Planeta Freud

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Del pedido de alivio a la cura

Por Roberto Bertholet *

«Ustedes saben que el psicoanálisis nació como terapia; ha llegado a ser mucho más que eso, pero nunca abandonó su patria de origen, y en cuanto a su profundización y ulterior desarrollo sigue dependiendo del trato con los pacientes«. (Sigmund Freud, 1932).

Ser aliviado de un sufrimiento es el pedido con el que comienza una experiencia de análisis y frente al cual se debe responder como mejor conviene para facilitar la instalación de la transferencia.

El psicoanalista no le resta ningún valor a ese pedido; se apoya en él para ofrecer un trabajo que vaya generando una nueva relación a la verdad inconsciente, contando con el síntomatierra extranjera interior«, en términos de Freud).

Lo terapéutico avanza a medida que se despliega el trabajo de transferencia, experiencia en la que el sujeto advierte la responsabilidad en relación con su malestar. Lo terapéutico lo concebimos, entonces, como efectos de la «transmutación del sujeto» (expresión de Jacques Lacan, en «La dirección de la cura»).

En octubre de 1975, Jacques Lacan afirmaba:

«En el análisis, la que trabaja es la persona que llega verdaderamente a dar forma a una demanda de análisis, a condición de que ustedes no la hayan colocado de inmediato en el diván, caso en el cual la cosa está ya arruinada. Es indispensable que esa demanda verdaderamente haya adquirido forma antes de que la acuesten. Cuando le dicen que comience – y esto no debe suceder ni la primera ni la segunda vez, al menos si quieren comportarse dignamente – es ella, la persona que hizo esa demanda de análisis, quien trabaja» (Jacques Lacan, Conferencia sobre el síntoma en Ginebra, octubre de 1975, Intervenciones y Textos II).

Las condiciones de la entrada en análisis son precisas y requieren de una dirección de la cura, solidaria de la perspectiva de que no hay continuidad natural entre el pedido de alivio y la entrada en análisis; hay siempre una solución de continuidad, un quiebre, algo que cambia, que debe cambiar en el modo en que se sitúa el paciente, el modo en que escucha y que habla.

Que haya un pedido de alivio tiene que transformarse, por efecto de la transferencia y de las intervenciones del analista, en demanda de análisis, la que debe, a su vez, adquirir forma.

Estos dos movimientos –el pasaje del pedido a la demanda y su puesta en formaocurren de un modo absolutamente singular en cada situación clínica (con sus tiempos, modulaciones, dificultades) y requieren del buen uso del semblante por parte del analista, tal como lo indicaba Lacan:

«Para situar lo que debe ser el lugar del analista en la transferencia, en el doble sentido que hay que situar este lugar: ¿dónde lo sitúa el analizante? y ¿dónde debe estar el analista para responderle convenientemente?» (Jacques Lacan, Seminario 8, La transferencia, clase del 31 de mayo de 1961).

Las entrevistas preliminares sirven a tal efecto y facilitan la lectura que hace el analista de tres dimensiones importantes de la cura: el síntoma, la transferencia y el diagnóstico de estructura.

* Psicoanalista. EOL y AMP.
robertobertholet@gmail.com

Más allá del mercado: La diferencia entre las TCC y el psicoanálisis

Por Jesús Manuel Ramírez Escobar

El presente trabajo busca poner a la luz los diferentes problemas emprendidos al hablar de las terapias cognitivo-conductuales (TCC) frente a la propuesta del psicoanálisis.

Para tocar dichos avatares es pertinente un recorrido sobre aquello que fundamenta el abordaje clínico tanto de una como de otra teoría, es decir, el sustrato epistemológico que evidencia la manera en que cada una organiza su saber y cómo, posteriormente, adecua su práctica.

De lo anterior, cabe la aclaración sobre el objetivo de este esquema de trabajo, puesto que muchas veces se recurre a la crítica descalificadora sin ningún grado de argumentación epistémica al respecto; la apuesta sociológico-económica como explicación central desde muchos psicoanalistas acerca del repunte en algunos países de las TCC, muchas veces no logra afrontar el elemento central del debate entre éstas y el psicoanálisis.

A manera de ejemplo, mencionemos la guerra de descréditos suscitada por las apariciones del Libro Negro del Psicoanálisis (2005) y su respuesta: El Libro Blanco del Psicoanálisis (2006); donde se presentan varios ataques entre analistas y practicantes de las TCC respectivamente, discutiendo desde la lógica que cada uno profesa en su clínica, pero sin retomar la base teórica que las diferencia al darse por sabida.

