesaria/suficiente, se plantea en lógica en torno a la relación antecedente/consecuente y, lo que es más importante para nosotros, en torno a la relación causa/efecto.
Si el saber de la ciencia es condición necesaria pero no suficiente para el saber del analista, ¿de dónde se garantiza la suficiencia para este saber que nos atañe?
De la falta, una de cuyas formas es lo no-sabido, como leíamos en lo que antes citamos. O, lo que es lo mismo, el deseo, cuya articulación se aísla en esa guía que da el grafo para el análisis.
No hay analista sino en relación a quien porta la marca de una cierta relación con el saber (relación que no sea la de rechazo, la de no querer saber).
El analista deberá haber cernido el horror, el horror de saber y trocarlo en entusiasmo. Si él, el analista no es llevado al entusiasmo podrá haber habido análisis, pero no hay chance de que haya analista.
¿Se advierte la crítica al clásico trípode freudiano en relación a la formación del analista: análisis, control, seminarios de textos?
El análisis es condición necesaria, pero no suficiente, para que haya analista. De este paso, cuya enunciación es «deseo del analista«, de este paso de «haber sido psicoanalizante» a «analista» es de lo que se trata de dar cuenta.
¿Será posible su demostración?
La práctica del análisis no alcanza para demostrar la existencia de analista.
¿Cómo entonces?
Lacan apela acá a un principio y a un paso constructivo. En cuanto al principio lo enuncia así: El analista sólo se autoriza por él mismo.
Principio en el que nos autorizamos a sospechar la influencia de Benveniste, tanto para lo que tiene que ver con el «se autoriza» (las relaciones entre autoridad, autor, acto para el performativo en la lengua) como para el «él mismo» (las referencias a la tercera persona que no es propiamente una persona).
Habrá que considerar, al respecto, el valor gramatical de la transferencia, valor en que juega un papel primordial el objeto a.
En cuanto al paso constructivo, se tratará de producirlo, de mostrarlo. Wittgenstein en el horizonte. Si el análisis no alcanza para demostrar la existencia del analista, ésta , la existencia del analista, habrá que mostrarla.
De allí el testimonio y la producción de este paso por la producción de un aparato que al reproducir el paso lo producirá y lo mostrará.
La Proposición, más se la recorre , más muestra el impasse.
No hay continuidad ni concordancia entre la argumentación enunciativa de la proposición y el aparato cuya práctica se propone. Este empalme entre intensión y extensión muestra un impasse.
Se habla del fracaso del pase. Y sí, se trata de un funcionamiento que no deja de no funcionar. Pero la apuesta es a que algo se escriba, una detención, una escansión, una puntuación. Para que, por los caminos de la repetición, algo se relance. Se reproduzca ese paso a producir. Aún.
Por otra parte: si Lacan insiste en que la suficiencia la tomamos de la falta y ha ubicado (Seminario X) la falta como teniendo que ver con la causa, ésta tiene por efecto el deseo, y da un resultado: el síntoma.
Entre la causa y el síntoma, ese gap que es el deseo, esa cuyo valor se anota como «x» -? o como «a».
El aparato a producir es una escritura. Para los sujetos interesados el pase podrá tener más o menos consecuencias.
Para el psicoanálisis, lo que cuenta es la apuesta a que algo de la hiancia, de ese agujero donde se resuelve la transferencia, se pruebe en tanto algo cesa, de escribirse.
La apuesta es que algo de ese paso del psicoanalizante al psicoanalista que tiene una puerta cuyo gozne es el resto que hace su división, se escriba.
Nada más lejos de anécdotas o pasiones yoicas. Nada más lejos de suficiencias de prestancia imaginaria.
En cuanto a los distintos agrupamientos de analistas, llámense Institución, Escuela, Sociedad, los pensamos como nombres de síntomas.
De este síntoma de los analistas de tener que estar pasándosela con el pase , que es interrogación acerca de la legitimidad de su posición. De ahí que cada agrupamiento tiene que vérselas con cómo arreglarse con eso.
