Planeta Freud

Archive for septiembre 2011

«Vida de Lacan», de Jacques-Alain Miller

por Gabriel Meraz

Las anécdotas lacanianas son todas verdaderas, incluso las que son falsas, ya que, en buena doctrina, la verdad se distingue de la exactitud y tiene estructura de ficción.J. A. Miller

Un instante más y la bomba estallaba.
La frase de Guillaume, lingüísta, que a Lacan le gustaba citar.

VidadelacanHay que leer la Vida de Lacan que ha escrito Jacques-Alain Miller.

Publicada en Paris hace un par de semanas (más de 11 mil ejemplares vendidos) y hace unos días en Argentina, hay que leerla para saber cómo va la cosa hoy con la Orientación lacaniana… así con mayúscula, pues se trata, en primer término, de la que así se escribe (y aquí con toda su letra [p. 10]).

No la lea quien busque la contemplación largamente esperada del retrato íntimo, familiar, de la persona de Jacques Lacan (si bien no faltan pinceladas de esta tonalidad: «Lacan tampoco se drogó nunca, ni para probar – se lo pregunté». [p. 34])

Tampoco el que espere encontrar una suerte de antífona a las elaboraciones del Lacan biografiado por Roudinesco.

Nada de eso, o muy poco, se hallará en este librito. Y aún menos, importa que advierta yo estas cosas, si en las primeras 30 páginas Miller se aboca a decirnos, sobre todo, lo que no ha escrito en su Vida de Lacan.

Siendo un opus que apenas rebasa los 43 folios, algunos creerán el rodeo excesivo.

Pero no es mera digresión. (Como se sabe, al genio de la lengua no le faltan tropos para presentar el ser bajo el modo de no serlo).

Luego de evocar la Life de Boswell sobre el Dr. Johnson, así como la tradición escritural (o escribana) floreciente en las «Vidas» de la Antigüedad y el Renacimiento, Miller procede – así leo el último tercio del libro – a ofrecernos no sólo un retrato inédito, sino acaso una nueva figura del retrato: la efigie analítica.

Es que si no es una «Vida» en el estilo antedicho, tampoco se trata, claro está, de chismografía ni de una «psicobiografía» (si bien no falta el escarceo con esta narrativa:

«[Lacan] era del signo de Aries, y la descripción de los que han nacido bajo ese signo, tal como aparece en obras de astrología, le va como un guante» [p. 33].

Acaso con su Vida de Lacan Miller ha inventado – y en pocas páginas, lo que no es poco- un género que excede las lindes de «lo biográfico» para aproximarse – así me atreveré a decirlo – a una suerte de biosignansgrafía, donde el «personaje (léase sujeto representado por un significante (S1) para otro (S2)) biografiado» no puede sino aparecer en fading, operación de escritura cuya elisión barroca descubre un fresco brillante, luminoso, que envuelve la opacidad del sujeto y nos ofrece en relieve la figura del «hombre de deseo, de pulsión incluso, que [Lacan] era» [p. 39].

Ahí se nos revelan – entre otros rasgos – el Lacan de una rispidez tal en su lazo con la Ley que bajaba del auto y se echaba a andar antes que esperar un semáforo en rojo; que miraba en tal forma a un camarero desatento o distraído para inscribir – en la sustitución significante puesta en juego por la pulsión escópica y el aullido (casi a lo Artaud: «¡OOOOhhhh!» [p. 35]) – la existencia inefable y estúpida (la del camarero), comme il faut, en un vector de mutuo reconocimiento hegeliano; el que se sentía incómodo dentro de «los límites prescritos a los humanos por la estética trascendental» [p. 39]; un Lacan que «tenía gusto por lo real» (sic) [p. 27] y que era, en suma, rebelde e insurrecto hasta en sus gestos más cotidianos.

Ansina pues, la foto no podía resultar más lacaniana, ni estar ausente el punctum donde el a minúscula haría refulgir su destello ciego y enceguecedor.

Todo lo cual, huelga decirlo, sí que hace lazo y seduce.

Si hace 80 años Ortega y Gasset situaba «La rebelión de las masas», Jacques-Alain Miller dirige hoy sus esfuerzos – así lo dejó en claro al fundar la U. P. J. L. – a la educación de las masas

Un proyecto que, bien visto, estaba inscrito y anunciado hace 30 años en el slogan del primer boletín de la Cause Freudienne: «Here comes everybody»

Si alguien me preguntara cómo ha de leerse esta Vida de Lacanescrita para la opinión ilustrada (según reza el subtítulo, yo le llamaría: o el arte de sepultar un nombre sin caerse en la tumba), le diría que el propio Miller nos brinda la clave en los últimos párrafos, cuando cita a Leo Strauss (¿cómo lo leo, Leo?) y su célebre ensayo: La persecución y el arte de escribir.