Desde el psicoanálisis, suponer una carencia de elementos que fundamenten una epistemología en la base de las teorías conductual y cognitiva, lleva a una desautorización del mismo modo que, en aras de una crítica al modelo socioeconómico, el psicoanálisis ataca a la ideología capitalista de la época; por lo que la mayoría de textos que se producen por partes de algunos analistas refleja una actitud muy cercana al desmerecimiento que muchos teóricos de las TCC atribuyen a la clínica psicoanalítica por no arrojar datos empíricamente demostrables.

A su vez, otorgando un grado de responsabilidad desde el interior del psicoanálisis, se observará, como menciona Assoun (1982), que de las lecturas elaboradas por algunos analistas han surgido reflexiones que permitieron la creación de las TCC en un afán de reformulación de los preceptos freudianos, tratando de traducirlos a un lenguaje científico- experimental.

Al final de este recorrido podremos elucidar un esquema posible de diálogo entre ambas disciplinas, sin que necesariamente se caiga en un eclecticismo como ocurre en algunos países como intento de sumar fuerzas, o en una amplia discordancia que se quede en una guerra donde los opuestos tengan que ganar o morir. 1

Las TCC como herederas de la ciencia, problema epistemológico.

Dentro del campo de estudio de la psicología existen concepciones propias sobre los fundamentos que la soportan como ciencia, al grado de proclamarse como tal sin necesidad de una reflexión sobre su propia constitución, previa a toda aplicación psicoterapéutica.

Ante esto, Deleule (1972) menciona que la psicología se ha enfrascado en la importación de métodos y técnicas basándose en ideales cientificistas pero sin clarificar su objeto de estudio.

Dicha concepción se ha visto identificada con el paradigma positivista, el cual se caracteriza por ubicar una construcción teórica cuyo fin es conceptualizar lo empírico tomado como primordial.

A su vez, partiendo de las concepciones desarrolladas por González Rey (2002) sobre este tema, de acuerdo con el paradigma positivo, la teoría psicológica privilegia el método como elemento que garantiza captar la realidad de manera pura, excluyendo toda participación de la subjetividad del investigador como sujeto del conocimiento e incluso del mismo objeto de donde se emana el saber y estudio.

Lo anteriormente expuesto se enlaza con la cuestión de la objetividad del conocimiento científico, de la mano de la posición epistemológica que define la objetividad por la capacidad del método para descubrir la realidad en base a teorías.

Como muestra de esto podemos ver, en palabras de Skinner (1945), que el conductismo encuentra su base empírica en la operacionalización de términos que demuestren su validez a diferencia de aquellos que carecen de ella agrupándose en el mote de mentalistas.

Por tanto, la psicología buscó la precisión en los métodos simplificando la complejidad de su objeto, desglosándolo en categorías que permitieron su descripción y cuantificación.

La amplitud y discusión del origen de un término queda reducido a su aplicación y medición. Esta tendencia ha traído consigo una acumulación de datos provenientes de la investigación, donde la búsqueda de lo empírico sobrepasa la formación de un saber cuya aplicación es guiada estrictamente por la predicción.

Por otro lado, la psicología cognitiva se ha agregado al esquema conductual para aumentar el concepto de comportamiento a tres componentes: cognitivo, afectivo y motor; lo que trae como efecto, a decir de Van Rillaer (2005), que la conformación de las TCC va más allá de un modelo de saber ostentado por el especialista que opera sobre la conducta observable, ahora se estaría abogando por el rescate de la subjetividad. 2

Sin embargo, las cosas no parecen estar tan claras cuando cada una de sus intervenciones es mediada por un esquema importado del método científico, es decir, que en cada paciente se buscará demostrar una efectividad general, lo que hace pensar que cada persona debe ser pasada en sus resultados por un esquema de validez y eficacia que trasvasa su singularidad.

Lo anterior arroja efectos en la clínica, veamos algunos de ellos.

Primero, la separación drástica entre sujeto y objeto supone y reproduce la idea de que el sujeto de conocimiento es el propio experimentador, aquel que sabe; y por otro lado, el sujeto que se presta al estudio es el objeto de conocimiento. El clínico, entonces, se hace cargo de su saber sobre el otro.

El ejemplo más claro y común es el del saber médico: El médico hace preguntas y luego sabe lo que al otro le acontece y sobre ese supuesto es que se construye la posibilidad de la mejoría.

Dentro del esquema de acción de las TCC el accionar del paciente no podrá ser sino a partir de una permanente consulta con el otro, dado que la posición del saber se encuentra en el especialista.