En cuanto al nuestro, imagino (tal vez deseo), en el hecho de esta Jornada, algo así como un punto de detención. De corte. Lo por venir dirá si así fue y si así fue, qué nuevos caminos de la repetición se habrán abierto.
Aída Dinerstein
Octubre/2007
por Jacques Lacan
Petit discours de Jacques Lacan aux psychiatres.
En el Cercle Psychiatrique H. Ey, Sainte Anne, el 10 de Noviembre de 1967. 1
1 – El primer texto-fuente del que nos valimos, para una traducción anterior de esta conferencia, es la transcripción publicada en la edición anónima que agrupa varios inéditos de Lacan, titulada Petits écrits et conférences (en adelante PEC). El mismo fue ahora confrontado con un segundo texto-fuente, aparecido en Pas-tout Lacan, recopilación de la mayoría de los pequeños escritos, charlas, etc., de Lacan entre 1928 y 1981, a excepción de los seminarios (en adelante PTL), que ofrece en su página web http://www.ecole-lacanienne.net/ la école lacanienne de psychanalyse, bajo los títulos Petit discours aux psychiatres {Breve discurso a los psiquiatras}, en el índice, y Conférence sur la psychanalyse et la formation du psychiatre à Ste. Anne {Conferencia sobre el psicoanálisis y la formación del psiquiatra en Ste. Anne}, en el cuerpo del texto. De este segundo texto-fuente proviene el encabezado en bastardilla. Como lo diremos en nuestra nota 3, ambos textos-fuente coinciden en señalar que esta conferencia había sido anunciada bajo el título La Psychanalyse et la formation du psychiatre.
En 1966 había sido creado, bajo la autoridad del Dr. Henri Ey, el Círculo de Estudios psiquiátricos.
Un ciclo de enseñanza había sido organizado, en el cual una sección estaba reservada al psicoanálisis. Es en ese marco que el Dr. Jacques Lacan había aceptado intervenir. El 10 de Noviembre de 1967, dio allí una conferencia sobre el psicoanálisis y la formación del psiquiatra.
Esta conferencia fue registrada sobre banda magnética. Recordemos el contexto de la época: la «Proposición del 9 de octubre» por el Dr. Lacan, con las disensiones que iban a desembocar en la creación del «Cuarto Grupo», la preparación de la revista Scilicet con su principio del texto no firmado, el anuncio hecho por Lacan del título de su próximo seminario sobre El acto psicoanalítico y el anuncio concomitante del fracaso de su enseñanza en tanto que no se había dirigido más que a los psicoanalistas.
El transcriptor tomó el partido de dar a este Petit discours aux psychiatres de Sainte-Anne, una forma escrita que reprodujera en la medida de lo posible el estilo hablado, con los artificios de puntuación que no pueden ser evitados.
Están mantenidos los supensos, las vacilaciones, escansiones, repeticiones y lapsus como partes integrantes del discurso.
Algunas indicaciones sobre las variaciones del tono habrían sobrecargado inútilmente el texto, sépase solamente que el orador no se privaba de hacer uso de éstas: mordaz, incluso rechinante al comienzo, incisivo y conciso en la parte donde se trata de la teoría del lenguaje, confidencial y de una gran suavidad al final.
La muy mala calidad del registro no ha permitido transcribir totalmente algunos pasajes. De dónde la utilización de los signos […] que indican algunos pasajes absolutamente inaudibles y por lo tanto dejados en blanco o las correcciones del transcriptor. Entre los signos <…> algunas raras correcciones al texto de la transcripción original. Finalmente, entre paréntesis son anotadas las reacciones de la sala. 2
2 – Sin necesidad de más precisiones al respecto, salvo la de que todo lo incluido entre llaves: { }, proviene de esta traducción, el lector comprobará que no sigo al pie de la letra ni las indicaciones del transcriptor de PTL ni los criterios del transcriptor de PEC.
Les agradezco que hayan venido, así, tan numerosos. Voy a tratar de volver esta cohabitación momentánea no demasiado desagradable, dada esta especie de atención colectiva que tienen a bien ofrecerme.
