Archive for the ‘Reportajes’ Category
Pierre Daix. — La colección que usted dirige en las éditions du Seuil se denomina El campo freudiano. La referencia a Freud es constante en la selección de sus escritos que acaba de aparecer. Por lo tanto, la 1º pregunta que que me gustaría formularle es ésta: ¿cómo se sitúa usted por relación a Freud?
Jacques Lacan. — Quisiera afirmar desde el vamos que todo lo que he escrito está enteramente determinado por la obra de Freud.
Ese es el primer título al que pretendo: yo soy el que ha leído a Freud. He leído también a algunos otros, desde luego, pero de una manera en absoluto comparable: a Hegel, por ejemplo.
¡Cómo se me ha leído a mí mismo, para llegar así a la conclusión de que yo me mantenía fiel a su sistema, mientras que éste no era para mí más que una máquina para hacer frente a los delirios de la identificación!
Volvamos a Freud.
Cuanto más leo yo a Freud, más impactado quedo por su consistencia, digamos más simplemente, por su coherencia lógica.
Hay una lógica en su obra, que yo expreso, por medio de letras y símbolos, con un rigor comparable a las expresiones de la nueva lógica matemática con Bourbaki.
Cuando nace un hecho científico, un hecho que no concuerda con las fórmulas anteriores, ¿qué es lo que sucede?
Un hecho científico no nace más que si pone a prueba una categoría existente. Si no hay sistema preexistente, no hay desmentida. Un hecho nuevo implica una estructura nueva.
El inconsciente es un hecho nuevo, y aporta una desmentida a la antigua estructura sujeto-objeto.
Ahora bien, el alcance de lo que aportaba Freud sobrepasaba infinitamente lo que podían leer las personas a las que se dirigía. ¿Quiénes eran éstos?
Terapeutas preocupados por comprender los oscuros movimientos cuya existencia comprobaban en sus pacientes.
Esto era loable, pero la formación médica no era, y nunca lo es, con sus intereses y su tradición, digamos, humanista, la más apropiada para introducir a la dimensión del psicoanálisis.
Si lingüistas y lógicos se encuentran más al alcance de entenderlo — esto indica suficientemente en qué sentido debería completarse la formación médica.
¿Por qué entonces la difusión de Freud es lo que es hoy, al punto que incluso aquellos psicoanalistas que no se dicen sus seguidores no pueden hacer de otro modo que rehabilitarse por medio de un recurso a sus términos, verbal, en el mal sentido de la palabra?
El problema es precisamente que la mayor parte de los psicoanalistas no saben por qué son esclavos de su texto: mientras que en realidad, ponen bajo los términos de Freud cualquier cosa, o más bien: lo que tenía curso antes de Freud, lo que Freud ha devaluado. Se hace pasar moneda falsa.
No hay nada por lo cual los psicoanalistas de hoy tengan más aversión que por el inconsciente, pues no saben dónde meterlo.
Esto es comprensible, él no pertenece al «espacio euclidiano», es preciso construirle un espacio propio, y esto es lo que yo hago hoy. Esto, los psicoanalistas que no han sido tocados por mi enseñanza no lo saben.
Entonces, prefieren recurrir a nociones tales como el yo, el superyó, etc… que se encuentran en Freud, pero que son igualmente homónimas con nociones que se utilizan desde hace mucho tiempo, de manera que usarlas permite volver implícitamente a sus antiguas acepciones.
No olvide usted que la primera generación de psicoanalistas se encontraba en esa situación de tener, al mismo tiempo, que hacerse reconocer y trabajar.
Esos médicos están lejos de carecer de mérito. Tuvieron una especie de percepción de la novedad del freudismo y fueron cautivados por el uso de un instrumento eminentemente operatorio que contrariaba toda la formación que habían recibido tanto en el liceo como en la facultad de medicina.
Hicieron un esfuerzo de exégesis y de propaganda, torpe como es habitual, para hacer entrar las categorías de Freud en la circulación, a partir de lo que habían percibido del campo inaudito que éstas les abrían.
Pero, al aplicarse a hacerlas admitir, tuvieron tendencia a sustituir, al aparato científico montado por Freud, el aparato filosófico anterior, y especialmente a revisar el de Freud para regresar a la antigua relación sujeto-objeto. Y se ha continuado a partir de ese primer impulso. Esta «adaptación» condujo a diversos desarrollos aberrantes.
Es epistemología lo que le estoy haciendo. Usted ve que no están tan equivocados los normalistas de la rue d’Ulm, donde hago mi curso de Hautes Etudes, al dar a mi teoría del psicoanálisis sus prolongaciones epistemológicas.
Pierre Daix. — ¿Cuáles son estos «desarrollos aberrantes» de los que usted habla?
Jacques Lacan. — El arquetipo en Jung, la potencia anímica primaria, he ahí lo que fue excluido por el propio Freud en su momento, y había mérito, teniendo en cuenta la calidad del adepto. El «corazón del ser», cuando Freud hace alusión a eso, es para designar un límite de la exploración del inconsciente.
Lo que arroja su sombra sobre el pensamiento analítico, es la misma confusión bajo una forma más sorda, porque está cubierta por un barniz científico.
La idea de desarrollo surgida de la práctica de los pedagogos, y que se jacta de las apariencias de la observación llamada behaviorista, procura un arreglo barato de lo que se trataría de aprehender en su verdadera hiancia: la estructura de las revoluciones del deseo, la única susceptible de dar cuenta de sus regresiones.
He ahí, muy crudamente, lo que está en juego.
Esto supone una crítica de la noción de instinto que por lo demás ya no hay que hacer en nuestros días, pero que no se impone sino por el hecho de que una vulgarización grosera y una traducción propiamente deshonesta hacen creer que Freud recurre al instinto, mientras que propiamente no hay nada de eso.
Freud aporta bajo el nombre de Trieb algo absolutamente diferente. Desgraciadamente, el término de pulsión es completamente impropio para devolver las resonancias ligadas al empleo en alemán de Trieb.
El Trieb, diría yo cum grano salis, la deriva, es un verdadero montaje donde lo que es de fuente «orgánica» no aparece más que retomado en una estructura. Este es el punto eminente al poner de relieve el término.
Es ahí más que nunca que dicha estructura exige la topología precisa por la que se distinguen y se articulan la demanda y el deseo más allá de la necesidad.
Pierre Daix. — ¿De modo que cuando usted dice: leer a Freud, usted no reclama solamente una lectura del original y de todo el original, sino una lectura que capte el sentido del original, el sentido de los términos de Freud?
Jacques Lacan. — Sepa usted que Francia es el único de los grandes países civilizados que no posee una traducción completa y seria de la obra de Freud.
La responsable de este estado de hecho es en primer lugar la Princesa Marie Bonaparte, quien había instituido una especie de privilegio para las traducciones de Freud al francés.
¿Esta situación va a cambiar? La misma tuvo consecuencias graves. Obturó los efectos que el descubrimiento de Freud debía obtener por medio del campo de las Letras, que sin embargo se mostró en varios niveles tan abierto a su resonancia: los surrealistas sin duda, pero el propio Mauriac no quedó intacto al respecto.
Cuando leemos bajo la pluma de un hombre como Gide, quien estaba suficientemente advertido de estos problemas, que Freud es un imbécil de genio, estamos forzados a decir que Gide no conoció de Freud más que a unos intérpretes que eran, ellos, unos imbéciles sin genio. Ahora, las Letras saben a qué atenerse.
Y quizá está ahí todo el sentido — en todo caso el sentido más seguro — donde adquiere su derecho el uso del término estructuralismo.
Pierre Daix. — Yo quería justamente preguntarle lo que usted piensa del estructuralismo, puesto que también se escribe aquí y allá que usted es estructuralista, y que habría una especie de conjuración estructural conducida por Lévi-Strauss, Foucault…
Jacques Lacan. — … Althusser, Barthes y yo. ¡Sí, lo sé!
Descartemos ante todo el término de conjuración, de la que habría que saber contra qué estaría tramada. Yo no puedo callar aquí mi sentimiento respecto de cierto número de la revista L’Arc que encuentro de muy mal tono.
Nunca he considerado más que de manera muy incidental, incluso accidental, el pensamiento de Sartre, y sólamente a nivel de su ética.
Si él permitió a la sociedad francesa recomponerse después de la guerra, no es esa una sucesión que haya lugar de abrir, y por lo que respecta a su pensamiento, es precisamente de aquellos a los que no debo nada, cualquiera sea el placer que pueda yo obtener — y es vivo — en tales de sus análisis.
Esto me deja poco calificado para entrar en esa amalgama — digamos un poco fraudulenta — que se quiere hacer de un antisartrismo, y del que lo menos que podamos decir es que algunos de sus pretendidos sostenedores no eran, cuando el ascenso de Sartre, unos niños.
Dejemos por lo tanto esta ficción a su suerte, y limitémonos a lo que liga entre ellos a estos conjurados, más ridículamente todavía denunciados como cábala de los devotos. Acabo de decir a qué estructuras calificadas y verificables se refiere mi estructuralismo. Estas no carecen de conexión con las que motivan el estructuralismo de Claude Lévi-Strauss.
Pero justamente porque hay ahí referencias, perfectamente localizables en su distinción, está claro que Claude Lévi-Strauss y yo no estamos unidos más que por una posición puramente analógica, cada uno en nuestro campo.
No estamos conjurados porque no podemos mutuamente aportarnos ninguna ayuda, aparte de la de la amistad.
Que Michel Foucault, dé esas referencias a los campos cuya estructura revelamos nosotros, extraiga la filosofía, esa es otra operación que él prosigue en total independencia y que no compromete a las precedentes, aun cuando uno de ellos, yo mismo, puede en su seminario encontrar ocasión en su presencia para debatir al respecto con él.
Que Althusser y Roland Barthes encuentren allí sustancia y aparato para esclarecer sus propios caminos, esos son simplemente signos de su apertura y de su agudeza.
Puesta a prueba para mí lateral, que no extrae sanción más que de su problemática. El estructuralismo no es un color, precisamente por razones estructurales, ni ninguna de esas formas de manchas que progresan por difusión.
Es por esto que me opongo finalmente al empleo de este término, del que nada dice que no será desviado para los usos de un húmedo humanismo.
Pierre Daix. — Respecto a usted, Sartre dice en la revista de la que usted ha hablado: «la desaparición o como dice Lacan el «descentramiento» del sujeto, está ligado al descrédito de la historia. Si no hay más praxis, tampoco puede haber sujeto. ¿Qué nos dicen Lacan y los psicoanalistas que se dicen sus seguidores? El hombre no piensa, es pensado, como es hablado para ciertos lingüistas. El sujeto, en este proceso, no ocupa más una posición central. Es un elemento entre otros, siendo lo esencial la capa, o, si usted prefiere, la estructura en la cual está tomado y que lo constituye».
Jacques Lacan. — Esas palabras revelan una hojeada apresurada de lo que yo escribo, peor todavía: una atención que se contenta con los ecos más vagos. No me quejaré por eso. La experiencia que tuve con el círculo más cercano a Sartre, a saber: que allí se escribe un libro primero, con el firme propósito de informarse después, es una de las razones que han hecho que hasta hoy yo haya preferido dejar mis escritos en la dispersión.
Esta me aseguraba al menos que para referirse a ellos, era preciso haberse decidido a leerlos. Es también por esto que sentí la necesidad de reunirlos ahora, es decir en el momento en que estos efectos de ruido empiezan, a pesar mío, a producirse.
La rectificación que introduzco en las páginas 796-797 de mis écrits, a lo que yo denomino la metáfora copernicana, da el exacto alcance de la ventaja que yo vería en algún descentramiento: es decir, ninguna.