Si deben realizar un trabajo en común, cada movimiento presupone un cierto consenso mínimo para seguir adelante, aunque sea para la elaboración de nuevas estrategias de acción.

En conclusión, la psicología científica produce una particular concepción del objeto de estudio en lejanía con el experimentador (o también el clínico), manteniendo un rango de objetividad en el marco terapéutico.

Por lo anterior, el psicoanálisis se ofrece así como blanco, debido a que su discurso sobre lo psíquico lo podría encasillar como una versión esencialista, cuyo sustrato material no es claramente visible, perdiendo sus características de demostración, falsación y objetividad.

Desde este punto se entendería entonces al psicoanálisis como un antagonista del procedimiento científico mientras su principal sustrato se encuentra del lado de lo inmaterial y alejado de la conciencia ligada a la razón.

Esto ofrece una visión, aunque no acabada, de aquellas cuestiones que científicos y profesionales de la psicología científica tienen en su punto de mira desde la ubicación de lo que Robles (1996) llamara el “encubrimiento psicológico de la separación cartesiana”, al proponer que la psicología moderna se ubicó en el paradigma científico a fin de ser una disciplina mediadora entre la res cogitans y la res extensa de manera que la estructura esencial de la psicología en primera cuenta se ubica en el orden de lo representacional, entre lo científico y lo natural, entre la razón y la realidad misma.

Epistemología psicoanalítica, caminos y desviaciones.

Al hablar sobre las posibles relaciones entre el psicoanálisis y la ciencia en general el resultado es una trama amplia de debates que generan una extensa polémica, en particular si se contrasta al primero con las ideas provenientes de la psicología que, como se trató anteriormente, se autoproclama dentro del orden de las disciplinas científicas.

Por ello, el psicoanálisis parte ante la ciencia con una hipótesis que interroga directamente el reinado del sujeto de la razón.

La reacción de los teóricos del psicoanálisis ha sido diversa. Algunos de los apegados a la letra freudiana, sostienen que la práctica psicoanalítica se desarrolla por entero conforme a los postulados de la ciencia empirista.

A esto cabría agregarle lo que comenta Assoun en su estudio sobre la epistemología del freudismo. 3

En dicho trabajo se observa una clara convicción de algunos analistas como Fenichel, Rapaport y Dorer, entre otros; por acercar al psicoanálisis a la psicología científica como una disciplina que captara globalmente la vida mental bajo un método similar al de las ciencias naturales: “lo que es irracional es la materia del psicoanálisis, no su método” (Assoun, 1982: 32).

Por lo tanto, la teoría freudiana sufriría de una traducción hacia el esquema científico, alterándose ciertos términos que llevaran a la dinámica de la represión a una pluralización de manifestaciones comprobables, a la tópica freudiana hacia un rompecabezas hipotético y a la energética a indicadores cuantificables.

Como ha podido sospecharse, los términos freudianos han sido operacionalizados, es decir, han pasado a la explicación práctica con el fin de definir la objetividad para producir y verificar el fenómeno considerado, que en este caso sería la vida mental.

En la denegación de las premisas más importantes de Freud el psicoanálisis se ha convertido en un mentalismo, tal como se mencionó anteriormente al hablar del esquema de Skinner.

Bajo estos hechos es que ciertos psicólogos experimentales como Eysenck, o algunos partidarios de la teoría cognitiva como Ellis y Beck abordarán una crítica hacia el psicoanálisis.

Detrás de una lectura que olvida identificar la diferencia entre el esquema epistemológico empirista de la ciencia experimental y el del propio psicoanálisis se provoca el surgimiento y la crítica feroz de las TCC hacia la clínica freudiana.

En el extremo contrario a dichas lecturas, podemos encontrar una versión de la epistemología freudiana que organiza su saber sin necesidad de importar términos o llevarlos a una traducción donde la esencia de la propuesta quede en riesgo. Ahí estará el importante trabajo de Lacan sobre la separación Hombre- Sujeto.

Tomando como punto de partida lo anterior, en la historia actual de la filosofía desde el surgimiento de la epistemología crítica en Francia de la mano de Bachelard, se abordará la figura del cogito cartesiano como índice del surgimiento de la categoría filosófica de Sujeto, la cual desde la modernidad busca vislumbrar un pensamiento que se piensa a sí mismo y que en su pensar reconoce su existencia, separándose totalmente de la esencia que lo compone.

Lo antepuesto dará paso tanto al movimiento racionalista como a lo impensable, abriendo un camino a un “más allá de la razón”.