Sin embargo, en principio, esta noche no tendré unas cosas especialmente alentadoras para decirles. En todo caso, no fue con esa intención que acepté hablar, así, casi al principio, pues fue al menos así que me presentaron las cosas.
Y si elegí, pues fui yo quien lo eligió, este título: Formación del psicoanalista y… Psicoanálisis, 3 es porque eso me parece un tema especialmente importante, pero, a propósito del cual, me vi llevado a comenzar por, en fin, lo que puede verse, palparse, lo que con toda apariencia ya está ahí como su resultado, a saber, una constatación bastante desengañada.
3 – Ambos textos-fuente indican en nota al pie de página el título con que había sido anunciada la conferencia: La Psychanalyse et la formation du psychiatre {El psicoanálisis y la formación del psiquiatra}. PEC incluye un “(sic)”en el cuerpo del texto.
La formación del psiquiatra, eso no parece ser algo muy simple, ni que vaya de suyo; casi diría, hasta cierto punto, que lo que lo prueba, es este enorme programa en el cual me inscribieron. Para desplazar a tantas personas para la “formación del psiquiatra”, es preciso tenerlas bien al corriente.
En fin… es una cierta concepción de la formación, que se extiende cada vez más: se forma, se forma.
Se forma con la ayuda de comunicaciones, conferencias, amontonamientos de palabras; a propósito de lo cual, por otra parte, cada tanto podría uno preguntarse cuál puede ser el resultado de esto, pues no se puede decir, tampoco, que lo que ustedes vayan a escuchar, aquí, sobre lo que les concierne como psiquiatras – supongo que los hay aquí en una enorme mayoría – ustedes no van a escuchar propuestas que sean todas convergentes, ni siquiera sólamente compatibles.
Entonces, ¿qué van a hacer? ¿Una síntesis, como se dice? Se puede llamar a eso de otro modo… ¡por qué no fárrago, también! Hay que decir que algunas veces se plantea seriamente la cuestión de la diferenciación entre el fárrago y la síntesis.
Entonces, evidentemente, esta formación del psiquiatra, por el momento, parece entrañar mucho trajín, en el espacio y en el tiempo.
Se trata de ver… se trata de ver en eso cuál es el papel que puede y debe ser reservado al psicoanálisis.
El aspecto desengañado del que hablaba recién es, y en primer lugar, esta conjunción que verdaderamente está al alcance de todos – creo que nadie, aquí, o en otra parte, en fin, ahí donde hay psiquiatras, donde se hace psiquiatría, levantará la voz contra lo que voy a avanzar – es que el psicoanálisis, en el nivel en el que estamos, ¿no?, en el nivel de lo colectivo – no hablo de los efectos del psicoanálisis, localizados en tal o cual, eso es otra cuestión, a la cual llegaremos en seguida – pero, en fin, en el nivel del efecto de masa… – empleo el término que Freud emplea cuando se trata de lo colectivo, es un término que me parece excelente, porque eso no supone… nada de común, este término de masa; no es una conciencia colectiva.
No hay necesidad de conciencia de masa, hay efectos de masa – pero en el nivel de los efectos de masa, que no son más que la adición de un cierto número de efectos particulares que se producen — *que tienen*4 por resultado hacer que el psiquiatra se ocupe cada vez menos de lo que llamamos el enfermo, en general.
4 – {avec} ? * tenga {ait}*
Se ocupa de éste cada vez menos, porque está muy ocupado con su formación psicoanalítica, y porque piensa que hasta tanto no tenga la clave que puede proporcionarle el psicoanálisis, bueno, en fin, no valdrá la pena hacer lo que hasta entonces no será más que grosera escarda, aproximación desconsiderada.
06–12–2009 / Hay secretos familiares, ocultamientos vergonzantes, humillaciones que se revelan en un momento dado acompañadas de actos y palabras violentas como única forma de detener la violencia mortífera del silencio.
La película danesa Celebración muestra como el suicidio de una hija empuja a decir una verdad, a interrumpir una farsa cómplice que pretende imponer un “aquí no ha pasado nada”.
Hay otros tipos de silencio, no menos violentos: se producen cuando en la infancia alguien ha sido privado de una explicación sobre hechos que ha percibido y han conmocionado su estabilidad.
