Planeta Freud

Almas bellas, pero no tanto (Gente horrible) – Juan José Ipar

Posted on: julio 24, 2021

Vía: Veleidades de Verdad / Divagaciones teóricas de un psicoanalista*

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2019

Quiso la suerte que contara entre mis amigos de senectud a unas cuantas almas beneméritas, que suscriben en simultáneo ideas procedentes de la más rancia derecha, como la idea de un Estado corporativo, elefantiásico y redentor, junto con otras concepciones más progresistas, aunque parejamente estatistas, y que en nuestras tierras se remontan a fines de los años ’60, representadas desde ese entonces por el icónico y sombrío “Che” Guevara. En suma, son psicoanalistas, son peronistas y se identifican con unos cuantos ideales de la izquierda política. ¿Pueden creerlo? Háganlo: están lejos de estar solos: hay allí afuera una verdadera multitud de colegas en idéntica situación y ya muy viejos como para recapacitar siquiera un poco y efectuar alguna corrección a semejante bodrio mental. ¿Serán almas bellas, además de beneméritas? ¿Qué es un alma bella?

Schiller y Goethe, un solo corazón

A pesar de los desarrollos platónicos en El Banquete acerca de la belleza de las almas y otras puntualizaciones de los neoplatónicos[1], la noción de alma bella (schöne Seele) es mucho más reciente y debe ser atribuida a Schiller (1759-1805), haciendo su primera aparición formal en su Tratado de la gracia y la dignidad[2] de 1793, aunque rápidamente aparecen alusiones aquí y allá en varios autores de la época, entre los cuales nos referiremos con cierto detenimiento a un fragmento de la gran Bildungsroman de Goethe sobre Wilhelm Meister[3]. Para decirlo de una vez, Schiller describe una subjetividad ideal en la cual la moralidad surge espontáneamente del sentimiento (Gefahl), cuya sede es el propio corazón, y no debe ser impuesta por la razón. Más aun, Schiller propone y trabaja la difícil noción de preconcepto, por el cual entiende que la construcción de un concepto va precedida por el surgimiento de un sentimiento que resulta, precisamente, su antecedente necesario. De tal modo, por medio de las obras de arte se expresan los sentimientos que más tarde serán apresados por las palabras y condensados en conceptos tratables por el intelecto. El arte preanuncia a la filosofía, tal como Freud manifestara que los grandes artistas del pasado habían expuesto, sin proponérselo, la propia teoría psicoanalítica, que él iba formalizando conceptualmente. Siguiendo la comparación, podemos arriesgar que el alma bella anticipa al intelectual, al filósofo. Y lo haría con ciertas ventajas: a salvo en las empinadas y espléndidas alturas del arte, no cae en el escepticismo, ni se enreda en impugnaciones bizantinas y estériles. Por lo demás, la eclosión perentoria del sentimiento contrasta con la trabajosa evolución semántica que requiere la conceptualización. El arte provee al espíritu imágenes de lo que la filosofía todavía no pudo trasladar a conceptos y las ofrece envueltas en los sentimientos que les corresponden.

De acuerdo con Schiller, entonces, un alma bella es aquella que es capaz de abandonar la dirección de su voluntad al mero afecto, sin temor a caer en contradicción con la Ley Moral. Y lo hace en forma automática y sencilla, casi como por instinto, sin torturarse como suele ocurrirle al ciudadano común cuando se ve llevado a tomar decisiones morales. En un alma bella, por tanto, conviven en feliz armonía lo obligatorio con lo patológico[4], puesto que, como no deja de decirlo expresamente Schiller, tiene una inclinación al deber (eine Neigung zu der Pflicht). El poeta se exalta -cosa que le resultaba bastante fácil, por lo que puede apreciarse- y tenemos que una gracia excelsa emanará del alma bella, sus movimientos serán ligeros y aéreos, su voz musical, la mirada serena y alegre y otras demasías por el estilo. Por supuesto, el tema del alma bella vio la luz y prosperó en los emotivos años del Sturm und Drang y, lo dijimos, casi no hubo autor que no se ocupase de él: Schlegel, Fichte, Goethe, De Novalis, Hegel y todo el batallón de pensadores, literatos y poetas del momento no faltaron a la cita y se expidieron con dispar valoración.

El otro tema subyacente en el texto mencionado de Schiller será tratado en sus Cartas sobre la educación estética del hombre[5], y es precisamente el de su título: es urgente añadir a la formación filosófica, la de esta nueva facultad del alma que el siglo XVIII ha puesto, por así decir, en un lugar relevante, el gusto. Reelaborando tesis kantianas[6], Schiller propone un ennoblecimiento del intelecto humano y una evaluación crítica de la racionalidad ilustrada, que no ha logrado plasmarse en un Estado racional. El fracaso político de la razón[7] lleva a repensar la propia educación del hombre, que debe contemplar una convergencia entre razón y sensibilidad, superando la antinomia del gusto planteada por Kant[8].

Esta visión idealizada y cordial del alma bella schilleriana contrasta con la escéptica perspectiva que traza Goethe (1749-1832) en sus Confesiones de un alma bella[9], texto que aparece incluido en el libro VI de su gran novela sobre los años de aprendizaje de Wilhelm Meister que ya mencionamos más arriba.