Será en este proceso en donde el psicoanálisis busque mostrar los límites de la categoría filosófica de Hombre, entendiendo por tal a aquel que actúa bajo el camino de la razón; en aras de revelar que la imagen del Yo, en la que se sostiene éste en cuanto facticidad, ha de desvanecerse dando libre pensamiento al terreno sobre el cual el Sujeto, como categoría, se funda logrando una escisión entre el Yo y el Sujeto 4.

De acuerdo con esto, la modernidad que inaugura Descartes, conlleva a una nueva concepción de la subjetividad, en la cual el Yo queda reducido a mera res cogitans, a mera “sustancia pensante”.

De manera obvia para dicho pensador y para la tradición que le seguirá, en la subjetividad no existen elementos no conscientes. La crítica de esta idea clásica de subjetividad alcanza en el psicoanálisis una reformulación.

Así, al hablar del sustrato teórico de la psicología, se observará su relación con la filosofía desde la epistemología clásica, entre la división sujeto- objeto, de la cual se alejará del psicoanálisis en la primacía de la categoría Sujeto. 

Por otra parte, para Lacan (1966) en “La Ciencia y la Verdad”, el Sujeto del cogito inauguró la vía de la ciencia moderna, por lo que ha sido necesario este paso para el surgimiento mismo del psicoanálisis, en tanto que el Sujeto sobre el que éste opera es el Sujeto de la ciencia.

Esto puede parecer una paradoja, pero se trata de pensar que el psicoanálisis opera sobre el Sujeto que la ciencia excluye, y que sin embargo da paso a su nacimiento.

A lo anterior, se le puede anexar el comentario de Lacan en el seminario de la Lógica del Fantasma dentro de la clase del 12 de abril de 1967, donde propone que la misma ciencia da paso a la creación de la idea del inconsciente, pues es a partir del vacío que ésta genera por medio del lenguaje, es que el inconsciente hablará desde ese sitio, entendiéndose que la ciencia al expulsar al Sujeto, lo relega a una función que sólo por medio de considerarse efecto del lenguaje es que podrá dar cuenta de su existencia como efecto de ese vacío.

Así, podemos concluir que el efecto de la ciencia es alejar el espacio inconsciente de su práctica al privilegiar la unificación de la conciencia, la razón y la individualidad, pero es a través de su anverso que puede comprendérseles.

Por consiguiente, la noción de Sujeto de la Ciencia sólo encuentra validez al contraponérsele la categoría de Sujeto del Inconsciente quien da cuenta de aquella y de sí misma.

Lacan, en el Seminario 11 refiere:

“Prenderé la función del cogito cartesiano del término feto u homúnculo. Viene ejemplificada por la caída, que no ha dejado de producirse en la historia de lo que se llama el pensamiento, que consiste en tomar ese yo del cogito por el homúnculo que, desde hace tiempo, es representado cada vez que se quiere hacer psicología (…) Por el contrario en nuestro vocabulario, simbolizamos por S tachada ($) al sujeto, en tanto que constituido como segundo con respecto al significante”. (Lacan, 2003, p. 147)

Este análisis resulta fundamental, partiendo de que el cartesianismo se encuentra en la génesis del pensamiento científico, ubicando una postura con respecto a la crítica que se ha realizado a los abordajes de la psicología de corte experimental.

Finalmente, podrá entonces decirse que el Sujeto se objetiva a sí mismo en un Yo, al que el psicoanálisis debe deconstruir para mostrar la dimensión fundante del deseo y por consiguiente del Sujeto del inconsciente como categoría epistemológica propia.

Hacia una posible conclusión: la aceptación de la diferencia.

En conclusión, tras evidenciar los principios rectores tanto de la psicología científica que soporta a las TCC y aquellos que dan base al psicoanálisis, notaremos que cada uno tiene un componente epistemológico distinto, sus aparatos conceptuales no les permiten una discusión si no es bajo la adaptación a su propio lenguaje.

Comprendiendo que la traducción es una traición en sí misma, podremos vislumbrar que toda lucha terminará en algo que vaya más allá de las diferencias teóricas, se convertirá en una pugna especular que obligue a la lucha por la supervivencia de una sobre la otra.

Un efecto caótico de esta oposición es la necesidad de conciliación que se deriva de la guerra, lo cual puede verse en algunos de los planteamientos que se realizan en aras de un eclecticismo clínico, producto de la falta de clarificación del objeto de estudio dentro de una práctica que más da cuenta de la ignorancia del agente, que de una real capacidad para resolver problemas clínicos.