Susana, nacida al poco tiempo de que sus padres emigraran, fue dejada en unas vacaciones, cuando tenía meses, al cuidado de su abuela paterna.
Esta la devolvió a sus padres al año y medio y desapareció una noche sin decirle nada “para que la niña no sufra”.
Susana se despertó en una familia que vivió como “adoptiva”, rodeada de extraños. Atenazada por el terror a una muerte sorpresiva, en su proceso de psicoanálisis se pregunta insistentemente de dónde es y cuál es su lengua: sintiéndose exiliada de las palabras, no encuentra términos ni en una lengua ni en otra para expresarse.
Como describió Freud, el niño pequeño, ante la ausencia de su madre, a través de la repetición del juego, tan familiar para todos, de acercar y alejar un objeto acompañándolo de sonidos, ese “cucutá”, va construyendo una representación que nombra esa ausencia.
Pero registrar lo que ocurre a su alrededor sin unas palabras explicativas, puede llevar a un niño a quedarse con una impresión que carece de soporte alguno al que agarrarse.
Ante el silencio de la partida de sus padres, Susana se queda con alguna imagen errática, un coche que parte, un sonido, un olor y muchas dudas sobre la existencia real de estos sucesos. Todo esto, captado en soledad, la sitúa en el mismo plano que a un extranjero excluido de la posibilidad de compartir una lengua.
No se trata de hechos olvidados: para poder borrar primero hay que escribir.
En el espacio de un análisis puede encontrar alguien que escuche, que dé una señal, que ayude a encontrar una forma de representar y legitimar esos acontecimientos de los cuales un niño puede haber sido apartado en un intento de sus padres de preservarlo y evitarle sufrimientos.
La inscripción de estos hechos, vividos pero “no vividos”, posibilitará que pierdan el carácter de sueño traumático siempre presente y sean incorporados a la historia particular de cada sujeto.
Graciela Strada
Psicoanalista, Madrid
03–12–2009 / “El hombre está confundido y necesita conocer mejor su sexualidad para alcanzar mejor su emancipación.”
Extracto de noticia periodística del texto: El pincel del amor; Diván el Terrible quiere saber algo más de este cambio “dramático”.
Para emanciparse del tamaño del pene:
Atribuimos a la emancipación de la mujer, entre otros trastornos, su capacidad para efectuar comparaciones odiosas y, justamente, odiadas por el hombre.
Eso nos dijo a su paso por Madrid el Dr. Coolsaet, urólogo belga que se ha dado a conocer por un libro llamado El pincel del amor que versa sobre el pene.
Y añadió que el tamaño del pene es el problema en el que se centra hoy el hombre. Nos recomienda a los hombres que nos emancipemos. Esto es, que aceptemos nuestras medidas o que vayamos al psicólogo.
Las mujeres, ocupadas en averiguar qué son. Los hombres centrados en averiguar qué quieren las mujeres, que resulta ser siempre otra cosa, pero siempre más grande, ya sea en su estado natural o a través de cualquiera de sus prótesis en forma de fuerza, poder o riquezas.
Dos mujeres psicoanalistas hablan del viejo Freud y de sus anticuadas ideas sobre la mujer.
— ¿Qué piensas de la envidia de pene? — pregunta una.
Ojos como platos de la otra, quizá lascivos, pero no podría asegurarlo porque no soy un experto.
— ¿De qué pene? — responde interesada.
Esta pregunta es, por tanto, la que nos centra. Pienso que las mujeres mienten. No vale que digan que el tamaño no importa, si luego las escuchas en sus fantasías y resulta que todas sueñan en grandes, enormes penes que las atraviesan.
Que no intenten consolarnos diciendo que “no estás mal”, que “la calidad es lo que vale”, etc. En las relaciones sexuales los amantes cierran los ojos. No es para ocultarse un espectáculo penoso.
Dice G. Pommier (psicoanalista contemporáneo) que es para que la relación amorosa sea posible, ya que sólo se consuma con un compañero ideal, incestuoso. He aquí el falo con el que nos comparan y con el que queremos identificarnos. Andaba, pues, yo en estas cavilaciones, cuando una noticia de periódico hizo la luz en mi mente.