Yo no hablé de desaparición del sujeto más que en el desvío de su eclipse en el deseo: lo que no tiene más que un alcance filosófico tan limitado que es clásico.
Tampoco habría adelantado una banalidad así, si no fuera para hacer frente al término de aphanisis (lo que quiere decir desaparición) cuando uno de mis colegas, por otra parte de los más notables de la comunidad analítica, Jones para nombrarlo, entiende aplicarlo al deseo para constituir con él el temor mayor del sujeto.
El descrédito por donde yo rechazaría la historia se pasa un poco más de la raya a pesar de los límites ya franqueados, para evocar aquí a Monsieur Fenouillard: cuando basta con abrir el más conocido de mis discursos (al menos puedo imaginarlo así), a saber, el Discurso de Roma, para leer allí que el acontecimiento en su mismo esbozo es ya vivido por el ser hablante como inscripto en la historia, en una historialidad primaria, como se expresaría toda persona que tenga un poco de escrúpulo crítico como futuro anterior, si usted quiere y para hacerme entender por los demás.
Yo no pienso que el hombre sea pensado, puesto que evito hablar del hombre.
Trato de construir lo que resulta de que en el ser que discurre, ello habla en otro lugar que ahí donde por aprehenderse como hablante, concluye de ello con firmeza que es en tanto que él piensa.
Qué es entonces de lo que él es, ahí donde de lo que él piensa, se comprueba que no sabía nada.
El imperfecto es aquí esencial para significar su ocultamiento definitivo. Lamento la confusión de la estructura con la capa.
La capa no es de mi incumbencia, y suponer que Husserl no cuenta para mí es cortocircuito un poco fácil para evitarse descubrir lo que puede inscribirse en mi debe.
Este desconocimiento — furioso, no seré aquí lenitivo — está lejos de ser mutuo. Pues yo he tenido mucho interés, un interés arraigado en una verdadera seducción, en tal reconstrucción que Sartre hace en El ser y la nada de lo vivido del sado-masoquismo.
Es extremadamente instructivo, pues es el desarrollo mismo de lo que imagina aquel que no tiene la estructura perversa para tomar apoyo sobre el fantasma perverso, delectarse con él para justificar su propio deseo al respecto, en el punto preciso en que este deseo es engañado.
En lo cual algo clínico es alcanzado, pero seguramente no la estructura perversa misma.
Es preciso para ello la experiencia clínica, cuya falta aquí constituye la prueba de lo que no es accesible a la reconstitución: a la reconstitución subjetiva precisamente, volviendo tangible la distorsión que es inherente a la intuición y que únicamente puede reducir la referencia a la estructura.
Para concluir sobre todo esto, sostengo que si hay una posición idealista en este asunto, es precisamente la que plantea el sujeto desde el comienzo. Sin duda la estructura del sujeto contradice las intuiciones.
Pero la historia de las ciencias debería haberse practicado suficientemente para que se sepa que la suerte de la ciencia siempre ha sido que le fuera necesario soltar ciertas intuiciones a fin de constituirse como ciencia.
Descartes constituyó la física del movimiento desembarazándose del ímpetus. Hoy tenemos que destrabarnos de la ilusión de la autonomía del sujeto, si queremos constituir una ciencia del sujeto.
Entrevista a Héctor Rupolo
Posted marzo 29, 2010
on:http://www.elsigma.com/site/detalle.asp?IdContenido=12067
En esta oportunidad ofrecemos una entrevista a Héctor Rúpolo. El psicoanalista nos habla de sus encuentros con Jorge Luis Borges y los efectos que esas conversaciones produjeron en él. También nos ofrece su lectura de las consecuencias que las sucesivas renuncias que realizó José de San Martín a distintos cargos, habrían ocasionado a la Argentina. Así mismo despliega sus concepciones y experiencia en torno a las perversiones y las posibles intervenciones desde la práctica psicoanalítica. Otro de los conceptos abordados será el de topología de la pseudoesfera, que el entrevistado articula en relación a las psicosis.
– Por Emilia Cueto
26-03-2010
– Usted mantuvo cuatro entrevistas con Jorge Luis Borges, ¿en qué circunstancias se produjeron esas conversaciones?
El cuento de Borges “Guayaquil” gira alrededor de una carta que se habría encontrado en Venezuela, que daría una respuesta a la enigmática entrevista en la cual San Martín y Bolívar estuvieron a solas en Guayaquil.
La primera reunión que tuve con Borges fue para que él me brindara la información de si la carta mencionada en su cuento era parte de una ficción o si aquella existió realmente.
Borges no me pudo contestar a esta pregunta. La respuesta la encontré tiempo después. En la misma época en que él escribía el cuento, se había encontrado una carta, lo cual fue ampliamente publicado en los diarios, dando cuenta de que allí había una respuesta respecto a la entrevista de Guayaquil.
Pero si uno estudia la correspondencia tanto de San Martín como de Bolívar, se encuentra que no es tan enigmático lo que sucedió en esa entrevista.
En realidad, se ha producido un desplazamiento de la enigmática renuncia de San Martín a proseguir su gesta libertadora hacia la entrevista que mantuvo con Bolívar.
Esta fue la primera circunstancia que me llevó a la reunión con Borges; reunión que estuvo dividida en 2 partes: la 1º, como acostumbraba a hacerlo el maestro, estaba centrada en el tema para el cual uno lo requería, y así fue como nos dedicamos a leer el cuento “Guayaquil”, puesto que él tenía mucho interés en volver a recrearlo, pues “ni los amigos le habían hablado de este cuento”.
En cuanto a la 2º parte, Borges me pidió si podía quedarme a la tarde, así entonces yo lo ayudaba a él. Estuvimos toda la tarde tratando de encontrar cuál era el primero de los 4 elementos: fuego, aire, tierra o agua.
Luego de buscar durante varias horas en su biblioteca, encontramos que el fuego era el primer elemento, según Empédocles; y entonces él tuvo la certeza de que el prólogo a “Los conjurados”, que estaba escribiendo, era correcto:
“A nadie puede maravillar que el 1º de los elementos, el fuego, no abunde en el libro de un hombre de 80 años”.
Las demás entrevistas con Borges fueron relativas a preguntas sobre otros ensayos que él había escrito.
– En relación con esos encuentros ha manifestado que, si bien se trataba de un escritor, el diálogo personal con él, para usted, funcionó como una experiencia analítica. ¿Podría situar qué fue lo que produjo ese efecto?
Esta pregunta me lleva a definir algo de la experiencia analítica; definición que, me adelanto a pensar, no va a contar con el acuerdo de algunos colegas. La experiencia analítica, si la reducimos a lo que es su núcleo: el acto, el acto psicoanalítico, no es anticipable ni previsible. Sólo se puede dar cuenta de él a posteriori.
En este sentido, podría decir que fueron para mí del orden del acto psicoanalítico tanto algunas de las entrevistas con Borges como otros encuentros con maestros, como Raúl Sciarreta, Enrique Pichón Rivière, Isidoro Vegh, Norberto Ferreyra y Jacques Lacan.
También podría incluir a otra gente que en su momento ha dicho algo que tuvo repercusiones en mí, no ya del orden del acto psicoanalítico, sino de una enseñanza: Astor Piazzolla (a quien conocí personalmente), Atahualpa Yupanqui, Claude Lévi-Strauss, etcétera.
– En LOS BORDES NO TAN SIMPLES DE UNA CARTA, tomando como punto de partida un escrito de Borges, realiza una lectura psicoanalítica de las sucesivas renuncias a distintos cargos que realizó José de San Martín. Así, siguiendo a Lacan, plantea que habría cedido en su deseo, lo cual no sería sin consecuencias por tratarse de “El padre de la patria”. ¿Cuáles serían esas consecuencias?
Creo que las dos renuncias más determinantes de San Martín fueron las siguientes: por un lado, cuando abandonó la lucha en el Perú, y por otro, cuando fue a Montevideo para volver a Buenos Aires y se enteró de que Lavalle fusiló a Dorrego, luego de lo cual retornó a Europa.
Sólo él podía unificar a la Argentina, pues era el único al que respetaban todos los patriotas, estuvieran en un bando o en otro. Su retiro significó años de luchas intestinas entre caudillos, incluyendo la época de terror de Rosas.
La unificación de la Argentina como país recién se pudo lograr en la década de 1880. Así fue como San Martín, queriendo quedar exento de incluirse en la pelea entre connacionales, sin saberlo, extendió esa lucha por 60 años más. Él era el único que no sólo consensuaba el respeto de todos, sino que tenía el poder simbólico del padre. Por eso mi lectura es que su retiro de la escena nacional fue lamentable para nuestro país.
– En CLÍNICA PSICOANALÍTICA DE LAS PERVERSIONES plantea que la perversión puede ser abordada a través de la clínica psicoanalítica siguiendo la doble vertiente, señalada por Freud y desarrollada luego por Lacan, que tiene en cuenta la renegación y la aceptación de la castración en esta estructura. ¿Cuál sería la operatoria que desde el psicoanálisis se puede desplegar?
Si bien Freud sentó las bases de la estructura de la perversión, sólo mediante una atenta lectura de lo que Lacan descubrió sobre dicha estructura es posible que la perversión sea perfectamente tratable por el psicoanálisis.
Se trata de lo que Lacan pone de manifiesto como el Goce del Otro. Si consideramos que el perverso ocupa el lugar de objeto “a” para el Otro, la inclusión del sujeto perverso en esa estructura que Lacan describe tan bien en su grafo sobre la perversión, en “Kant con Sade”, brinda la posibilidad de acercarse al perverso por lo que en él es lo reprimido: el sujeto del deseo.
Dado que en su acto el perverso se transforma en el “a” del Otro, que él se dé cuenta de que su acto es para el Otro puede llegar a producir transformaciones, tal como he comprobado con algunos pacientes que se han analizado conmigo y que lo han experimentado.
– ¿Cuál es la táctica y la estrategia puesta en juego en un análisis?
Esta pregunta es muy actual para mí, porque es un tema que estoy desarrollando.
Si la táctica responde a la pregunta sobre cómo debe hacerse determinado movimiento, la estrategia responde a la pregunta acerca del qué. Estos 2 términos, táctica y estrategia, se utilizan generalmente en la teoría de la guerra, pero también para el juego, como el ajedrez.
Es difícil pensar al movimiento analítico como una guerra, porque surge inmediatamente: ¿quién es el enemigo? Preferiría hablar de oponente. Evidentemente, el paciente no puede ser ni el enemigo ni el oponente, pero sí podemos encontrar, en la estructura del paciente, un oponente o un enemigo de la verdad del inconsciente, que es, sin duda, el Goce.
Tenemos que tratar, entonces, con un enemigo u oponente complicado, ya que cualquier cambio que introduzcamos en la economía del Goce será vivido por el paciente, sin saberlo, como un ataque.
Por lo tanto, la táctica que deviene de este estado de cosas es simple: el cómo se referirá siempre a respetar que el Goce puede desplazarse, pero no suprimirse.
Por su parte, el qué implica utilizar la estrategia por aproximación indirecta, nunca enfrentar al enemigo con todas las fuerzas en un mismo punto y de frente.
Es por eso por lo cual un análisis no puede ser pautado en un tiempo limitado a priori. No sabemos cuánto tiempo demandarán esta táctica y esta estrategia para lograr que el Goce parasitario se desplace hacia lugares que al sujeto le permitan utilizar su savoir faire avec le synthome, su saber-hacer con el síntoma.