Así, el objetivo de abrir este debate a un más allá de la descalificación no obliga a una síntesis si no a la aceptación de la diferencia de ópticas, de lo contrario cabría la pregunta siguiente: Si la discusión rebasa el campo de la clínica (y del campo teórico que le da base) ¿no estaremos sólo peleando por un mercado de acción cuando es hacia allá que estamos orientando nuestras críticas?

BIBLIOGRAFÍA

Assoun, P.L. (1982) Introducción a la Epistemología Freudiana. México DF. Siglo XXI Editores

Deleule, D. (1972) La Psicología: Mito Científico. Barcelona. Anagrama.

González Rey, L. (2002) Sujeto y subjetividad: una aproximación histórico-cultural México. Editorial Thomson

Lacan, J. (1964/2003) Seminario XI: Los Cuatro Conceptos Fundamentales del Psicoanálisis. Buenos Aires. Paidós.

Lacan, J. Seminario XIV: Lógica del Fantasma (inédito)

Meyer, C. (Ed.) (2007) El Libro Negro del Psicoanálisis. Vivir, pensar y estar mejor sin Freud. Buenos Aires. Editorial Sudamericana.

Miller, J.A. (2008) La Respuesta del Psicoanálisis a las Terapias Cognitivo Conductuales en: Revista Bitácora Lacaniana # 3. Consultado el 9 de junio de 2009. Disponible en: http://www.nel-amp.org/bl/bl03/periscopio1.html

Robles, F. (1996) Para aprehender la psicología España. Siglo XXI Editores.

Skinner, B.F. (1945) El Análisis Operacional de los Términos Psicológicos. Publicado en Psychological Review #52. Consultado el 9 de junio de 2009. Disponible en: http://www.dsstgo.cl/deptos/filosofia/biblioteca/skinner/Burrhus%20Frederick%20Skinner%2020El%20An%E1lisis%20Operacional%20De%20Los%20T%E9rminos%20Psicol%F3gicos.pdf

Notas:

1 En este punto recuérdese la guerra lanzada en el interior de la Asociación Mundial de Psicoanálisis frente al llamado “avance de las TCC”, lo que genera la idea inmediata de que los analistas deben de luchar en contra de una forma terapéutica que amenaza políticamente la apuesta del psicoanálisis. Al respecto cfr. Miller, J.A. (2008) La Respuesta del Psicoanálisis a las Terapias Cognitivo Conductuales. Revista Bitácora Lacaniana # 3. Consultado el 29 de noviembre de 2009. Disponible en: http://www.nel-amp.org/bl/bl03/periscopio1.html

2 Van Rillaer, J. (2005) Las terapias cognitivo conductuales: la psicología científica al servicio de la persona. En: Meyer, C. (2007) El Libro negro del Psicoanálisis. Vivir, pensar y estar mejor sin Freud. Buenos Aires. Editorial Sudamericana. 562- 579 p.p.

3 Cabe señalar que este término le permite distinguir al autor una diferencia entre el freudismo y la epistemología freudiana, puesto que el primero es una adecuación, a manera de traducción, de la teoría freudiana a esquemas aceptados por las ciencias naturales.

4 Para un trabajo en profundidad de esta separación cfr. Ramírez Escobar, Jesús M. (2009) El sujeto del Psicoanálisis… y su relación con la psicología. Buenos Aires, Letra Viva. 17-35 p.p.

Lógica Médica, Lógica del Psicoanálisis

por Marité Colovini

1- El psicoanálisis y la ciencia

CintamoebiusEl estatuto del Psicoanálisis, es decir, cómo ubicarlo epistemológicamente, ha sido una preocupación tanto para Freud, como para Lacan, vale decir, la cuestión de la «cientificidad» del Psicoanálisis.

La ciencia no existe desde siempre en la cultura, hay un punto de partida desde el cual la ciencia se estructura como discurso, y éste punto, tanto para la ciencia como para Lacan, es Descartes.

Lo que se instaura con Descartes es el certificado de nacimiento de la ciencia, es decir, la aparición del sujeto del conocimiento. Este sujeto cartesiano va a ser subvertido por el Psicoanálisis.

Lacan afirma que el sujeto forcluido del discurso de la ciencia, es el sujeto del que se ocupa el Psicoanálisis.

El sujeto que subvierte el Psicoanálisis es el sujeto cartesiano, es decir, el sujeto de la modernidad que se articula en las Meditaciones de Descartes y que aparece como la piedra fundamental del desarrollo de la ciencia en la Modernidad.

Si no hubiera sido por los desarrollos hechos por Descartes, el discurso de la ciencia no habría tenido posibilidades de instaurarse.