Se trata de un texto enviado por una mujer ya fallecida y que Wilhelm lee en voz alta a una moribunda, Aurelia, quien in extremis ha escrito una carta llena de reproches y amargura a un amante suyo que la ha traicionado. Un texto dentro de otro texto y que puede ser considerado en forma independiente. En estas Confesiones, el alma bella relata el recorrido espiritual que ha llevado a cabo y que pretende sea edificante y ejemplar[10]. Hay algo de parodia en la forma en que Goethe presenta las cosas: las Confesiones terminan siendo un texto alambicado y pretencioso y se pierde en un misticismo autorreferencial que suena a hueco. Una abadesa y escritora religiosa amiga de su madre ha servido de modelo de inspiración, Susanne von Klettenberg (1723-1774), con quien Goethe tuviera trato asiduo en sus años juveniles. En este texto, nos expone la construcción de una subjetividad, proceso que culmina en el descubrimiento de que el “fiel amigo invisible”, que nunca nos abandona, existe: “Él es”. Como otrora el joven Werther, el alma bella vive en tensión con el mundo y ello la impulsa al camino de la introspección y el recogimiento, mientras el primero se victimiza, para luego sacrificarse por medio del suicidio. Schiller detestaba abiertamente a este personaje introducido por Goethe y la denominaba despectivamente la Canonesa: efectivamente, ella recibe una canonjía[11] de un tío noble y muy rico, con quien disputa acremente acerca de la necesidad imperiosa de actuar en el mundo, cosa que repugna al alma bella. En alguna de sus numerosas cartas, Schiller le pide expresamente a Goethe que convierta a su Wilhelm en un filósofo, porque cree que solamente la filosofía, la razón, puede evitar el rumbo errático del misticismo. Por su parte, después de romper sin grandes tropiezos con el cristianismo pietista de von Klettemberg[12], Goethe, aun siendo un pensador genial, profesa una suerte de paganismo estetizante a la manera de aquellos libertinos del XVII y el XVIII, que toma como modelo al mundo clásico, al menos en la concepción idealizada que tuvo su auge por entonces.

Dos relaciones amorosas han marcado a fuego la vida del alma bella: se trata de dos hombres jóvenes significativamente llamados Narciso y Philo. Del primero solamente diremos que, luego de un episodio violento, la muchacha queda manchada con la sangre de su amado y la dueña de casa la conduce aparte y se quita las ropas ensangrentadas. Por primera vez, el alma bella se contempla desnuda en la luna de un espejo y descubre que, “al natural”, también es bella. No encuentran vestimentas que le vayan bien y debe volver a casa en malas condiciones. Ser un “cuerpo bello” equivale a ser un Yo desnudo al que los ropajes de sus semejantes no le convienen. El resultado de esta experiencia especular es que le queda claro que ha de emprender un sendero personal en solitario. La contemplación del propio cuerpo no la inflama de pasión, como es el caso del personaje mítico; antes bien, ella experimenta un placer desinteresado (interesselosen Wohlgefallens), que, en Kant, representa el primer momento del juicio estético[13].

La segunda aventura amorosa, la de Philo, no resuelve el estado de desnudez y precariedad del Yo del alma bella, más bien lo agrava, porque lo enfrenta al pecado, al mal. A partir de ese momento, está en perpetuo riesgo. Pecar tiene un sentido sexual que Goethe apenas disimula: el peligro no es sólo perder la honra, sino también la salud. Se nos presenta lateralmente un grupo de lechuguinos disolutos y portadores de alguna enfermedad venérea, pululando por la Corte[14] y los salones elegantes. El alma bella no se percibe como pecadora, sino que enfrenta con espanto un mundo malvado y ruin, sin reconocerse en ese reflejo horroroso que se ofrece a su consideración[15]. Del espectáculo de su propia belleza, pasa sin más trámite a la observación involuntaria de una fealdad extrema.

Esta introspección realizada por el alma bella no da el salto que, en nuestra óptica psicoanalítica, debió haber dado, aquel del encuentro con sus miserias. Éstas aparecen “proyectadas” en el mundo exterior y no pueden ser adecuadamente admitidas como propias. ¿Adecuadamente? Nos hemos vuelto escolásticos. ¿Es que acaso no basta con que acepte su existencia y las relegue al Aubenwelt? Con razón, Hegel decía en su Fenomenología que el alma bella, como el sujeto de la ley del corazón, no tiene en cuenta su malestar y lo registra como proviniendo del mundo[16]. Falta ese paso crucial de interiorización de todo ese lote de malas noticias. El alma bella ofende de algún modo al mundo -al prójimo- y, conducida por esa lógica de evitación del mal, busca recogerse aun más, rumbo a la misantropía que tanto y tan bien satirizara Molière.

“…los autores lacanianos han dicho muchas veces que el alma bella es la posición subjetiva espontánea del neurótico, que, como gustaba decir Freud, sabe todo, pero se comporta como si nada supiera...”

Ahora bien, examinando el propio yo, ¿qué diantres puede uno encontrar más que egoísmo? …

*Sigue en:
https://veleidadesdeverdad.wordpress.com/2021/07/22/almas-bellas-pero-no-tanto-gente-horrible-juan-jose-ipar/

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