– Al hablar de NEUROSIS, se promueven intervenciones que están claramente desestimadas cuando se trata de PSICOSIS. En el campo de las PERVERSIONES, ¿se podría decir que hay cierto tipo de intervenciones que favorecen un avance en la cura, mientras que otras la obstaculizan y hasta podrían estar francamente contraindicadas?, ¿por qué y cuáles?
En el caso de la neurosis, trabajamos con lo reprimido. Sin embargo, el Goce fantasmático es claramente lo que va a hacer oposición a nuestro trabajo. Esa es la tarea más difícil en un análisis de la neurosis, ya que en el fantasma neurótico, lo que toma el lugar del objeto “a” es la demanda del Otro.
Por eso, nuestro trabajo con un neurótico apuntará a esta demanda, y a cómo ella ha tomado el lugar de mando en su estructura.
Esto es totalmente diferente en la psicosis, ya que no tendremos la ayuda del inconsciente para acceder a la demanda del Otro, pues en la psicosis no hay inconsciente: hay Real; entonces, con un psicótico tendremos que hacer malabarismos para tratar a ese Real como si fuera el Inconsciente. El deseo del analista es el simbólico que se ofrece en un análisis a un psicótico.
En el caso del perverso, nuestro cuidado tiene que ser extremo respecto de la regulación del análisis, en el sentido de que el perverso no puede aceptar que la ley esté de nuestra parte, pues para él, nuestra operación analítica se transforma inmediatamente en una operación digitada por el Padre terrible o guiada por el capricho del Otro.
Esta regulación debe contemplar el tiempo que lleva que un perverso acepte, por lo menos en alguna parte, que la ley no la hizo ni el Otro del capricho materno ni el Padre terrible.
– ¿Coincide con las postulaciones de Lacan, plasmadas por ejemplo en “Ideas directivas para un Congreso sobre la sexualidad femenina”, respecto de poner en duda la forma en que se ha pensado la perversión en la mujer?
Sí, completamente. Sólo haría la siguiente aclaración: se confunde muchas veces lo que dice Lacan respecto a que no existe el fetichismo en la mujer, con que no existe la perversión en la mujer. No es lo mismo. El fetichismo en la mujer no existe. En cambio, en el caso de la perversión en la mujer, encontramos siempre una figura oculta detrás de ésta: es un hombre, y generalmente se trata del padre idealizado, que a su vez es el gestor de dicha perversión.
– Siguiendo la expresión de Lacan en L’ETOURDIT: “Llamamos ‘heterosexual’, por definición, a aquel que ama a las mujeres, sea cual sea su propio sexo”, ¿en qué términos se podría hablar de homosexualidad femenina?
Aquí cabe hacer una distinción. Una cosa es que los heterosexuales (ya sea hombres o mujeres) amen a las mujeres; otra cosa es desearlas, que ya constituye una posición masculina. Hay homosexuales mujeres que no sólo aman a las mujeres, sino que también las desean, y al desearlas, se ubican del lado masculino de los esquemas cuánticos de la sexuación.
– Al hablar de las PSICOSIS, recurre a la topología de la pseudoesfera, destacando el valor que esta tiene en la dirección de la cura. ¿Qué aportaría este recurso?
Luego de haber producido dicho escrito, pude verificar el aporte de tal recurso en la clínica, sobre todo, en los tiempos en los cuales dicha pseudoesfera se va invaginando para poder transformarse en una superficie de Boy.
No puedo dejar de mencionar la oposición que hubo por parte de algunos analistas franceses a tomar en cuenta esta topología, por aferrarse a una posición dogmática según la cual la estructura del sujeto es aesférica.
Siempre nos encontramos con ese dogmatismo cuando queremos llevar un poco más allá lo que formuló Lacan; pero he encontrado, no sin satisfacción, que la propuesta de la pseudoesfera coincide en parte con la figura topológica que Lacan guarda para el objeto “a” en la oralidad.
– En relación con la transferencia en las PSICOSIS, refiere que “se trata de un tipo de relación que podríamos designar con un término de tradición aristotélica: la amistad”, ¿qué diferencias –o no– encuentra con la formulación de Lacan de que en las psicosis, el lugar del analista en la transferencia sería el de “secretario del alienado”?
El problema no es con los términos que Lacan formuló, sino con la praxis que se engendra a posteriori de él. Algunos que se plantean como secretarios pasan fácilmente a la categoría de amos y confunden lo que es la posición del analista en la psicosis (que consiste en hacer preguntas y sugerencias, siempre tomando en cuenta lo que el paciente quiere) con dar órdenes o inventar operaciones complicadas en las cuales el deseo, no del analista, sino de la persona del analista, se implica de tal manera que resulta contraproducente para el paciente, en una operación que no vacilo en calificar de iatrogénica.
– En CLÍNICA PSICOANALÍTICA DE LAS PSICOSIS, expresa: “Consideramos que el psicoanálisis no puede operar frente a la locura. Si el paciente psicótico está loco, tendremos que esperar la remisión de ese estado para abordar un tratamiento psicoanalítico…”. ¿Cuál será el lugar de quien condujo la cura, entonces, en esos momentos?
Todo depende de si el paciente está comenzando un análisis o si éste ya se encuentra establecido. Cuando me referí en ese texto a la locura inoperable mediante un análisis, faltó detallar las condiciones en las cuales esto sucede; vale decir, por un lado, en el caso de un comienzo de un análisis, y por otro lado, en ciertas fases en las cuales no se ha establecido la transferencia de la cual es capaz el paciente psicótico.
En mi experiencia, ha habido tratamientos en los cuales se ha avanzado en la transferencia, por lo que el analista puede seguir operando y dirigiendo la cura, con la asistencia farmacológica de un psiquiatra al paciente en brote.
– En nombre de elSigma le agradezco su disponibilidad a participar en este espacio, lo cual nos ha permitido desplegar un poco más su pensamiento y experiencia.
Héctor Carlos Rupolo, es psicoanalista, miembro y fundador de Triempo, Institución Psicoanalítica, perteneciente a Convergencia, Movimiento Lacaniano por el Psicoanálisis Freudiano. Entre sus libros publicados se encuentran: Clínica psicoanalítica de las Psicosis, Lugar Editorial, Buenos Aires (2000); Clínica psicoanalítica de las perversiones, (Semiescrito 1) y Los bordes no tan simples de una carta (Semiescrito 2), ambos por Ediciones NACAL.
Entrevista a Héctor Rúpolo para Mancia, a partir de un cuestionario confeccionado por Helena de Troya
– ¿Cómo iniciaste tu formación como analista?
He estado pensando bastante en la forma de responder esta pregunta. He pasado por diferentes perspectivas y finalmente me he decidido por una de ellas. No sé si es la más conveniente. Me viene como objeción la experiencia que tengo de ser padre, uno como padre le quiere evitar a los hijos los errores que uno ha cometido, luego de pasar por esta experiencia y abrevar en el fracaso de la misma, he reflexionado bastante.
Esas reflexiones me han llevado a pensar lo siguiente: no está mal avisar a los hijos de lo que pueden llegar a ser elecciones que llevan a una pérdida innecesaria de tiempo, solo está mal el hacerlo de manera tal de ponerse como ejemplo para que ellos no hagan lo mismo.
Este ejemplo sólo provoca rechazo y un pedido totalmente lícito de hacer su propia experiencia, a los hijos no les sirve la experiencia de los padres porque su vida es diferente a la nuestra por las épocas y porque se sienten alienados en el discurso de los padres lo que hace a su objeción totalmente correcta.
Entonces planteado de esta manera me he decidido hablar de mis errores en mi formación como psicoanalista, no a modo de ejemplo, sino como una muestra que quizás casi todos de una manera u otra debemos pasar por estas experiencias.
Entonces voy a pasar a relatar lo que considero hoy después de tantos años de formación, los lugares en los cuales me he detenido, y que no considero y que yo considero que de allí se puede rescatar una buena experiencia. Lo cual quiere decir que no todos los errores son perjudiciales, por el contrario muchos de ellos son parte del tiempo que le lleva a uno darse cuenta de algunas cosas.
Lo primero que pondría en cuestión es el narcisismo de mi juventud.
Si bien es cierto que la época que yo viví en mi juventud durante los años 70, nos creíamos que el mundo dependía de los jóvenes y esa era una ideología del momento, considero que hubo algo personal en ese narcisismo de la juventud.
Ese narcisismo de la juventud se sostenía en la identificación con personas que podría calificar de ideales, algunos de los cuales eran verdaderos maestros y otros tal como lo expresa la palabra en castellano petimetres, que creo proviene de petit maîtres, es decir pequeños maestros.
De esos pequeños maestros no ha quedado nada más que la fascinación temporal de una cierta época.
Los que fueron verdaderos maestros para mi, dejaron una huella imborrable, por su honestidad intelectual, por su fácil acceso, por su dedicación al estudio, y porque tenían algo para transmitirme que estaba más allá de los libros.
Voy a nombrar a mis maestros de los cuales recuerdo sus marcas, en primer lugar Enrique Pichon Riviere, quien aceptaba una interlocución de un pendejo como yo (cuando lo conocí tenía 20 años). Lejos de parapetarse en su lugar dentro del psicoanálisis, (no hay que olvidar que fue uno de los cuatro fundadores de la APA) me abrió la posibilidad del diálogo y siempre atendió a mis preguntas de una forma absolutamente desinteresada.
El segundo maestro que tuve fue Raúl Sciarreta, otro tipo honesto y desinteresado que se brindaba al diálogo con los más jóvenes y tuvo la virtud de introducirme a una relación entre Freud y la ciencia. La epistemología Althuseriana estaba de moda, y si bien yo ya estaba definido hacia una formación analítica, estaba absolutamente desencantado con la chantada de la APA, con el todo vale sin fundamentos y con la teoría Kleiniana que hacía que los análisis se redujeran a la monotonía de los sentimientos transferenciales.
A principios de los años 70, gracias a Raúl Sciarreta pude descubrir a un nuevo Freud, y de allí apareció el contacto con los textos de Lacan.
Pero ese era el límite de Raúl, ya que venía de la filosofía y no podía entender lo que Lacan significaba a nivel de la clínica psicoanalítica.
A Oscar Massota, no lo puedo mencionar como uno de mis maestros porque tuve la oportunidad de estudiar con él solo un año, pero no lo descarto como que hubiera sido posible una transmisión.
Luego considero que mi formación continuó con Isidoro Vegh, quien fue el que me introdujo en la clínica lacaniana con Freud, es decir la articulación entre los dos maestros principales del psicoanálisis.
Y hubo otro más, con el cual tuve la oportunidad de compartir solo cuatro entrevistas, que para mí son inolvidables: Jorge Luis Borges.
Si bien era un escritor, la experiencia del diálogo personal con él para mi funcionó como si hubiera sido una experiencia analítica, a pesar de no ser un analista y de tener una posición tomada contra el psicoanálisis.
Ahora bien, ¿qué de mis errores de pendejo insolente?
Muchos, por ejemplo creer que porque había comprendido algo de la teoría, sabía.
A partir de lo cual era capaz de valorar mi saber de manera tal que no me permitía reconocer a estos maestros. Este reconocimiento de mis maestros es actual, no lo hacía en esa época. Más bien me fascinaba con cualquier personaje que detentaba el saber como un poder y allí solo perdía el tiempo.
Por ejemplo aquellos que repetían a Lacan en aquello que yo no lo había leído. Los que hablaban con aforismos sin entender lo que decían. Suponer mi ignorancia en función de ese falso saber de algunos fue algo que realmente me hizo perder el tiempo.
Otra fascinación era lo nuevo.