El discurso de la Psiquiatría, así como el de la Psicología, en tanto discursos de la ciencia, se basan en el conocimiento del yo, vale decir, del sujeto de la conciencia.

Para el Psicoanálisis, el sujeto no está en la conciencia (ya que éste es un lugar falso), sino en el inconsciente; es por lo tanto un sujeto escindido de la conciencia y del inconsciente.

Es un sujeto que se conoce por sus efectos, el Psicoanálisis interroga por tanto en relación a éstos efectos.

Hay una cuestión que es central a la Filosofía y a la Psicología, que es el concepto de unidad; es decir lo relativo a la unidad mente-cuerpo.

En la obra de Freud se pone de manifiesto la ruptura de esa unidad. Y en la enseñanza de Lacan hay una crítica despiadada al concepto de unidad.

Dice Lacan que la ciencia avanza suponiendo que descubre. Este descubrimiento supone que el saber ya está dado, y que éste saber como tal estaría cubierto; y lo que la ciencia produciría es el levantamiento del velo de ese saber, que quedaría en ese momento descubierto.

Según Lacan lo que no sabe el científico es que no descubre nada, sino que inventa.

Freud, en «Estudios sobre la Histeria«, plantea que lo que se propone el Psicoanálisis es «transformar el sufrimiento neurótico en una infelicidad natural«. Esto está directamente relacionado con la ética del Psicoanálisis.

Es evidente que esta propuesta freudiana se contrapone absolutamente a cualquiera de las psicoterapias existentes por fuera de Freud.

En el neurótico hay un sufrimiento que nada tiene que ver con la infelicidad, es decir que Freud contrapone dos sufrimientos distintos.

Esta definición de Freud seduce particularmente a Lacan, y éste intenta «aggiornar» la definición freudiana, temprana e incalculable en sus consecuencias,.

Por lo tanto, Lacan sitúa: «Lo que un psicoanálisis se propone es transmutar la impotencia neurótica en una imposibilidad lógica«; enunciado éste equivalente al enunciado freudiano.

En el Seminario de la Ética del Psicoanálisis, Lacan dice: «Cuán lejos estamos de una formulación de una disciplina de la felicidad«. Y con respecto al concepto de unidad: «La idea de la unidad de la vida humana, siempre me ha producido los efectos de una mentira escandalosa».

El Psicoanálisis es una práctica, es una posición en relación al saber, es una teoría sobre la falta en ser del sujeto humano y que da cuenta de la singularidad de cada sujeto en relación a su deseo inconsciente.

¿Cuál es entonces la relación del Psicoanálisis con el discurso de la ciencia?

Precisamente, este sujeto cartesiano, este sujeto del conocimiento va a ser subvertido por el Psicoanálisis.

El psicoanálisis no es una ciencia en el sentido de poder ser verificado por el método científico, pero esto no invalida el acto que se cumple en Psicoanálisis, ni los efectos que ese acto tiene, efectos en relación a la palabra de un sujeto.

Si el Psicoanálisis subvierte al sujeto cartesiano, es decir, al sujeto de la ciencia, se va a ubicar en un lugar problemático la relación entre Psicoanálisis y ciencia.

Todas las ciencias blandas tienen una posición marginal con respecto al método científico, y son muy cuestionadas comparándolas con las ciencias duras.

La Psicología académica le asigna un lugar central al yo, en cambio, en el discurso analítico, el yo tiene un lugar de servidumbre, y un lugar de servidumbre triple: ante el ello, ante el superyó y ante la realidad.

Esta triple servidumbre del yo que Freud señala, desarrollada en «Inhibición, síntoma y angustia«; es precisamente que el yo desconoce.

Si la Psicología le asigna este lugar central al yo, a este yo indivisible, a este yo que sería función de síntesis y por lo tanto de unidad; es porque desconoce esta esencia del yo que es precisamente, de desconocimiento.

Desconocimiento en el que el yo se encuentra respecto a la sobredeterminación en la que se halla.

2- El sujeto del psicoanálisis. La estructura.

El sujeto con el que opera el psicoanálisis es un sujeto dividido: sujeto de la ciencia dividido entre saber y verdad. A este sujeto le corresponde un orden significante también incompleto, y es por eso que el lugar designado como tal lleva la barra que lo divide. ($)

Es la ciencia la que no admite un orden simbólico incompleto y por ello trata, mediante la sutura, de unificar al sujeto.