Descubrí un arreglo con el que engañarnos y evitar la depresión. Resulta que la Luna se ve mucho más grande cuando aparece sobre el horizonte que cuando está alta en el cielo.
Dos científicos americanos, Lloyd y James Kaufman, acaban de descubrir que no es una ilusión óptica, sino un engaño de los sentidos.
Al parecer, este cambio aparente de tamaño se debe a cómo percibimos lo que nos rodea. La Luna se percibe de mayor tamaño sobre el horizonte porque las referencias que nos proporciona este mismo horizonte nos hacen interpretar que se encuentra muy lejos y que debe de ser muy grande.
Cuando no hay estas referencias, como cuando está aislada en lo alto de un cielo oscuro, el cerebro decide que está más cerca y que, por tanto, es más pequeña.
Debo reconocer que una teoría similar, aunque aplicada al tamaño del pene, ya la conocía y divulgó hace tiempo un amigo mío.
Decía que el pene visto desde arriba, como ve cada uno el propio, parece muy pequeño, pero que de frente sale más favorecido.
Esa es la razón por la que, cuando practicábamos deportes de equipo, en los vestuarios siempre descubríamos avergonzados que todos los demás lo tenían más grande.
Este descubrimiento le impulsó, en adelante, a contemplar su pene sólo ante un espejo, con lo que logró reconciliarse con su tamaño.
Miguel Amengual
Psicoanalista, España
¿Qué es una cura analítica lacaniana?
12–2011 / Texto de presentación del seminario de casos del seminario del Campo Freudiano de Barcelona, escrito y presentado por Marta Serra en la sesión del seminario del Campo Freudiano de octubre de 2011.
por Marta Serra Frediani
Resumen
El presente artículo pone de manifiesto que teoría y lógica de la cura psicoanalítica van siempre de la mano.
Así, podemos seguir cómo es el acto del analista, equivalente al corte y la interpretación, el que introduce el sujeto en la cura y establece la transferencia, a partir de operadores como el diván y la presencia corporal del analista.
La interpretación apunta a la articulación entre sentido y goce, articulación que constituye el síntoma. Es, en definitiva, la presencia de lo real en forma de repetición lo que orienta la cura y aleja el dispositivo lacaniano de la dimensión especular e intersubjetiva.
El psicoanálisis tiene más de un siglo de existencia. El encuentro de Freud con la histeria fue punto de partida de sus desarrollos teóricos que fueron evolucionando, sensibles a lo que la práctica le imponía. Freud consentía a dejarse orientar por la clínica.
Lacan continuó a partir de la psicosis y a lo largo de más de 40 años no dejó de interrogar lo que Freud hacía y decía pero también lo que él mismo había teorizado.
Su enseñanza se apuntaló primero en un “Retorno a Freud” para después ser un “Lacan contra Lacan”; produjo una banda de Moebius por la que nosotros transitamos, derecho y envés, casi sin darnos cuenta.
Jacques-Alain Miller ha establecido el mapa de nuestro caminar, su orientación Lacaniana, donde teoría y práctica no son campos limítrofes sino que forman una misma cosa.
“La teoría debe siempre pasar finalmente sus poderes a la práctica” (1), decía Lacan, y de esta afirmación intentamos rendir cuenta en cada presentación de casos.
Los analistas lacanianos, al apostar por la singularidad, rechazamos estadísticas y clasificaciones, pero debemos mostrar y demostrar, con el caso por caso, que toda cura analítica está sometida a una lógica común.
¿Cuando podemos decir que una cura es un análisis?¿cómo empieza y se desarrolla?¿qué es el acto analítico?
Quisiera plantear algunas ideas respecto a estas preguntas para que podamos debatirlas.
1. No hay analista sin análisis ni análisis sin analista
No hay analista sin análisis porque ser analista implica haber hecho la experiencia del propio inconsciente, haber desentrañado algo del saber que le determina como sujeto para, precisamente, poder borrarse como tal, como sujeto, en su manera de acoger una demanda de análisis y ponerla al trabajo.