Lo que yo ya había escuchado o leído lo consideraba pan comido, y recién después de mucho tiempo me di cuenta lo necesario de pasar por el mismo lugar muchas veces. Cuando creía que comprendía a Freud o a Lacan, en realidad repetía los que estos personajes idealizados, generalmente impostores, me transmitían ocultando su fuente: Freud y Lacan.
Con ellos, llamémoslos los falsos maestros, se producían efectos que a la larga eran puramente negativos, hacían mella en mí y me conquistaban mucho más que aquellos que realmente me transmitían algo del psicoanálisis.
Porque un maestro, es aquel que sabe transmitir en un lenguaje absolutamente comprensible, y de ahí que caracterizo este error como narcisista, me fascinaba más aquellos que decían cosas incomprensibles que aquellos que no usurpaban un lugar, y no lo usurpaban porque tenían legitimidad en lo que decían.
Pero al modo de Groucho Marx, (yo nunca me asociaría a un club que me aceptara como socio) rechazaba a quienes realmente me formaron.
Es por esto que lo que tengo para transmitirles son errores que no sé si son transmisibles, yo en mi tiempo lo experimenté de esta manera y me pregunto si esto le puede servir a alguien.
Otra cuestión importante es que los verdaderos maestros son los que a uno lo acercan al texto, le presentan las dificultades y no engañan con una facilidad ilusoria, en cambio los usurpadores, siempre la tienen clara, pero en realidad si uno los escucha atentamente, ellos mismos no comprenden nada de lo que están transmitiendo.
– El psicoanálisis está muy arraigado en la Argentina; incluso vienen estudiantes y profesionales de otros países a formarse aquí. ¿Por que crees que es así? ¿Por qué en el resto del mundo el psicoanálisis no tiene la difusión que tiene en Argentina?
La respuesta que debo dar a esta pregunta es un poco bajoneante.
Esperemos a ver qué es lo que sucede en el futuro.
Como van las cosas esa preeminencia del psicoanálisis va a ser cada vez más acotado por el surgimiento de la nuevas (viejas) teorías de la conciencia, y lo que quedará del psicoanálisis, cada vez más será degradado a la psicología, ya se habla de los psicólogos con orientación psicoanalítica.
Por lo que veo en Mancia está muy acentuada la idea de que el psicoanálisis es una rama de la psicología.
Yo discrepo absolutamente con esta idea. El psicoanálisis no es parte de la psicología, ese intento ya lo hicieron en EE.UU los analistas del yo sobre todo Rapapport que intentó hacer del psicoanálisis una psicología general. (Aportaciones a la teoría y técnica psicoanalítica de Gill y Rapapport) Es un texto que recomiendo para que se pueda apreciar cómo se degrada el psicoanálisis a la psicología.
Desde mi punto de vista no hay psicología con orientación psicoanalítica. Hay psicólogos que tienen el deseo de formarse como analistas. Actualmente hay una desorientación psicoanalítica.
Un psicoanalista no se puede formar en la universidad, pues un psicoanalista para formarse debe tener un maestro.
Alguien de más experiencia que sepa lo que se hace en un psicoanálisis, que pueda guiar por medio de la transferencia a aquel que quiere trabajar como psicoanalista en lo que es esa práctica que los psicólogos por más maestrías que hagan no van a poder aprender ni aprehender.
El análisis del analista, es un análisis didáctico, pero…
¿Qué psicólogo con orientación psicoanalítica tiene la suficiente experiencia, la suficiente lectura de Lacan como para erigirse en maestro de otros? Solo lo puede hacer desde el discurso universitario.
Ahora bien, tenemos a otro peligro para el psicoanálisis que refundó Lacan y es la SAMCDA, que es lo que Lacan llamó en RADIOFONíA Y TELEVISIÓN a la Asociación Psicoanalítica Internacional, en este país las sedes reconocidas son APA y APDEBA.
SAMCDA quiere decir Sociedad de Ayuda Mutua Contra el Discurso Analítico.
Los de la SAMCDA, que a partir de la práctica que devenía de la enseñanza de Lacan en la Argentina veían disminuir sus pedidos de análisis, ya que los análisis que llevábamos adelante los analistas formados fuera de esa institución pusimos en práctica por primera vez en los años 70 antes que el yerno de Lacan viniera a la Argentina, esa nueva práctica que Lacan formuló y era mucho más efectiva que los que ellos realizaban con las viejas teorías postfreudianas.
Es de una distancia sideral formarse como psicoanalista dentro de la revisión que hace Lacan de todas las dispersiones a las que estuvo sometido el psicoanálisis a formarse como lo hacen en esa vieja institución que dicen diferentes cosas pero que en su práctica siempre hacen lo mismo.
Me hubiera gustado probárselo a la gente de Mancia con los cursos que inauguré en Setiembre como se analiza en la IPA y como se analiza con Lacan.
Ese curso estaba un poco dirigido a la gente de Mancia porque yo había encontrado que se habían interesado en lo que escribí en mi libro sobre las perversiones, pero el mensaje no llegó.
Y ese es un tema actual, ¡hay tantos que se llaman psicoanalistas que no tienen formación psicoanalítica!
Sé que la mayoría de ellos nunca se sometió a un verdadero análisis.
¿Cómo van a formar gente como psicoanalistas si ellos mismos consideran que el psicoanálisis es una simple orientación psicológica?
Hay que desengañarse, el psicoanálisis no es para las masas, y menos en estas épocas que las masas necesitan un líder.
El psicoanálisis se transmite de uno a uno, de un maestro a pocos discípulos.
¿Quién soporta hoy día lo que es un verdadero maestro que lo interroga a uno en lo más profundo?
¿Qué psicólogo está dispuesto a renunciar al hecho de que teniendo un título profesional no es un psicoanalista?
Hay mil y un discurso seductor que lo convencerán que con solo estudiar algunas cosas más la cuestión está resuelta.
¡La oferta de formarse como psicoanalista con un bajo costo y hasta gratuitamente es tan grande!
Y para los que quieren pagar tienen la oferta de la SAMCDA, que ahora abrió sus puertas a los psicólogos ya que se había quedado sin candidatos y analizantes, y por otro lado está la orientación lacaniana, que son los que impulsan una relación imposible entre el discurso psicoanalítico y el discurso universitario, así es como de allí devienen los psicólogos de orientación psicoanalítica.
¿Hay gente joven que puede entender la degradación a la que fue llevado el psicoanálisis al proponerlo como una teoría psicológica más?
¿Hay gente joven que pueda aceptar que cuando se recibió de psicólogo recién está en los comienzos de formarse como psicoanalista?
Estas son algunas preguntas que me hago hoy día a la luz de la experiencia que tuve con las discusiones que se dieron en algunos thread de Mancia.
– ¿Cuáles son las principales diferencias entre el psicoanálisis y las otras orientaciones? ¿Crees que pueden existir puntos de encuentro entre el psicoanálisis y las otras orientaciones?
Encuentro que esta pregunta es demasiado abierta, pues no se especifica si las otras orientaciones se refieren a las orientaciones de la psicología como pueden ser la forense, la pedagógica, la orientación vocacional, por mencionar algunas.
O por lo contrario te estás refiriendo a las orientaciones teóricas de la psicología.
Respecto a las primeras podría decir que por ejemplo en el caso de la forense, aquellos que se dedican a hacer perfiles criminales podrían sacar muchas ventajas de las propuestas psicoanalíticas.
En esta orientación me he encontrado con una especialista como María Laura Quiñones quien ha mostrado que sabe en serio del tema, y probablemente leer el texto de Lacan PSICOANáLISIS Y CRIMINOLOGIA la podría enriquecer mucho. Así como el análisis que hace Lacan de las hermanas Papin, incluso el caso Aimmé.
Pero esta interrelación me parece que puede ser productiva en la medida que aquél que abreve en el psicoanálisis no entienda que hace psicoanálisis sino que simplemente se ha nutrido de conceptos que son lo suficientemente sólidos como para ampliar su panorama.
En cuanto a la otra posibilidad que son diversas orientaciones de escuelas psicológicas creo que la interrelación no es posible.
Y me baso en el hecho de que cualquiera sea la orientación psicológica en la cual haya una práctica de escucha de pacientes, la interrelación con otras teorías es al precio de una degradación del psicoanálisis.
Si el psicoanálisis así como lo entiendo yo, es la mejor teoría para escuchar pacientes, porque podría sacar alguna ganancia, no digo el terapeuta, sino el paciente, el hecho de que alguien lo escuche desde un eclecticismo lo único que hará es que esa práctica no sea ni una cosa ni la otra.
Pongamos por ejemplo las terapias focalizadas, que en mi época se llamaban terapias breves.
Más allá de la teoría de referencia, ¿cómo se podría llevar a cabo una práctica con orientación psicoanalítica de una terapia focalizada si lo que vamos a dejar de lado es la regla fundamental del psicoanálisis que dice que el paciente diga todo aquello que se le ocurre, y en palabras de Lacan en el seminario Aún, que invitamos al paciente a decir boludeces?
Si está focalizada, se entiende por definición que nuestra posición no será la de permitir que el paciente asocie libremente todo aquello que se le ocurre para luego llegar a encontrar cual es su deseo.
Viene aquí el recuerdo de una respuesta que da Lacan en una entrevista que le hacen en la televisión francesa y que está publicado bajo el título de PSICOANáLISIS, RADIOFONIA Y TELEVISIÓN.
La pregunta que le hacen a Lacan en esa oportunidad alrededor de los principios de los 70 es la siguiente:
Pregunta: Los psicólogos, los psicoterapeutas, los psiquiatras, todos los trabajadores de la salud mental, es desde abajo y a la dura, que ellos se cargan al hombro toda la miseria del mundo, Durante todo este tiempo, ¿Qué del analista?
Voy a tomar solo una parte de la respuesta, en lo que me parece atinente a lo que estoy exponiendo en esta pregunta que me hicieron:
Lacan: «Es cierto que cargarse la miseria al hombro, como Ud., dice, es entrar en el discurso que la condiciona, así no fuera más que a título de protesta.
Por solo decirlo, me pone en posición –que algunos entenderán como de rechazo de la política- lo que en cuanto a mí, sean quienes fueren tengo por excluido.
Por lo demás los psico –cualesquiera ellos fueran- que se dedican a vuestro supuesto acarreo, no están para protestar, sino para colaborar. Que lo sepan o no, es lo que hacen«
Por ello que un psi, cualesquiera sea se dedique en su escucha a hacer terapias focalizadas, o breves, va a estar de acuerdo al amo que le solicita, por una conveniencia económica, que se atenga a los puntos de urgencia o de interés del paciente sin utilizar la regla de asociación libre.
Sin embargo hay que tener en cuenta que muchos analistas en formación al necesitar trabajo se ven seducidos por trabajar en empresas que les ofrecen pacientes.
En esto no hay ningún problema mientras aquel que lleva a cabo tal tarea sepa que su escucha estará condicionada por el discurso amo que no le va a permitir una escucha psicoanalítica.
Ahora bien, en el transcurso de estos tratamientos, puede surgir de parte de algunos pacientes cierta transferencia posible de encauzar en algún análisis. Generalmente, el paciente pide no pagar más a la institución en cuestión y continuar su tratamiento con el analista con el cual hizo transferencia. Fuera de ese ámbito es posible un análisis.
Sin embargo conozco el caso de instituciones que al darse cuenta de que esto sucedía con frecuencia, inauguraron una nueva etapa de seguimiento del paciente para que el analista que ya había podido lograr su lugar de analista no estableciera un contacto personal con el paciente y de esa manera el amo seguir usufructuando las ganancias que el paciente aportaba.
