Planeta Freud

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«Jaques Lacan nos recuerda que en la sexualidad, en realidad, cada uno está, en gran parte, a lo suyo, por decirlo así. Por supuesto está la mediación del cuerpo del otro, pero a fin de cuentas, el goce será siempre el goce de uno. Lo sexual no une, separa, Que uno esté desnudo(a), pegado(a) al otro, es una imagen, una representación imaginaria. Lo real es que el goce te arrastra lejos, muy lejos del otro. Lo real es narcisista, el vínculo es imaginario. Por tanto, no hay relación sexual, concluye Lacan. Fórmula que formó un escándalo, puesto que justo en esa época era cuando todo el mundo hablaba de las «relaciones sexuales». Y si no hay relación sexual en la sexualidad, el amor es lo que viene a suplir a la falta de relación sexual. Lacan no dice, en absoluto, que el amor sea el disfraz de la relación sexual, dice que no hay relación sexual, que el amor es lo que viene al lugar de esta no-relación. Es mucho más interesante. Esta idea le conduce a decir que, en el amor, el sujeto intenta abordar el «ser del otro». Es en el amor donde el sujeto va más allá de si mismo, más allá del narcisismo. En el sexo, a fin de cuentas, un está en relación con uno mismo en la mediación del otro. El otro te sirve para descubrir lo real del goce. En el amor, en cambio, la mediación del otro vale por sí misma. Y eso es el encuentro amoroso: uno parte al asalto del otro, a fin de hacerle existir con uno, tal como es».

(Alain Badiou, «Elogio del amor»)

Es el inconsciente un deshecho del cerebro?

Comentarios a Geneviève Baurand, jornadas sobre los orígenes del Psicoanálsis en Madrid 28 y 29 de mayo de 2010.

Preguntas, diálogos y teorías

Al hablar sobre este último tema de las Jornadas me preguntaron qué interés podría tener para un psicoanalista indagar sobre los avances de las Neurociencias y sobre el diálogo o confrontación entre el Psicoanálisis y las Neurociencias. Me pareció la mejor manera de orientar mis comentarios al texto y a las preguntas que nos ofrecía G. Baurand.

El diálogo del Psicoanálisis con las Neurociencias es un movimiento amplio que nos excede aquí en estos comentarios, pues ahí están los trabajos de Ansermet y Magistretti, Pommier, Naccache, Damasio, E. Kandel citados en el trabajo que nos convocaba, sí como los de R. Pally y otros.

Algunos de los autores hablan de simetrías, de convergencias, incluso de demostrabilidad de las descripciones psicoanalíticas por parte de investigaciones neurobiológicas actuales; otros de la pregunta por la cualidad de un inconsciente neurológico y la necesidad de un encuentro dada la imposibilidad de conformar una ciencia que alcance a describir como un todo el pensamiento humano.

Seguramente la influencia de las teorías de incompletitud de Göedel y de indeterminación de Heisenberg han ido afectando tanto a las ciencias originales de las que surgieron, la Matemática y la Física como a las ciencias humanas que suscriben la metodología.

El siglo XX ha mostrado que la ciencia, en general, no es capaz de definir un todo universal en sentido que todo sistema racional de conocimientos es esencialmente incompleto y sólo los menos punteros o los ideólogos menos capaces defienden que lo que se diga en nombre de la ciencia y sus estudios canónicos es por sí verdadero.

Los avances de las Neurociencias nos muestran los lindes de descubrimientos parciales que se pueden inscribir en sistemas de pensamiento más generales, sean éstos de un tipo, digamos reeducativo o adaptativo, o lo sean en un sistema de descripción de los fenómenos psíquicos que toma su referencia en los fenómenos inconscientes como el Psicoanálisis.

Lo que yo planteo es qué preguntas nos pueden suscitar los avances en Neurobiología y Neurofisiología y este acercamiento que algunos de los autores citados nos proponen.

Encuentro dos argumentos, el 1º, guiado por mi curiosidad, es de qué inconsciente se habla desde las Neurociencias; el 2º viene conducido desde la práctica clínica donde a menudo me encuentro con pacientes que inmersos en el espíritu de nuestra época, dudan acerca de si les falta alguna sustancia en el cerebro o bien ya acuden diagnosticados de cualquier cosa y con un tratamiento ad hoc que, si tenemos la pericia de no dejarlo en la sombra, actúa, -debo decir en nuestro auxilio-, desde el conjunto del aparato de las resistencias o de la transferencia negativa.

Así, escuchamos en nuestros gabinetes frases como las que transcribo: “si me siento mejor es por las pastillas”; “no te dije que había ido al psiquiatra a por medicación”; “no sé si pierdo aquí el tiempo porque a mi hermana le han hecho un estudio cerebral muy caro y ya sabe lo que tiene”; etc.