Sin ese recorrido previo lo único que puede producirse es cierta imaginarización entre dos sujetos.
No hay análisis sin analista, porque el saber que alguien puede demandar sobre su particularidad de sujeto no está en ningún otro, ni en ningún texto, ni en Freud ni en Lacan, más bien es él mismo quien deberá producir el escrito de su singularidad.
Y entre tanto, se requiere que otro lo encarne, con su presencia real, empujando al trabajo analizante, con su dirección de la cura, absolutamente particular a cada uno de los encuentros sucesivos que conforman un análisis.
2. Un análisis es posible para no todos
Se pide un análisis porque se sufre, algo no va como uno cree que debiera: bien un traumatismo ha quebrado el funcionamiento que permitía una homeostasis con el entorno y con uno mismo, bien la repetición del mismo mal da cuenta de que esa homeostasis nunca se logró.
Como sea, algo ha devenido imposible de soportar y el sujeto busca solución. Ese imposible tiene un nombre, lo real, real que el sujeto experimenta como síntoma y como angustia.
“Cuando el infierno son los demás, el cielo no es uno mismo”, decía un poeta (2).
Freud se le había anticipado. Él nos enseño que la queja sobre el mundo, sobre los otros que le rodean, debe ser reconducida a la responsabilidad del propio sujeto.
Éste, puede no ser artífice de lo que le llega en la vida, pero siempre lo es de la interpretación que le da y de las respuestas que produce.
Así, un malestar sólo puede ser considerado síntoma analítico cuando la demanda de ser liberado de él muta a una apuesta de saber.
Cuando el sujeto empieza a creer que en ese sufrimiento que parecía sin sentido y sin beneficio alguno hay, aunque le pese, una significación y una satisfacción que le son íntimas.
Y quiere saber más, aunque a veces se resista. Es la rectificación subjetiva. Algunos escaparan de eso, no alcanzarán a dar el paso. Esta es la importancia de las entrevistas preliminares.
3. La transferencia no surge, se produce
El analista sólo podrá funcionar como tal para un sujeto cuando la transferencia esté en marcha. Es ella la que le da su lugar, y sin embargo, siempre hay que poner a cuenta del analista haberla producido, por su acto.
En ocasiones, el primer encuentro del sujeto con el analista para presentarle su demanda, ya está infiltrado de transferencia. Es cuando algo dicho o hecho por el analista, fuera del contexto de una sesión, sin estarle dirigido particularmente, ha “tocado” al sujeto.
Entonces, el futuro analizante llega a las entrevistas preliminares atribuyéndole al analista, no un saber general, sino uno que le concierne especialmente, un “sabe de mí algo que yo no sé”.
Por ese motivo ya hay algo del amor del transferencia. Y por ese amor se empeñara en producir, para el analista, un texto del que espera sepa leer lo que dice.
Otras veces, el analista deberá causar ese efecto en las mismas entrevistas, para que la mayor o menor confianza en el saber “profesional” que originó los encuentros, se transforme en la suposición de un saber singular y único.
4. El diván y la presencia real del analista son útiles lacanianos
No son restos freudianos, superables por la modernidad y la tecnología, porque están articulados a dos conceptos fundamentales: el sujeto supuesto saber y el goce.
¿Quién es el sujeto supuesto saber en una cura analítica?
Para el analizante será el analista. Por eso consentirá a la asociación libre, confiando que éste sorprenderá en su blabla el momento que merecerá un acto, sea un corte o una interpretación.
Para el analista, el sujeto supuesto saber es el inconsciente del analizante, el enjambre de significantes que no cesan de articularse entre sí produciendo sentidos de los que el analizante, fundamentalmente, goza.
El diván espolea el discurso del paciente, focaliza esa producción, ya que al privar al analizante de la mirada sobre el analista, anula cualquier sostén imaginario de su discurso: sin ver al analista desaparece toda dimensión de conversación que pudiera imaginarse.
El acto del analista, intempestivo, no sometido al ritmo de un reloj, surgirá para zarandear al inconsciente, para cuestionar las certezas, para confrontarle a la manera en que él goza de su existencia como ser hablante.