Con lo cual el analista que había conseguido instalar un análisis para que continuara por fuera de la institución quedaba otra vez reducido a ser un empleado de la institución en cuestión.
Por otro lado, no es serio considerar que a cada cuadro clínico le conviene una orientación diferente. Por ejemplo, que una fobia sea tratada con las terapias cognitivas. ¿Cuál es la estructura de la fobia desde la teoría cognitiva conductual?
Desde el psicoanálisis podemos aseverar que todas las neurosis son tratables con el psicoanálisis. Incluso podemos dar razones de la manera que se enfoca una fobia en el psicoanálisis. Me remito a mi experiencia en Mancia. Tuve una discusión con un representante de las terapias cognitivas que se autodenominan científicas.
Esta discusión la encuentro hoy estéril por la manera en que fue enfocada.
Si alguien me dice hoy, que una estructura como la fobia es más tratable por cualquier terapia que no sea el psicoanálisis le pido que confrontemos razones y fundamentos.
Todavía no sé, cual es el fundamento de las terapias cognitivas.
Por lo que he leído, las terapias psicológicas cognitivas se apoyan en una relación entre el cerebro y la conciencia, espero que alguien me pueda dar razones de cómo una estructura neurótica puede modificarse por medio de la conciencia.
– Psicólogo y psicoanalista no necesariamente implican lo mismo. Desde la ética del psicoanálisis, el psicoanalista debe acreditarse a sí mismo, más allá de los títulos universitarios. Esta postura, en algunos casos, parece dar lugar a que gente sin formación en Salud ejerza el psicoanálisis y tenga a su cargo pacientes. ¿Cual es tu opinión al respecto?
Freud fue muy claro al respecto. Un psicoanalista no debería autorizarse en el hecho de que es médico o psicólogo. Es más el creía que para la formación de un psicoanalista había otros saberes que no se impartían en la universidad que eran imprescindibles, como la literatura, la arqueología etc.
Pero desde que Freud fundó el psicoanálisis han pasado 100 años por lo tanto las cosas han cambiado sobre todo por lo legal que implica el tomar pacientes, hay leyes sociales que creo no deben ser desconocidas, yo creo que la autorización legal que da la medicina o la psicología es necesaria, fundamentalmente por lo siguiente: si el psicoanálisis es marginal a todo saber establecido, esto no quiere decir que un psicoanalista deba situarse en esta extraterritorialidad respecto a los títulos habilitantes, yo lo veo simplemente como una demanda social que debe ser cumplida para poder desempeñarse en una actividad que no puede estar pautada por lo social.
El problema va a aparecer cuando lo social empiece a exigir que para ser psicoanalista haya una regulación por fuera de las instituciones psicoanalíticas, como se lo quiere imponer en Europa y ya se lo ha impuesto en EE.UU, allí solo los psiquiatras están autorizados a hacer psicoanálisis.
– La ley 17132 de medicina, en su articulo 91, prohibía el ejercicio del psicoanálisis en ámbito hospitalario, este articulo fue derogado por la actual ley de ejercicio profesional de la psicología; pero aun persisten ciertos desencuentros disciplinarios. Según tu criterio, ¿cuáles son los entrecruzamientos posibles entre el psicoanálisis y la medicina? ¿Crees que se dan en la actualidad?
El entrecruzamiento entre psicoanálisis y medicina me parece una materia pendiente. Por un lado por la historia del psicoanálisis en la Argentina, ya que la APA reclutaba sus candidatos entre los médicos lo cual hacía que cualquier médico pudiera ser objeto de un cambio de orientación hacia el psicoanálisis, lo cual abasteció varias aberraciones apartando a médicos que tenían muy claro a que se querían dedicar dentro del terreno de la medicina y fueran apartados de allí por el análisis personal. No está demás aclarar que dichos médicos con una orientación en alguna de las ramas de la medicina fracasaban como psicoanalistas.
Un punto de intercambio entre médicos y psicoanalistas es el campo de la psicosis. Es un campo que desde mi punto de vista, requiere la participación conjunta entre el analista y el médico psiquiatra. A condición de que tanto el psiquiatra como el analista tenga claro su campo de acción y no se superpongan en sus tareas.
El psicoanálisis, por mi experiencia es ineficaz en el momento de un brote agudo psicótico, si no ha estado el paciente un cierto tiempo analizándose.
Estoy absolutamente convencido de que la medicación no la debe utilizar el analista, sea médico o psicólogo. El campo del analista es el de la palabra con exclusividad, por ello si es necesario medicar lo tiene que hacer alguien que asuma esa función.
Por mi experiencia medicar a un paciente psicótico no es algo tan simple, y requiere de parte del médico una buena formación debido a la constelación física del paciente, por la contraindicaciones para determinados medicamentos o por enfermedades preexistentes.
Pero el aporte que puede realizar un médico psiquiatra a un psicoanalista sea médico o psicólogo tiene que ver también con la experiencia psiquiátrica de la cual muchas veces el analista carece.
Allí se puede establecer un verdadero intercambio.
Por otro lado lo que un analista le puede aportar a un médico en general, ya no me refiero a un psiquiatra es una diferencia de la cual cualquier médico podría sacar grandes beneficios cada vez que se enfrenta con un paciente.
Se trata de la diferencia entre demanda y deseo. La diferencia entre lo que el paciente pide y lo que desea es central para determinar la posibilidad de un tratamiento médico.
Los grandes médicos, que tienen en su haber mucha clínica aprenden esto de la experiencia, pero ¿porque no podríamos aportarle desde el psicoanálisis una referencia teórica para que puedan situarse mejor frente a la demanda del paciente?
Y evitarles de esta manera que tengan que asumir por su propia cuenta y experiencia tantos años para darse cuenta de lo siguiente: un paciente puede pedir su curación, pero lo que en realidad quiere es morirse.
¿No les parece que sería de una enorme ganancia para el médico poder establecer esta diferencia y poder operar de tal manera que al separar demanda de deseo no caer en el furor sanandis?
– ¿Qué cambios ves en el psicoanálisis acorde a la época actual? ¿Cuáles son las áreas de inserción posibles para el psicoanalista, más allá del consultorio?
Si tomamos el lado positivo, hoy tenemos un mejoramiento de la práctica analítica a partir de la introducción de la lectura que hizo Lacan de Freud. Su invento del objeto «a» es de un valor fundamental a la hora de la clínica. Los tres registros que nos dejó Lacan de lo Simbólico, lo Imaginario y lo Real nos permite una mejor ubicación que con la segunda tópica freudiana del yo, ello y superyó.
Creo que la práctica analítica, se vio enriquecida por la posibilidad del tratamiento de la psicosis y la perversión que con Freud no era posible.
Y finalmente si se da un buen análisis, los efectos que se pueden producir son duraderos, y dejarán en el recuerdo del analizante una etapa de su vida en la cual ha habido una modificación tal que es un antes y un después del análisis.
En cuanto a áreas de inserción más allá del consultorio deberían preguntarle a otros analistas, para mí esa es la única posible.
– Basándote en tu trayectoria, ¿qué recomendaciones podes hacer a un joven profesional interesado en el psicoanálisis? ¿Y a un joven profesional de Medicina?
En principio me dirigiría a un joven profesional fuera psicólogo o médico que esté interesado en el psicoanálisis. Mi recomendación es que busque donde formarse, que busque algún maestro que le transmita que es el psicoanálisis.
Como lo dije anteriormente, esto no es fácil porque la oferta es mucha y lograr diferenciar un grand maitre de un petit maitre (un gran maestro de un petimetre) a veces se hace difícil.
Pero voy a aportar una pista. La palabra maitre en francés tiene un doble significado, la de maestro y la de amo. El maestro trabaja, produce, estudia, el amo no trabaja y esto se lo puede apreciar.
Finalmente está la cuestión del deseo y el Maestro, para terminar me voy a referir a esta cuestión por medio del Zen:
Un monje curioso formuló esta pregunta a un maestro,
– «¿Cuál es el camino?»
– «Está exactamente ante tus ojos», dijo el maestro.
– «¿Por qué no consigo verlo?»
– «Porque estás pensando en ti mismo»
– «¿Y tú consigues verlo?»
– «En la medida en que tu visión es doble, diciendo «yo no», «tú sí», y así por el estilo, tus ojos se nublan dijo el maestro.»
– «Si no hay ni «yo» ni «tú», ¿puede uno verlo?»
– «Si no hay ni «yo» ni «tú», ¿Quién es ese «uno» que quiere verlo?»
Entrevista otorgada el sábado 19 de enero de 2008
por Jacques-Alain Miller
al Diario Libération
____________________________________
«Replegarse sería mortal para el psicoanálisis»
por ÉRIC FAVEREAU
Diario: sábado 19 de enero de 2008
Jacques-Alain Miller. Yerno de Jacques Lacan. Personalidad muy controvertida, director del departamento de psicoanálisis de la universidad Paris-VIII, Jacques-Alain Miller, 63 años, creó en 1981 la Escuela de la Causa Freudiana.
En 1992, fundó la Asociación Mundial de Psicoanálisis. Bajo su autoridad se publican los textos de los seminarios de Jacques Lacan, a cuenta gotas, se lamentan algunos. Es también alguien que polemiza. A la cabeza de la lucha contra la enmienda Accoyer, que quería legislar sobre la psicoterapia, retoma el combate contra los cognitivistas, obsesionados con la evaluación.
Organiza en la Mutualité en Paria, el 9 y 10 de febrero, un «gran meeting para que viva el psicoanálisis», sobre el tema: ¿qué política de civilización?
– Se habla nuevamente de la enmienda Accoyer, que busca enmarcar el uso del título de psicoterapeuta. Provocó la ira de todo el medio analítico. Vuelve pero bajo una forma atenuada. Y usted, vuelve a la guerra…
El asunto de la enmienda está cerrado. No hay ningún contencioso después que Bernard Accoyer renunció a su primer texto, que se arriesgaba a definir las diversas psicoterapias. Su preocupación por regular el uso del título de psicoterapeuta fue escuchado por el medio psi, que, desde hace pronto tres años, es parte interesada en la concertación sobre el decreto de aplicación. Por el contrario, sí, para mí el combate se ha vuelto permanente.
– ¿Pero qué combate?
Freud diagnosticó hace mucho tiempo un “malestar en la civilización». Estamos mucho más allá: todo el mundo siente que la civilización occidental tiende a volverse francamente invivible. Esto suscita revueltas, una guerra civil, pero que respeta las formas del debate democrático.
– ¿Ciertamente, pero qué guerra ?
Hay una guerra ideológica que opone, por una parte, los cuantificadores, los cognitivistas (1), con su pretensión creciente de regentear la existencia humana en todos sus aspectos, y por otra parte, todos aquellos que no se inclinan ante la cuantificación en todas partes. El fanatismo de la cifra, no es la ciencia, es su mueca.
No hace mucho, la administración, era aún burócratas a la Courteline. De ahora en más, la electrónica pone entre las manos de las burocracias occidentales un poder inmenso de almacenamiento y de tratamiento de la información.
Se han embriagado con eso, perdieron el sentido común. Las más afectadas son las de la Unión europea, herederas de las monarquías. Van hacia la vigilancia generalizada, de la cuna a la tumba. Aspiran al control social total.
Se prometen remodelar al hombre en lo que tiene de más profundo. No se trata ya solo de «gobernar los espíritus«, como quería Guizot, ni incluso sugestionarlos con olas de propaganda masiva.
Nuestros amos están tan confundidos por el progreso inusitado de las bio y nanotecnologías que sueñan con manipular en directo el cerebro con implantes y electrodos. Hasta tanto se pueda hacer eso, ¿por qué no poner a punto una humanidad higiénica, desembarazada de una buena vez de lo que Freud llamaba la pulsión de muerte, una especie humana mejorada, transhumana?