Y otras como: “yo no quiero medicamentos ni drogas que me engañen”; “después de años de tomar pastillas mis ataques de ansiedad continuaban y ahora sólo hablando aquí se han ido”; etc.

Sabemos que los seguidores de la psiquiatría biologicista y, por extensión, algunos médicos generalistas se apoyan en teorizaciones como la de la recaptación de la serotonina en el caso de trastornos del humor o en alteraciones de los neurotransmisores en casos definidos como TDAH para indicar psicofármacos como único modo de tratar los trastornos psíquicos.

Con ello proponen de facto una determinación biológica acerca del malestar psíquico y de la enfermedad mental. Se enumeran sus manifestaciones, se agrupan en series de síntomas y se indican remedios.

Como me decía una paciente que estudia Medicina “para lo que no hay medicamento, no existe enfermedad”.

Dicha determinación biológica exime al paciente, como sujeto de toda responsabilidad respecto a aquello que le sucede pudiendo decir “me falta una sustancia en cerebro y me la he de tomar por boca”.

Por la misma boca que queda cerrada a las palabras dichas sobre un sí mismo que ignora.

Con ello el sujeto, por consecuencia, queda excluido de libertad y ese es un tema que desde la práctica de cada día nos reclama también como teóricos que habríamos de abordarlo en alguna ocasión.

La cuestión es que dichas teorizaciones de nuestros psiquiatras o de nuestros neurólogos infantiles, muchas veces pegadas al prospecto de un psicofármaco, no están del todo sostenidas por los descubrimientos acerca de la fisiología cerebral y las bases de su funcionamiento aunque se justifiquen supuestamente en ellos.

De ahí el interés desde la teoría psicoanalítica por atender a esa llamada que se produce desde las Neurociencias, pues el modelo de trastorno-medicamento se expande, coherente con el capitalismo, en detrimento de otros menos rentables para las grandes compañías farmacéuticas como el que promueve el universo freudiano.

De este lado al no ser teóricamente el modelo dominante surge, cada vez más, la figura del practicante eficaz que olvida la teoría, llegándose a la paradoja citada entre otros por Zizek que los progresos en la clínica no suponen avances en la teoría.

Las Neurociencias, como apunta Baurand, se agrupan en diversas líneas de investigación, algunos autores se expresan a modo de ciencia aplicada como en el caso de Damasio, otros de modo más experimental como en Eric Kandel, Premio Nobel de Medicina en el 2000 quien insiste en reclamar la interlocución con el Psicoanálisis para aunar los estudios acerca del inconsciente.

Me resultó curioso hallar en la biografía de este vienés que tuvo que emigrar siendo niño con su familia a USA durante la persecución nazi, cómo siendo un estudiante de Historia, trabó amistad con una joven cuyos padres eran psicoanalistas.

Frecuentándoles, emergió su interés por el psicoanálisis, guiado por los interrogantes acerca de cómo era posible que el funcionamiento del pensamiento humano forjara, al mismo tiempo, el culmen de las artes y la música que él había conocido en la Viena de su infancia y el engendro de la barbaridad más absoluta que suponía el nazismo.

El padre de su amiga no era otro que Ernst Kris, conocido por nosotros por los comentarios acerca de uno de sus casos publicados el de ‘El hombre de los sesos frescos’ comentado por Lacan en su análisis del acting out. (Respuesta a J. Hippolytte sobre la Verneinung, en Escritos).

Kandel comenzó a estudiar Medicina para hacerse psicoanalista pero se encontró con los estudios sobre la biología celular y los procesos de la memoria, investigando en su laboratorio no ha olvidado su interés por el Psicoanálisis y de ahí su convocatoria a aunar estudios sobre el inconsciente.

Pero hallar la naturaleza física de lo que se escapa, es decir, de un lapsus, unos sueños o un acto fallido, es difícil y quizá por ello, a la sombra de su nombre también ha surgido algún instituto de investigación que presume de hallar la localización cerebral del inconsciente con más fortuna en sentido manipulador de las conciencias que tino en una búsqueda coherente con el psicoanálisis.

Por lo general, sin detenerme en más anécdotas de parentesco familiar, lo que encontramos es que las neurociencias toman como hipótesis de partida la identificación mente-cerebro, llegando al cabo a identificar el inconsciente cognitivo como algo asimilable al preconsciente freudiano en el primitivo esquema del sistema percepción-conciencia.