5. La asociación libre del analizante no tiene libertad alguna
“Diga usted lo que le pase por la cabeza, todo será bienvenido”, dirá de algún modo el analista.
Y sin embargo, muchos le insistirán para que pregunte.
Es más cómodo orientarse por el deseo del Otro, por lo que se le atribuye desear tener o saber de uno, al fin y al cabo, a eso se está habituado desde niño.
Pero el analista no responde a la demanda, el sujeto es conminado a hablar y pudiendo decir cualquier cosa, acaba rondando siempre las mismas.
Su decir, como su vida, se enzarza en la repetición:
“De nuevo, lo mismo de siempre”.
Para cada sujeto ese “de nuevo” da cuenta de algo sobre lo que no hay elaboración simbólica que valga, no hay conocimiento que le permita darlo por sabido, y por tanto, susceptible de ser esquivado o eliminado.
Y ese “lo mismo de siempre” evidencia que hay una fijación de eso inasimilable, fijación que le viene de lejos y que el análisis le empujará a tratar de ubicar cómo, a partir de ello, se conformó su ser para la vida, su manera singular de transitarla.
El fantasma es el libreto con el que cada uno atisba y metaboliza lo real que le sale al paso, está siempre en el mismo lugar en los diferentes síntomas del sujeto y es, también, lo que orienta su deseo.
El trabajo analítico implica construir y después atravesar ese axioma de la vida subjetiva a partir del cual “ningún encuentro fortuito es casual” (3) .
6. El analista apunta a lo real en el despliegue analizante de lo imaginario y lo simbólico
La cuestión “¿Quién soy yo para sufrir de este modo?” será fructífera en respuestas imaginarias: que es yo y que no lo es, donde uno se reconoce y donde se vive y vivió extraño a sí mismo, las escenas en las que se ve ser y hacer en su relación con la multiplicidad de pequeños otros; escenas privilegiadas que se han mantenido en su memoria, como enigmas o como certezas llenas de significación.
De ahí, los prestigios del yo vacilarán, desvelando más pura la falta en ser que camuflan.
La cuestión “¿Por qué soy así?” hará proliferar las respuestas simbólicas, cuando de los múltiples pequeños otros, se despeje la instancia del gran Otro y los encuentros con su palabra, que han dejado huella en el sujeto: imperativos, demandas, oráculos a los que él confiere el peso de haberle producido, moldeado, condicionando las elecciones y los rechazos que conforman su historia.
Sobre el despliegue de esas coordenadas imaginarias y simbólicas de una vida de ser hablante, el análisis, con el acto del analista, deberá efectuar una operación de reducción, convirtiendo ambos –escenas y palabras del Otro– en significantes amo, significantes aislados que el inconsciente teje entre sí para producir la ficción con la que el analizante goza en su cuerpo.
7. El acto del analista toma múltiples formas: callar, subrayar, puntuar, escandir… y también interpretar
En primer lugar callar, algo mucho más fundamental de lo que aparenta. ¿por qué ese acto mudo?
Lacan decía: “el analista sin duda dirige la cura, pero no debe dirigir al paciente” (4) , así el silencio del analista -silencio activo- genera el vacío que permitirá al analizante emplazar ahí, en la sesión, su discurso propio, sin orientación de otro, sin influencias.
Acompañando su callar, el analista introduce sobre la cadena asociativa acentos y subrayados allí donde el analizante no ponía: tira del hilo, impulsa la producción.
Ésta prosigue, sin saber cual es su puerto de llegada. Es entonces que puntuación y escansión se conjugan, ya sea para marcar un límite a un goce del blabla que no va a ninguna parte, ya sea para resaltar un efecto de verdad, una significación novedosa que aparece inesperada, no tanto para quien la escucha, el analista, sino para el mismo que la enuncia, el analizante, que no sabía lo que decía en su decir.
Pero, más fundamentalmente, el corte de sesión logrará a veces interrumpir el discurso analizante dejándolo en suspenso sobre un significante, aislándolo de cualquier otro, impidiendo que la asociación con algunos de sus pares cierre el sentido, lo fije, cerniendo así más bien el sinsentido que estaba en el origen.