Quedamos reducidos a decirnos: !por fortuna existe el papa! Pues cuando los débiles mentales tienen el poder, el progreso científico engendra utopías autoritarias que son verdaderos delirios megalomaníacos. Esto fracasará sin remedio, pero hasta tanto produce estragos. No hay que dejar hacer, incluso si los clivajes nuevos que suscita esta desmesura no obedecen ya a la lógica izquierda derecha.
– ¿Pero, en qué concierne al psicoanálisis esos clivajes, que es del orden del dominio privado?
Desde comienzos del siglo XXI, la burocracia decidió que la salud mental de los pueblos formaba parte de sus atribuciones. Invadió los dominios de la escucha, de las terapias por la palabra, se ocupó de remodelarlas del principio al fin. En la práctica, esto quiere decir: atacar al psicoanálisis.
Tratar de eliminarlo en provecho de la técnicas de persuasión, las terapias cognitivo comportamentales, que pretenden que sus efectos son cifrables, por lo tanto científicos. Es la impostura del cognitivismo. El cognitivismo, es decir la creencia que el hombre es análogo a una máquina que trata la información.
En esta óptica, se trata de hacerle escupir cifras al alma. Se mide a cuanto más mejor, se cuenta todo y no importa qué; los comportamientos, las casillas marcadas de los cuestionarios, los movimientos del cuerpo, las secreciones, las neuronas, los colores de la resonancia magnética, etc.
Sobre estos datos recogidos de este modo, se elucubra, se los homologa a otros tantos procesos mentales que son perfectamente fantasmáticos, se imaginan haber puesto la mano sobre el pensamiento. En resumen, se divaga, pero como está cifrado parece científico. Todo un cúmulo de metáforas infiltró de este modo el discurso corriente, a fuerza de producir y de manejar máquinas, al hombre contemporáneo le gusta imaginarse ser una de ellas.
– ¿Un ejemplo ?
Nos explican que estar enamorado, ocurre cuando nuestra serotonina baja a menos del 40 %. Esto se midió en cobayos que aseguran piensa en el ser amado al menos cuatro horas por día. ¿El amor loco? Hace subir la dopamina. Por lo tanto si usted tiene propensión al amor loco, se trata sin duda de que tiene una pequeña falta de ese lado.
Por el contrario, si usted permanece con la misma persona, es porque su tasa de ocitocina, llamada la hormona del amor…
En resumen, se retranscriben sus emociones en términos cuantitativos, y el juego está hecho. Esta cuantificación enloquecida, que es un puro simulacro del discurso científico, se extiende por todas partes. Constituye la felicidad de la administración, la justifica, la alimenta, la incita a recubrir todos los aspectos de la vida.
– ¿Todo debe arrojarse en el cognitivismo ?
!Oh sí ! Es una ideología que mimetiza las ciencias duras. Pero si se ha extendido tan ampliamente, es porque expresa algo muy profundo, una mutación ontológica, una transformación de nuestra relación con el ser.
Hoy, no estamos seguros de que algo exista si ese algo no es cifrable. La cifra se ha vuelto la garantía del ser. El psicoanálisis también descansa sobre la cifra, pero en el sentido del mensaje cifrado. Explota las ambigüedades de la palabra. En este sentido está en el polo opuesto del cognitivismo, a este le es insoportable.
– Usted señala igualmente que esta ideología de la cifra está en vías de imponerse en la universidad…
La evaluación hizo su entrada en la universidad hace veinte años, pero hay un salto cuantitativo con la Agencia de evaluación de la investigación y de la enseñanza superior (la AERES). Es muy reciente: fue creada por la ley del 18 de abril de 2006 e instalada el 21 de marzo.
Desde 1985, los organismos encargados de la evaluación se han multiplicado, pero los universitarios e investigadores estaban representados en sus direcciones, y habían aprendido a vivir con ello.
Se acabó. Todo ha desaparecido en provecho de una agencia única, «autoridad administrativa independiente» que cubre el territorio nacional. Actúa bajo la autoridad de un consejo bastante raro, el ministerio nombra a los miembros por decreto.
Ningún miembro elegido. Del mismo modo, el «delegado» nacional, responsable de cada disciplina, no emana, de ningún modo, de la comunidad de los investigadores, es designado por el presidente de la agencia. El sistema fue concebido por el Pr Jean-Marc Monteil, eminente psicólogo social cognitivista.
Está encargado de la misión del gabinete del Primer ministro, mientras que la Agencia es presidida por el Pr Jean François Dhainaut, especialista en biotecnología. Delegado nacional para la psicología: el Pr Michel Fayol, sucesor del Pr Monteil en la universidad de Clermont-Ferand, la única de esa talla donde la psicología clínica es rigurosamente amordazada desde hace años.
El Pr. Monteil me explicó sin risa que era en razón de su incompetencia notoria en la materia. La Aeres es un monstruo burocrático hipercentralizado y particularmente opaco: nada que ver con América. Recuerda más bien a la difunta Unión Soviética.
– ¿Cuál es el objetivo ? ¿Expulsar al psicoanálisis de la universidad?
El objetivo es rentabilizar la investigación. El resultado será muy diferente. En nombre de la planificación total y de la objetividad perfecta, se ejerce el sadismo sobre los universitarios y los investigadores.
Se expanden pasiones tristes – inquietud, pérdida de estima de sí, depresión -, al mismo tiempo que con una dulce voz dicen. «Por favor, no tengan miedo!» Y al mismo tiempo, Sarkozy promete hacer de las universidades lugares de efervescencia intelectual. Esta usina a gas se romperá la cara, por supuesto, pero será mejor que sea lo antes posible.
Aparte de esto, no solo el psicoanálisis es insoportable para los cognitivistas, es el método clínico, porque apunta a lo singular, en tanto que ellos solo juran sobre la estadística. Tienen horror del sujeto, no conocen más que «al hombre sin cualidad», como decía Musil.
– Pero siempre ha habido un combate entre los clínicos y los cognitivistas…
Desde siempre, los clínicos tenían a los estudiantes y los cognitivistas tenían los títulos unviersitarios. Lo que cambió, es que hoy los cognitivistas, amparados en su posición administrativa, intentan erradicar a sus competidores.
Y lo lograrán, salvo si la tutela política reconoce que la unidad de la psicología es de ahora en más un mito. Entonces, se pondrá de un lado al psicoanálisis, la psicología clínica y la psicopatología. Y del otro a la psicología experimental y cognitivista.
Cada dominio con sus competencias propias. A falta de lo cual, el psicoanálisis desaparecerá muy rápido de la universidad. Es lo que le expliqué a Valérie Pécresse, invitado por ella, y es lo suficientemente inteligente como para no permanecer en la memoria como la Atila del psicoanálisis.
– ¿Está el psicoanálisis en estado de defenderse ?
«Vivamos felices, vivamos escondidos», esta era la divisa de los psicoanalistas.
Esto no se sostiene más. Replegarse en su terreno sería mortal para el psicoanálisis, pues ya no tiene terreno, simplemente. En resumen, los psicoanalistas no podrían dispensarse de tomar parte del debate público.
Además existen las prácticas. Hay que innovar. Cada vez más practicantes analizados reciben a sus pacientes en las instituciones. El psicoanalista está en camino de reinventarse. Constatamos que pueden producirse efectos analíticos en otras partes y no solo en el consultorio privado.
Hace cuatro años que la Escuela de la causa freudiana ha abierto un centro psicoanalítico de consulta y tratamientos, en el Xmo distrito de París, que recibe gratuitamente a todo el que llega.
Esto se extendió como un reguero de pólvora: con iniciativas locales, otros diez centros se han abierto en Francia. Cuatro en España, y también en Italia. En vista de los resultados, los poderes públicos los sostienen cada vez más. Esto testimonia una sorprendente evolución de las mentalidades. Logra alcanzar lo que Freud quiso hacer, dispensarios gratuitos.
– Usted no habla de la amenaza de la psiquiatría biológica y del peso preponderante de los medicamentos…
El psicoanálisis no es la cientología. El recurso a los psicotrópicos no está proscrito por principio..
– ¿Que pensó usted de la campaña nacional sobre la depresión ?
Es Knock a la milésima potencia. Un discurso masificante que trata de penetrar en lo más profundo de cada uno, para remodelar el sentido de sus emociones más íntimas. La ministra de Salud debió darse cuenta de que algo no andaba porque dio su auspicio a un coloquio que organizo sobre el tema.
– Dejemos a los cognitivistas. ¿Puede haber miradas de evaluación sobre las prácticas analíticas?
La cultura de la evaluación es un señuelo. Se apela a ella para cumplir bajas necesidades bajo la cubierta de la objetividad. Se hace como si el saber absoluto posara su dedo sobre usted y le indicara lo que usted vale: usted solo tiene que decir amén. En la práctica, la evaluación está siempre en manos de una clase que hace sus cuentas. Es un procedimiento de tipo soviético. Es la última resistencia a la ley del mercado.
– ¿Usted prefiere las reglas del mercado?
Si hubiera que elegir entre la evaluación y el mercado, preferiría aún el mercado. Para evaluar el departamento de psicoanálisis de París VIII, que es el líder mundial para el psicoanálisis de orientación lacaniana, nos envían algunos desdichados cognitivistas que, ellos, van a remolque de la psicología americana: nos toman por chiflados. Nosotros los consideramos nulos.
– Le control o el pase, ¿no es sin embargo una forma de evaluación?
Una elucidación, no es una evaluación. No se trata de ubicar valores sobre una escala preestablecida, sino de volverse disponible para la sorpresa del acontecimiento singular. El psicoanálisis es algo a medida, no la confección en masa. Dicho esto, en psicoanálisis, se nos juzga todos los días por sus resultados, pero no por expertos: sino por los que lo utilizan, por el consumidor.
– ¿Como reaccionó usted a la grilla de evaluación de los ministros, sugerida por el presidente de la Republica?
Folklórica. Nadie lo toma en serio. Es para desembarazarse de los ministros perezosos o que dejaron de gustar. Siendo así, el sarlozysmo es un muy curioso voluntarismo, que oscila entre el estatismo y el liberalismo.
Napoleón o Raymosn Aron, Sarkozy no eligió, y eso vira a la confusión. Los socialistas, eligieron. El PS fue fragmentado en bandas, todos sus expertos son hiper evaluacionistas. Se convirtió en el partido del «hombre sin cualidades», el portavoz de los altos funcionarios: «¿El interés general? Nos conoce, vamos a calculárselos» No es seguro que la izquierda pueda ahorrarse su disolución si quiere renacer un día.
(1) El congitivismo designa una corriente de investigación científica que sostiene la hipótesis de que el pensamiento es un proceso de tratamiento de la información
Traducción: Silvia Baudini (from eol-postal)
(From Libération)
http://www.revistatoro.com.ar/convers2.htm
TORO: ¿Lo conocías de antes a Lamborghini?
GERMÁN: Sí, a Lamborghini lo conocí en el ’68, pero me junté para hacer esto. Yo le había hecho el epílogo de El Fiord, que lo hice con un pseudónimo porque tenía un juicio en ese momento por Nanina y estaba con 2 años de prisión en suspenso.
Si me enganchaban una segunda tenía que cumplir los 2 años por ofensa de la moral pública. Fue en el año ’68. Porque el libro tuvo mucha repercusión y eso llamó la atención. A lo mejor si hubiera sido menos exitoso, no pasaba nada.
Entonces, me junté con Lamborghini, me junté con Luis Gusmán, del cual era muy amigo, nos veíamos todos los días, y con Jorge Quiroga, otro amigo, y después gente amiga que andaba por ahí.