Dicha identificación nos introduce como estudiosos del psiquismo en un problema epistemológico, pues no podemos recurrir al dualismo de Descartes alma y cuerpo como dos cosas diferentes que podrían existir separadamente (hasta en la 4ta meditación cuando las aúna como un único todo, alma y cuerpo confundidos en uno, ese todo existiría a partir de dos sustancias diferentes).

Tampoco podemos recurrir a un monismo material pues no toda sustancia es material; o un monismo espiritual como en Leibniz pues no toda sustancia es espiritual. Habría que buscar en Spinoza donde materia y pensamiento son dos atributos o modos de una única sustancia no reductible ni a materia ni a espíritu. No habría dos sustancias diferentes que pueden existir separadamente como en el caso mencionado de Descartes.

Ese no será el único escollo que brinde dicha identificación mente-cerebro sino algunos más relacionados con el lenguaje especialmente en el terreno de la enunciación, del significado pues la memoria atañe tanto al significante como a la significación. Los estudios sobre series de palabras o situaciones escinden el significante de su significación quedando La letra sin la música que a cada cual le suene.

De todos modos, a los psicoanalistas nos pueden interesar mucho algunos avances en los estudios sobre memoria de Kandel pues éste indaga la memoria ligándola a los procesos de atención, en especial sus fundamentos biológicos y moleculares y sus tesis más celebradas son que se generan nuevas proteínas y nuevas conexiones sinápticas.

La sinapsis, el proceso que conecta el polo emisor o axón con el polo receptor dendrita-soma se produce gracias a neurotransmisores y éstos que llevan la información que trata de albergarse en la memoria se renuevan cada 4 o 5 días; sin embargo, el recuerdo no desaparece, lo cual muestra que se producen cambios genéticos en el soma.

La explicación más elocuente y precisa que este esquema simple que yo puedo aportar sobre estos procesos la hallé en Revista de Occidente nº 272 de Enero 2004, especialmente en los trabajos de JV Sánchez Andrés y M A Pozo.

Dichos depósitos de memoria que desde una aplicación cognitiva se pretenden desactivar o manejar como en Damasio, lo que nos permiten a los psicoanalistas es comprobar que un sustrato de la memoria, si no aparece más que como olvido, será por causalidad psíquica. Causas psíquicas que desde luego, cuestionan el monismo materialista de la identificación mente-cerebro.

También la plasticidad neuronal que además de dar cuenta de ciertos procesos de aprendizaje, nos permitiría investigar el camino de la desaparición de los síntomas en el cuerpo ‘la letra que cesa de no escribirse’, así como la expresión del concepto límite entre la biología y el lenguaje que no es otro que la pulsión.

No pretendo reeditar el primer desiderátum cientifista freudiano de ‘la ciencia algún día lo demostrará’ sino más bien subrayar de acuerdo con Zizek que lo que no llega a explicar la neurociencia da lugar al psicoanálisis. (Slavoj Zizek: Órganos sin cuerpo; Ed Pretextos, Valencia 2006)

Con lo cual las relaciones epistemológicas de ambos, el Psicoanálisis y la Neurociencia habría que situarlas en el ámbito de la irreductibilidad de las teorías; ello en dos sentidos: No demostrabilidad, por tanto las Neurociencias no demuestran el Psicoanálisis y No reductibilidad, es decir, el Psicoanálisis no se reduce a explicaciones de las Neurociencias.

Los argumentos mostrados acerca de que el inconsciente del que tratamos no es el mismo del que tratan las neurociencias son la respuesta que encuentro a mi pregunta inicial.

Porque el inconsciente tomado como una producción en un marco que es el del encuentro con el psicoanalista si éste ocupa su función, no es el mismo del que tratan las neurociencias aunque, ello no signifique que adentrarse en ese diálogo de las dos disciplinas y el desvelamiento de algunos procesos, puede dar luz a hipótesis que manejamos tanto en uno como en otro ámbito disciplinar además de alejarnos de ciertos diagnósticos de marketing que clasifican las sintomatologías o los episodios de la vida humana huyendo de la etiología de los procesos psíquicos.

María Cortell Alcocer
Psicoanalista, Valencia

Freud subrayó un horizonte:

“Pareciera que psicoanalizar sería la tercera de aquellas profesiones «imposibles» en que se puede dar anticipadamente por cierta la insuficiencia del resultado. Las otras dos, ya de antiguo consabidas, son el educar y el gobernar (1937).

Jacques Lacan más audaz descubrió que cuando estamos ante algo imposible solo queda un camino: hacerlo. Lo imposible está para hacerse, no es para prometerse, claro que tiene un requisito no retroceder ante el deseo imposible que nos habita.

¿A ver si como roncan duermen? A ver si como roncamos dormimos, es decir si hacemos la apuesta por lo que decimos.

Alberto Sladogna, psicoanalista


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