8. La interpretación del analista toca al sentido pero nunca para alimentarlo
“El analista tiene cosas para decir a su analizante” (5) , afirma Lacan.
¿Cómo se orienta ese decir? Se orienta con la definición misma del síntoma que nos dio Lacan:
“El síntoma es la manera que cada uno tiene de gozar de su inconsciente en tanto éste le determina” (6) .
Esto es, que de los sentidos que se producen al articular los significantes inconscientes entre sí, el sujeto goza, y que eso se presenta, para cada cual, inevitablemente, de manera sintomática.
Por tanto, sentido y goce forman la amalgama de la que el síntoma está hecho, y es a esa alianza invisible que apunta la interpretación.
El analista puede sancionar, en ocasiones, una producción de la asociación libre marcando su valor de verdad: “así es”, “precisamente eso”.
Todo lo que venga en las sesiones siguientes estará condicionado por lo que ya se dijo. O bien otro efecto de verdad vendrá a sustituir a ese primero, o bien se acumulará con él en forma de saber adquirido.
El analista también puede apuntar a la resistencia, cuando el analizante no dice y el analista debe producir cierto forzamiento o interpretar el enunciado silenciado.
Pero, en ningún caso, la interpretación es una explicación para el yo del analizante, nunca alimenta el sentido.
¿Cómo opera entonces?
“La interpretación opera únicamente por el equívoco, dice Lacan, es preciso que haya algo en el significante que resuene” (7).
Así, a veces, el analizante formula algo y el analista produce un equívoco, hace vacilar el sentido que el sujeto daba a su enunciado: “para él soy carne, soy solomillo”, dice la analizante. “¡sólo le importa su yo!, interpreta el analista.
“Soy un bluf, soy falsa”, dice otra y el analista la acompaña a la puerta con un comentario: “¿sabe? Borges también decía eso, ¡yo lo he leído!”.
Hay significantes, frases, escenas, situaciones, vivencias que el inconsciente interpreta dando un sentido que condiciona el hacer en la vida. Hay muchas así que se acumulan para darle su ser al parlêtre.
Localizar una permite abordar otra anterior de su existencia de sujeto, después otra aún más anterior. Finalmente, alguna se impone no como creencia sino como certeza. Fue esa, aunque hubiera podido ser otra. Se le dio un sentido, aunque hubiera podido ser distinto.
Todo lo que vino después en la vida, el ser que cada uno se dedica a encarnar, no es producto de la imposición de ningún Otro, sino que se fundó en un encuentro contingente con el lenguaje.
Por esta razón, como nos recordaba Miller: “toda autobiografía es una autoficción”, pero hay que pasar por el desciframiento de esa ficción verídica, extraer del texto los significantes amo a partir de los cuales se desarrolló, para desenmascarar el goce que se satisfacía sin cesar, la singularidad del goce opaco de cada uno.
Para este recorrido se necesita tiempo. No es una trayectoria lineal, hay descubrimientos y desengaños, hay momentos de caída del deseo y momentos de reactivación. Quizás en la discusión podamos matizar o añadir algunas otras cuestiones fundamentales a este no todo que les he traído.
Notas
- Miller, J-A. En la primera clase de su curso ‘El partenaire-síntoma’ (Editorial Paidós, Buenos Aires, 2008, p. 19) Miller cita esta frase de Lacan diciendo: “Me alegró encontrar esta frase de Lacan que no había podido leer porque no está escrita, es algo que él dijo una vez y que transmito así, como precaución y al mismo tiempo como estímulo”.
- Benedetti, Mario.
- Borges, Jorge Luis.
- Lacan, Jacques. “La dirección de la cura, Escritos II, Editorial Siglo XXI, Madrid, 1985, p.566.
- Scilicet nº 6-7,”Conferences et entretiens”, p.42.
- Lacan, Jacques. El seminario 22: RSI, lección 21/1/75 (inédito).
- Lacan, Jacques, El seminario 23: El sinthome, Editorial Paidós, Buenos Aires, 2006, p. 18.