TORO: Libertella…
GERMÁN: Libertella viene después; Susana Constante, que es una chica que escribió una novela que se llama LA CRECIENTE, que salió en Tusquets, que murió; Oscar del Barco, que es un filósofo cordobés; Marcelo Guerra, que se suicidó. Lo único que publicó en su vida fue esto que publicamos acá. Libertella, que yo lo conocí cuando publicó EL CAMINO DE LOS HIPERBÓREOS. Tenía 20 años entonces, y él había ganado el Premio Paidós.
TORO: ¿Por qué Libertella causó tanta fascinación entre sus contemporáneos?
GERMÁN: No causó tanta.
TORO: Quizás fue en la generación siguiente, en epígrafes y dedicatorias de libros.
GERMÁN: Bueno, como dice el Antiguo Testamento: «hay muchos cuartos en la casa de mi padre». Libertella dirigió editoriales muchas veces. Estuvo en Venezuela. Tenía muchos contactos en EEUU. Son cosas que tienen su peso.
Él era un tipo muy simpático. Nos conocimos y le pregunto qué está escribiendo. Los dos habíamos publicado un libro. Y Libertella dice: «Bueno, yo no quiero saturar el mercado».
Eduardo Miños, el marido de Susana Constante, que no era especialmente escritor. Andaba por ahí dando vueltas y escribió algunas cosas. Y después estaba Edgardo Russo, que estuvo en Adriana Hidalgo y ahora dirige El Cuenco de Plata.
Tiene un libro que se llama Guerra Conyugal. Era de Santa Fe. Ricardo Ortolá, que escribió 150 páginas de escritura automática. Nosotros le cortábamos pedazos y todo el mundo creía que era de primera. El no escribió nada antes ni después, y también un filósofo español que andaba por acá en ese momento, Eugenio Trías.
Entonces, yo quería hacer esta revista como la revista Scilicet, que ya conocía, la revista que hacía Lacan. Lacan ahí proponía no firmar, y en el último número de cada año poner los nombres pero sin decir a quién correspondía cada cosa.
Eso a mí me parecía una buena estrategia porque éramos pocos, y porque yo veía que en Argentina la costumbre era juzgar los textos por la persona. Por ejemplo, si algo era mío, era psicoanalítico, hablara de lo que hablara. Si yo agarraba un pedazo del diario y lo publicaba, era psicoanalítico.
Porque en la Argentina hay más sujeto de la enunciación que enunciados. A mí me parecía fenómeno para ver quién adjudicaba qué a quién, y crear un lío con eso. Y además había otra cosa, que es que yo escribía mucho más que el resto, porque Lamborghini no era muy dado a hacer teoría. Y no podía hacer una revista en donde salieran cuatro textos míos.
En el primer número, 3 o 4 cosas de las que hay son mías. Entonces, eso me permitía a mí juntar textos diferentes: un texto era más filosófico, otra más panfletario.
Después hicimos un texto mezclando cosas de Lamborghini y mías que se llamaba «EL MATRIMONIO ENTRE LA UTOPÍA Y EL PODER». Mientras hacíamos esto, yo me voy de Walter Thompson y nos vamos todos a trabajar en el gobierno de Cámpora, en la Secretaría de Cultura de la Provincia de Buenos Aires, en La Plata.
El secretario de cultura en ese momento era Leónidas Lamborghini, y a través de Osvaldo, Lorenzo Quinteros, que también estaba con nosotros, Zelarrayán y yo, nos vamos a trabajar a La Plata.
Yo, al poco tiempo que estoy ahí, digo: «aquí no va a quedar ni el loro», porque me doy cuenta que era una tramoya de Perón para dejarnos craqueados, no a mí en particular, sino a la juventud maravillosa.
Era fácil darse cuenta porque estabas ahí y necesitabas dinero para hacer algo y no se podía usar porque el tipo que manejaba la guita seguía siendo del gobierno anterior. Ibas a comer al bar de enfrente y había una banda de pesados y te empezaban a caer carozos de aceituna en la mesa tuya.
Decías: «¿pero qué hay que hacer?». «Pagar rápido e irse». Nos traían en Torino y no se podía hablar porque los choferes alcahueteaban todo a otra banda. Era una locura; entonces renuncié. Cuando renuncié me dijeron traidor a la Patria, a la causa, que la rueda de la Historia me iba a aplastar, etc.
Y al poco tiempo cayó Cámpora, se fueron todos a la puta que lo parió y a partir de ahí, siguieron vivos los que estábamos en Buenos Aires, porque los que vivían en La Plata, no. Entonces, hacíamos esa revista mientras estábamos en La Plata.
Era completamente esquizofrénico, porque una cosa ocurría en Buenos Aires, éramos literatos, y allá ocurría el gobierno nacional y popular. Yo escribí un plan que se llamaba «Plan de reconstrucción cultural». Lo había copiado de los chinos. Y con ese criterio, íbamos a hacer teatro en los loqueros, etc. Había un cura que quería llevar un coro de niñas vírgenes a las cárceles. Era todo una locura. Entonces, seguimos con eso, y funcionó un tiempo.
Era muy difícil con Lamborghini porque el tipo era muy… era muy intrigante: armaba unos quilombos bárbaros. Pero fundamentalmente la revista no pudo salir más porque vino el golpe de estado.
Lamborghini en el ‘75, tenía unas posiciones políticas que me parecían nefastas, conocía gente que no me gustaba nada, y entonces yo hice el último número explícitamente para que se viera que no estaba Lamborghini.
Y, para dar a entender que con los militares no se podía hablar más, en la tapa puse una sentencia latina que decía: Qui de uno dicit, de altero negat (lo que se dice de uno, se niega del otro) Literal 4/5, noviembre 1977. Si querías seguir, había que escribir en latín.
TORO: ¿Cuáles eran los interlocutores de Literal y a qué proyecto respondía?
GERMÁN: Andaba entre amigos. El proyecto era bastante simple, era crear un espacio que no quedara aplastado por lo que era propuesto imperativamente de un lado y de otro.
«Ustedes están acá o están allá». «No, nosotros estamos donde se nos canta, no estamos ni acá ni allá». La idea respondía a eso, respondía a este slogan de «la autonomía relativa de…».
El número 1 fue más programático. Este número, por ejemplo, decía en la tapa —imaginate que esto iba a contrapelo de lo que se decía—:
«Toda política de felicidad instaura la alienación que intenta superar. Toda propuesta de un objeto para la carencia no hace más que subrayar lo inadecuado de la respuesta a la pregunta que se intenta aplastar. No se trata del hombre, ese espantapájaros creado por el liberalismo humanista en el siglo pasado. Lo que se discute son sus intercambios».
Esto sonaba como chino básico. «¿Estos tarados qué son? ¿De derecha, de izquierda?».
Acá están las firmas: Germán García, Luis Gusmán, Osvaldo Lamborghini, Josefina Ludmer, Julio Ludueña, que era un cineasta, Ricardo Ortolá, Lorenzo Quinteros, Jorge Quiroga, Horacio Romeu, otro que se suicidó, que tenía un libro muy bueno que sacó De la Flor.
Se llama A bailar esta ranchera. Y Oscar Steimberg. El editor se llamaba Alberto Alba. Hay una cosa tan obvia… ¿Cómo uno no tiene en cuenta que no lee el diario que no le gusta? Decís. «¿Vos leés La Nación?». «No, yo no leo La Nación».
Es común que la gente diga eso. No es mi caso porque a mí me gusta hojear los diarios a propósito, porque yo me he educado a mí mismo en leer lo opuesto. Y por ahí me dice alguien: «¿Qué hacés leyendo la revista Cabildo?».
No podía creer que los de la revista Cabildo siguieran diciendo lo mismo que hace 40 años. Entonces, preguntabas qué queríamos. Nada, era dejar esto fijo, y funcionó, porque atravesó más cosas que revistas que eran supuestamente más importantes. Y es más claro esto ahora, predictivamente resultó más cierto que muchas predicciones de entonces.
TORO: Pero en ese momento, formalmente, era un tanto críptico.
GERMÁN: Sí, yo creo que pasaba por eso, pasaba por «es un grupo de loquitos». No éramos tomados como un grupo que tenía una propuesta política, que le íbamos a hacer algo a alguien. Si no, nos hubieran barrido.
TORO: Ese desdibujamiento de límites entre literatura, crítica, poesía, psicoanálisis, ¿de dónde sale eso?
GERMÁN: Es un poco mi ideología. La cosa es así: Luis tenía transferencia conmigo y Lamborghini pensaba en publicar sus cosas.
TORO: El viejo axioma de Lamborghini: «primero publicar, después escribir».
GERMÁN: Sí. Yo hacía y deshacía, a Lamborghini no le interesaba demasiado. Y creo también que se prestaba el momento, en el sentido de que efectivamente había una disolución de los géneros. Después de Rayuela y con el rescate de Macedonio, ¿qué era qué? Por eso Macedonio está en cada número, porque Macedonio ¿qué es? ¿Metafísica, filosofía, literatura, ensayo? Todo junto.
TORO: Porque lo que vemos es que ni en las publicaciones, ni como espíritu de época, se mantuvo este desdibujamiento. Rápidamente las instituciones empezaron a exigir que vuelvan a territorializar.
GERMÁN: Es lo que te decía de la paradoja de la universidad. Por ejemplo, va a pasar algo parecido, quizás, con Internet y con los blogs. Ahí va a pasar algo así, se va a desdibujar todo. Por eso algunos ya se inquietaron. Porque perdés el control. El problema, cuando unos tipos se apropian de la legitimidad del saber, es que dicen «está bien, hacéte el loquito, pero no te legitimamos». Entonces, todo el mundo, y no sólo en Argentina, volvió al siglo XIX. «¿Qué vanguardia ni vanguardia? Hagamos novelas como las novelas de verdad, como las de Balzac o Flaubert».
Entonces el gusto por jugar con la literatura se terminó. Fijáte que lo que se impone es escribir bien. Lamborghini surgió de una cosa explícita… Yo digo en el epílogo, que Aira contesta sin decirlo; yo digo: «¿cómo se puede escribir tan mal?», y pongo «mal» con mayúscula, que podés tomarlo como el mal moral. Pero nosotros nos burlábamos del escribir bien como una cosa escolar. Todos queríamos tener, obviamente, destreza con el lenguaje, pero no queríamos escribir bien en el sentido de «mirá qué frase elegante que hice» o «mirá qué equilibrio frástico increíble».
TORO: Una cosa es poder participar de una ética formal y otra cosa es ser bueno cumpliendo las reglas del género.
GERMÁN: Claro. Yo, personalmente, he leído siempre narradores más que novelistas en el sentido clásico. A mí Céline me parece un gran narrador, pero Céline no es un gran novelista si decís «esta novela, veamos cómo está estructurada».
Es un tipo que sostiene narrando, frase a frase. Henry Miller es otro que sostiene así. Yo me crié con ese tipo de literatura, por un lado. Además, a mí me gusta mucho la filosofía, pero me gusta casi de manera humorística.
Nietzsche dice: «creemos en Dios porque creemos en la gramática», y es una frase muy divertida. Pero me parecía divertida porque es portadora de un cierto escándalo. Por eso es necesario confrontar las cosas con el discurso común, porque en sí mismas no son nada. Eso es interesante cuando se lo escuchás a alguien y eso te suena como una locura: ¿cómo «creemos en Dios porque creemos en la gramática»?