Ésa es la ilusión de la ciencia moderna. Pero también es por esta razón que la ciencia forcluye la verdad. La incompletud del orden simbólico, la incompletud e inconsistencia del Otro, es un problema de verdad: no se puede saber la verdad sobre la verdad.

3- Causalidad y sobredeterminación

La noción de causalidad lleva sin transición a la de culpabilidad, buscar al causante está fuertemente soldado a buscar al culpable.

Por otra parte, si atendemos a los innumerables enunciados de creencia o sintagmas cristalizados como: «esto sucede por tal causa» o «si uno supiera la causa de las cosas, sabría hacia donde va», podríamos llegar a una convicción tan errónea como prejuiciosa del tipo de: «Explicar es explicar por las causas«, cuando bien podríamos decir que la interpretación psicoanalítica es una explicación no causal. Y no es la única.

Los términos de causa – efecto naturalizan la historia que deja de ser producción de aconteceres y de complejas relaciones subjetivas y pasa a ser una objetividad en la que se estudia el pasado suponiendo que los hechos ya son objetivos, cuando lo objetivo es el dato histórico del archivo, es decir, aquello pasible de una explicación no causal, de una interpretación histórico social.

Se hace casi inevitable frente a un efecto, buscar su causa, sin embargo, si hablamos de efectuación, en ella confluyen los procesos significantes y el trabajo de construcción.

Precisamente lo que se nos muestra en las formaciones del inconciente es una capacidad de efectuación que se realiza por fuera del par causa – efecto, que siempre supone una motivación que nos coloca de lleno en el campo del preconsciente, par donde la causa precede al efecto, lo genera y establece la universalidad de esta relación en medio de la tiránica vigencia del tiempo cronológico y, además, indica con toda solemnidad que la novedad o cierta independencia productiva del efecto son imposibles.

Sin embargo, frente a los efectos especiales en el cine, no nos planteamos cual es su causa, nos quedamos en esa superficie de efectuación, en esa ligazón compleja y articulada de puros efectos.

Lo que determina está sobredeterminado y ahí está el trabajo de interpretación que no busca ningún contenido en ninguna profundidad, sino la producción del inconciente en su despliegue; lo pensado, lo impensado y lo impensable en la misma frase.

No hay nada detrás de la frase, todo está, como dice Freud «en la superficie del idioma«, tramado en el «equívoco predestinado de la palabra«.

Si busco detrás de la frase del analizante, persiguiendo una causa y la encuentro, debo saber que la causa de su frase es mi ideología.

Si en psicoanálisis hablamos de efecto, éste lo será sólo de una causa perdida, jamás de una motivación, por lo tanto mal se puede atribuir a un efecto, una causa.

La causalidad es una noción que vuelve a meter por la ventana lo que habíamos sacado por la puerta: la sustancia, el reinado unificante del tiempo cronológico, el trauma, el motivo.

La causalidad vuelve a sumergir al hombre en un estado de naturaleza, de ingenuidad, de transparencia, que hace innecesario el trabajo de interpretación, porque las cosas son como las vemos.

En cambio, la determinación debe ser trabajada en el acontecimiento de su formación, de su aparición, no preexiste.

Cuando hablamos de «lugares de constitución del sujeto«, queda claro que el sujeto se hace, mientras que el hombre nace.

El sujeto no es el hombre, sino lo que del hombre pueda determinarse teóricamente como singularidad de una ciencia particular, esa relatividad, teniendo en cuenta que el sujeto psíquico es sujeto de la ciencia, en tanto es una articulación teórica producida como deseo inconciente la que sobredetermina sus formaciones.

Quiere decir que no sobredetermina el desarrollo de ningún deseo sobre ningún objeto, sino sólo el desarrollo del deseo.

La lógica del inconciente no puede ser trabajada por vía de la causalidad, ni de la deducción, ni afirmando el continente como causa y el efecto como contenido.

Se trataría más bien de pensar la sobredeterminación a partir de la efectuación que se realiza en el deslizamiento significante activado desde la memoria que no es algo que se tiene, sino algo que falla, tanto en el recuerdo como en el olvido.

4- Psicoanálisis y neurociencias

Freud no vaciló en predecir una época en la que el efecto social de la indiscreción sería al mismo tiempo la imposibilidad del disimulo: «los enfermos, sabiendo que todas sus manifestaciones mórbidas son interpretadas inmediatamente por los otros, las disimularán».

En esta época las coordenadas son otras y la pregunta por el porvenir del síntoma nos concierne, cito: «entiendan que la pregunta que aquí indico es la de saber si el psicoanálisis existe. Es eso precisamente lo que está en juego. Pero, por otra parte, hay algo por lo cual él se afirma indiscutiblemente. El es síntoma del punto del tiempo al cual hemos arribado, digamos con esa palabra provisoria, que yo llamaría la civilización…»

El punto del tiempo al cual hemos arribado en la civilización…

¿Qué podemos leer en ese tiempo, desde el discurso psicoanalítico?, ¿cómo respondemos a estos nuevos desafíos del discurso científico, cuyos efectos aparecen en la vida cotidiana del psicoanalista?, ¿cuáles son las consecuencias subjetivas de las formas de regulación por el espectáculo?, ¿las psicoterapias, una cosmetología del yo que acompaña estas nuevas regulaciones?.

En este contexto me interesó pensar lo que por vía de la ilusión encontraría hoy en las neurociencias y en las psicoterapias, esos auxilios modernos que propician una relación asintomatizada con el inconsciente.

El uso de lenitivos de los cuales ya hablaba Freud en el Malestar en la Cultura, usufructúan el efecto de sugestión, que induce al individuo a una alienación estandarizada, que elude la responsabilidad del sujeto por su deseo, encontrando en la época una forma legitimada por el discurso científico.

La complejidad del momento exhibe que cualquier objeto, termina siendo utilizado como señuelo, para inducir a los hombres a un consumo que obscenamente, pide más.

La utilización del psicofármaco por parte de las neurociencias puede derivar en estos excesos, la utilización de la palabra también, cuando eso es legitimado por algunos en nombre del psicoanálisis.

Freud, en el párrafo final de su escrito El Porvenir de una ilusión, afirma lo siguiente: «No, nuestra ciencia no es una ilusión. En cambio sí lo sería creer que podemos obtener en otra cualquiera, lo que ella no nos puede dar».

Lo contundente de este no, situaría como desviación ilusoria eso que obtenido ciegamente en otra parte, se instala en el lugar de lo que falta.

Esta es la desviación de la que participa la Ego Psichology, sin embargo, nada impide que se lo utilice también al psicoanálisis.

El criterio de eficacia de las neurociencias y sus psicoterapias hermanas en el ejercicio de un saber-poder, requiere de la condición de docilidad de un individuo, lo que la hace equiparable a la actitud del creyente religioso frente al sufrimiento, la sumisión incondicional como consuelo, constituyendo a un Otro garante, que interviene respondiendo a la demanda de dar el objeto específico, al modo de un Deux es machina que arregla ilusoriamente lo desarreglado, dejando esos lenitivos el saldo de una acumulación sin resto…

«El hombre ha llegado a ser, por así decirlo, un dios con prótesis, -dice Freud en Más allá del principio de placer-, bastante magnífico cuando se coloca todos sus artefactos, pero éstos no crecen de su cuerpo…».

«Tiene derecho a consolarse con la reflexión de que tiempos futuros traerán nuevos y quizás inconcebibles progresos en este terreno de la cultura, exaltando aún más la deificación del hombre».

En la actualidad la ciencia promete encontrar el porqué y así curar lo incurable, las psicoterapias parasitan en esa proliferación de los porqué, la alienación que a veces llega a los estragos, son los saldos verificables de estos instrumentos de goce.

En el discurso psicoanalítico liberar al fantasma de su porqué produce el efecto inverso, la separación que lleva a apropiarse de un deseo con la marca de lo singular.

«Allí donde el profano le pide a la ciencia un sustitutivo del abandonado catecismo, instala el fantasma en todas partes, la realidad transformada en fantasma, que es lo contrario al movimiento de su atravesamiento.»

Sabemos a partir de Lacan, de una diferencia fundamental entre el ser inducido por el yo y el ser producido como sujeto del inconsciente, esta experiencia se instala con otro instrumento que hace de envés, el dispositivo analítico no tiene como horizonte la promesa, sino lo Real.

De allí que es una operación a producir cada vez por vía de una función, vaciada de la persona, que sirviéndose de la pura combinatoria del lenguaje, sustrae por obra y gracia del equívoco, la consistencia de sentido, abriéndose así un nuevo horizonte exterior al lenguaje, el de un vacío; elidido y eludido como tal por las psicoterapias.

Concluimos: Sí como Freud precisa, la esencia de la religiosidad se evidencia en el paso siguiente a la confrontación con la falta, para un sujeto en análisis no se tratará de desembarazarse de la soledad subjetiva, sino de avanzar con ella en un nuevo lazo libidinal con el síntoma: caída las ilusiones, el síntoma como porvenir, para un sujeto y para el psicoanálisis.


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