Hay un libro que a mí me parecía genial en la adolescencia que es LA LIBERTAD PRIMERA Y ÚLTIMA de Krishnamurti. A mí me gustaban esos libros que rompían la noción de causalidad. Y ahora, con Lacan, entiendo de qué iba la cosa, porque lo que llamamos la neurosis son causalidades ficticias: «porque mi madre no me quería resulta que yo soy un cretino». No, sos un cretino veremos por qué tipo de goce.
TORO: ¿Qué entenderíamos por flexión literal?
GERMÁN: Yo creo que la metáfora de la flexión está tomada del campo gramatical, de la noción gramatical de flexión. Me parece, porque es algo que elaboramos hablando. Y nosotros queríamos utilizarla como lo que hoy diríamos «acontecimiento», «irrupción». De ruptura del saber establecido. Entonces, es decir no que te aislás, te separás, sino que es una flexión dentro de una cadena en marcha. Y si tomás el discurso social como un discurso en marcha, ¿cómo lográs ahí una desconexión-conexión? Está pensado como en hiatos.
TORO: Como ciertas torsiones.
GERMÁN: Exacto. Una dialéctica, una cosa así. No se podía decir «dialéctica«, entonces «flexión«. Había cosas que nosotros descubríamos. A mí me interesaba, frente a la literatura grande, el gran canon, empezar a batir el parche con lo que yo llamaba, traduciendo la palabra «diáspora«, «la literatura de la dispersión».
Por ahí aparece dicho eso. Entonces, metía bajo la literatura de la dispersión a los autores que consideraba que eran buenos, aunque fueran de casualidad buenos, y que no entraban dentro del canon, por ejemplo, José Agustín de Méjico, que acá ni siquiera lo conocen. Agustín tiene un montón de libros. Tenía un libro que se llama De perfil, que escribió a los 20 años, que era buenísimo. Entonces, le quería dar manija y escribí sobre él. Después, Reinaldo Arenas, de Cuba, con el libro El mundo alucinante. Buscábamos ese tipo de literatura.
TORO: ¿Cómo impactaba esto dentro del mundo intelectual de esa época?
GERMÁN: Era una cosa bastante propiciatoria, porque la gente se atrevía a eso. Y es por eso que lo comparo con los blogs de ahora. Porque la gente se atrevía a escribir algo muy delirante.
Lo que nadie se podía creer era que hubiera una novela de 500 páginas, como las de Vargas Llosa, Conversación en la catedral, ese tipo de cosas. Pero tampoco podías hacer Rayuela: con pedacitos simular una novela gigante. Entonces nosotros dijimos: «bueno, hagamos de los residuos mismos unidades de valor».
Este tipo de cosas no las podés canonizar, porque la velocidad que hay lleva a que las cosas se estatizan muy rápido. ¿Cómo rompés eso? Por eso estamos hablando de una «flexión literal». Por ejemplo, se pone de onda hacer un tipo de literatura, al tercero que la hizo, ya está.
Entonces, uno tiene que hacer una literatura que sepa romperse a sí misma, no que se encariñe con algún tipo de formalidad instituida. Y respecto de Osvaldo Lamborghini, el tipo iba para narrador, como se dice, pero toda esa cosa con el hermano…
Es un gran poeta el hermano. Y el tipo se forzaba a escribir poesía, pero el gran invento de él fue esa cosa rara que armó. Por ejemplo Sebregondi retrocede: eso no es poesía, ni relato, ni nada. Uno no puede decir que es un cuento exactamente, ni una nouvelle. El fiord es un sistema de resonancia raro: «sobre el atigrado colchón». Está todo ahí.
TORO: ¿Y de quiénes se reconoce heredera y padre la flexión literal?
GERMÁN: Yo no sé. Ahí la cosa es muy diferente, porque Lamborghini era un tipo, como se puede leer en el libro que salió ahora, que junto con el hermano quería hacer una cosa que era la proyección universal de cosas muy locales, por ejemplo, el género de la gauchesca. Lo que hizo de manera paródica Estanislao del Campo, hacerlo de otra manera.
Por ejemplo en Odiseo confinado de Leónidas: tomar una figura como la de Odiseo y convertirlo en un preso peronista. Esa era una operación que era muy de Lamborghini. Nosotros no teníamos algo así. Me parece que lo bueno de Literal es que no había una estética común. Por ejemplo, cuando hice Cancha Rayada, Lamborghini andaba con Sebregondi retrocede.
Lamborghini estaba totalmente piantado, y no sabía qué hacer. Yo me lo aguanté un montón de años. Quintín, ese que escribe en Perfil, dice: «el otro Salieri, Germán García», como si yo fuera el Salieri de Lamborghini. Es un tonto: yo me lo aguanté 7 años a Lamborghini. Era un tipo absolutamente imposible. Yo lo tenía un día en mi casa, sentado, llorando, diciendo que no quería salir de ahí, que estaba aterrorizado, porque si salía, iba a matar a alguien.
Era así. Nunca tenía un mango; había que darle guita. Al tipo le gustaba armar quilombo. Vos te hacías amigo de él y lo primero que quería era meterse con tu mujer, cosa que hizo con muchas personas. Mi mujer no podía ser porque lo detestaba. Era así el tipo. Entonces, era bastante insoportable. Pero nosotros nos juntábamos en función de la literatura. No nos metíamos con la vida del otro. Lamborghini no aguantaba este régimen mío.
Un día se va con Paula, una psicoanalista lacaniana que había estudiado en París, a la cual yo lo había mandado de paciente, y la otra, neurótica, lo metió en la cama y se quedó viviendo con ella. A la tercera sesión Lamborghini le dijo «Vení, ricurita», y se quedó a vivir ahí. (Carcajadas).
Por ejemplo, viene Lamborghini una noche con Paula, diciendo que no tenía que publicar Cancha rayada, que ese libro no sirve, que no está a la altura de él. Y yo, que siempre hice lo que se me cantaba en ese punto, le digo: «y a vos, ¿qué carajo te importa lo que yo publico? Yo pongo mi nombre, no pongo el tuyo».
Entonces Lamborghini empezó a hacer una guerra, quería con Zelarayán hacer una alianza para quedarse con la revista. Zelarayán le dice: «pero si la revista la inventó Germán, y la hace él». Yo había inventado el nombre, el formato, la relación con el editor: todo. Al final se calmó. Eso duró hasta el ‘75, pero ya estaba un poco alejado, ya me había cansado de él, porque del ‘68 hasta el ‘75 fueron 7 años.
TORO: Pero más allá de todo esto de Lamborghini, había algo que te seducía también…
GERMÁN: Primero, lo admiraba como escritor. Me parecía un escritor extraordinario. Después que era un tipo muy simpático cuando no estaba así. Era un tipo con muchos problemas personales. Hay muchos tipos de locos. Hay locos que son simpatiquísimos siempre y hay locos que tienen momentos insoportables. Por ahí desaparecía, se metía con algunos «chongos», como dicen los españoles, lo cagaban a trompadas y volvía todo roto como un gato. Tenía ese tipo de cosas. Pero vuelvo a lo propiciatorio. Yo propiciaba muchas cosas, que aparecieran por fuera de lo que ya estaba instalado. Y El fiord no había manera de publicarlo, no había nadie que lo quisiera.
Entonces, había un editor de libros de humor, que era Carlos Marcucci, que sacaba la colección «Los humoristas», y lo convencí de que lo financiara. Y le pusimos «Ediciones Chinatown», un nombre que inventó Lamborghini.
Le pusimos eso, y como era demasiado breve, le hice un epílogo largísimo, para darle más cuerpo al libro. Yo estuve atrás también, junto con Luis Gusmán, de Sebregondi retrocede. Después, Fogwill le publicó Poemas. Eso fue todo lo que publicó en vida. Y no era solamente porque la obra era muy guasa; tenía que ver con el tipo más que con la obra. Era un tipo al que la gente más bien lo atajaba. Incapaz de mantener una relación cordial.
TORO: Entonces El fiord es su carta de presentación al mundo literario.
GERMÁN: Sí, y era un desesperado por la gloria, de esos que creen…
TORO: «Primero publicar, después escribir». Siempre había pensado que había algo de irónico en esa frase. Ahora la tomo más literal.
GERMÁN: Se gastaba la plata en fotocopias… A mí, cuando me publican Nanina, me manda una carta Cortázar, que dice: «Estimado cronopio, voy a sacar una nota en Le Monde…». Una cosa simpática. «¿Y éste por qué me dice cronopio?».
No le contesté. Era un loco. Al tema de la fama no le daba absolutamente pelota. Quizás porque tuve la suerte de sacar un libro y vender, entonces no le daba bola al tema. Pero Lamborghini se gastaba toda la guita en fotocopias. Le mandaba hasta a Sarduy. Después se hicieron amigos de Pezzoni, pero se hicieron amigos de Pezzoni porque Pezzoni tenía poder.
Era un desesperado. Y eso lo había aprendido de Puig. Manuel Puig sabía la fecha de cumpleaños del último desgraciado que hacía reseñas en un diario. Lo llamaba y le decía: «¿cómo te va Alberto no sé cuánto? Así que cumplís 47…». Y el otro le decía: «¡Qué memoria que tenés!». Sobre Lamborghini se empezó a hacer el cuento de que era un escritor marginal. Al argentino le gusta eso, decir que Discépolo era un marginal.
Pero Discépolo comía con Eva Perón. ¿Cómo un marginal va a ser amigo de la primera dama del país? Muere Borges, y dicen: «ese escritor marginal, abandonado en Ginebra». Relativizo mucho a la Argentina… Si a mí me querés correr con la UBA, digo ¿la UBA qué? No tengo eso.
Me dicen: «Tal, que dirige la cátedra de filología», y digo: «¿Después de Raimundo Lida hay filología en la Argentina?». Yo, porque tengo un acceso a la cultura muy dinámico, muy rápido y muy directo, me interesa un tema, voy, busco la información, la ordeno, me pongo a estudiarlo, y al año sé lo que es.
Entonces, no tengo sofisticaciones: El tipo, que con tres años de francés de La Alianza, dice «no se puede leer a Rimbaud en castellano», tendría que demostrar que su lectura, que también es castellana porque se traduce a sí mismo, es mejor, y que él sabe más francés que el tipo que tradujo a Rimbaud. Si no, el Rimbaud que él está leyendo es inferior al que estoy leyendo.
Entonces, no caí en esa trampa. Pavoneo provinciano. «Mansilla era amigo de Baudelaire«. ¿Y qué ? Yo puedo ser amigo de Gardel: ¿eso me hace cantor a mí? Ese tipo de boludeces son muy argentinas. Decían: «la correspondencia entre William James y Macedonio«.
Yo, que a Macedonio lo quiero como si fuera de mi familia, nunca creí que existiera, y no existe. Porque los James eran una familia aristocrática, refinada, y por tanto, súper educada.
Entonces, Macedonio le manda una supuesta investigación, que era una paradoja de la percepción, y James, le mandó dos líneas: «Debería contar mejor su investigación, pero debe continuar…». Macedonio —cómo sería la emoción del pobre— la había plastificado o algo equivalente que había en la época, y la llevaba en el bolsillo. La llevó toda la vida. Ahí empezó el mito.
Porque a mí Macedonio me gusta, le haya escrito a William James o no le haya escrito, y Macedonio me gustaría aunque William James le hubiera dicho «usted es un viejo loco sudamericano», y Macedonio le hubiera contestado «y vos me chupás un huevo». No hubiera importado.
Entonces, digo que no hay tal correspondencia. Nadie me cree. Pero nadie la pudo encontrar nunca. Ahora, ¿por qué hay que inventar esas tonterías? Te digo la verdad: me parece una tontería demencial.
Debe estar conectado para enviar un comentario.