Es decir que estamos ante un opúsculo que es preciso leer entre líneas: «de modo que solo sea oído por aquellos que deben oír.» [p. 43] (¡Oh analistas del mundo (venid), creced y multiplicaos!).

Y sin embargo, Miller escribe: «no puedo dejar de pensar a propósito de él [Lacan] en la Carta a los Corintios «Me he hecho todo para todos, para salvarlos a todos»».

Cito el inicio de la coda final:

«…él [Lacan] era tú. Venía a buscarte allí donde estabas, tú, con tu propio cortejo, séquito, tu equipaje de prejuicios, y tus maletas de ignorancias, y tus pocos residuos de nociones vagamente adquiridas en los bancos de la escuela. Él no veía en su auditorio un Otro ideal, se dirigía a los que estaban ahí, a fin de llevar a ese pequeño pueblo a comprender lo que él había comprendido, ya que esta transmisión formaba parte de su felicidad…» [p. 43]

Después de leer palabras semejantes y en tal tono (digno de una Pastoral), ¿quién podría declinar la invitación a Formar-se o a Formar-Un-Cartel la próxima vez que – en un quartier parisino, una favela brasileira, un barrio marginal cualquiera o un e-mail de cualquier rincón del mundo – se aparezca un representante de la Orientación lacaniana (con frecuencia en su traje de plus-un)?

Sospecho que no-todo(s), pero quizás al-menos-uno.

No puedo más que invitar entonces a la lectura de esta Vida de Lacan.

Léanla (no sin su Strauss bajo el brazo), se hace de un tirón y (en la edición porteña) son 44 páginas.

Verán que, en su naturaleza capicúa, de serpiente engullendo su cola, algo revela esta cifra de lo tramado en el vínculo Miller-Lacan, así como de aquello que – en la enseñanza de cada uno – venía entramado desde antes.

Para el psicoanálisis contemporáneo al menos que, a fin de cuentas, es el que nos debería importar el día de hoy… Isn’t it?

Harpocrates 
Harpócrates

J. A. Miller, Vida de Lacan, Grama Ediciones, Buenos Aires, 2011. Trad. Miquel Bassols y Silvia Tendlarz

Nuestras Imposibilidades

por Marcelo Augusto Pérez
Septiembre / 2011

ImposibilidadesLas noticias, las devotas noticias, llegan con tipografía del New York Times y nos introducen lentamente en una ficción cara a Julio Verne y al mismísimo Ray Bradbury.

Veamos un par de casos: hay un señor Robert Brewick que se autodefine como investigador en lingüística-computacional (pomposo significante del rejuvenecido postmodernismo) que parece estar consagrado a investigar e incluso diseñar artefactos informáticos –es decir: robots– que puedan hacer cosas simples como beber o hablar.

Según él los robots hacen cosas complejas pero no simples. Y, al parecer y según él, hablar es una cosa simple.

El susodicho confiesa, sorpresivamente y con una sensatez un poco extraña de los cráneos de las ciencias cognitivas –que como dice Isidoro Vegh que Dios los tenga en Harvard-, que a las bacterias les va muy bien, sin embargo, sin hablar.

Como suelo decir en mis charlas: las bacterias y los virus fueron los primeros y serán los últimos sobrevivientes: les va más qué bien.

Lo que este señor y todo el empeño de la Ciencia siempre tan obsecuente por forcluir al Sujeto (y por renegar de la Muerte sustentando la omnipotencia) no puede advertir es que el problema que intenta resolver peca, desde su mismísimo alumbramiento, de una paradoja en sí mismo.

Y no es que no lo pueda advertir por un problema meramente teórico; sino porque el fantasma impide captar de hecho lo que el mismo científico se propone resolver: lo que Lacan ha bautizado como la falla epistemosomática, podríamos aquí redefinirlo como la falla epistemorobótica, aclarando que la falla no es del robot sino –más bien- que el robot es la construcción mental a la que el científico intenta identificarse.

La concepción de la idea de estos cráneos lingüísticos-computacionales tiene un problema de estructura.

No advierten:

Primero, que el lenguaje nos toma (que el deseo nos toma), es decir que como expresó Heideggersomos poeta antes que poema”, es decir que Somos-Hablados.

Que el lenguaje no es una herramienta que porta un sujeto como si fuese un tenedor, sino que el sujetoal ser hablado, al ser tomado por el lenguajese constituye como tal y parlotea porque encuentra un goce en ello; no por ninguna necesidad de comunicarse con nadie.

Segundo, que –justamente– por hablar el Sujeto se encuentra estructuralmente dividido; es decir: fallado. Esto es: que el lenguaje nos introduce a una hiancia fundante y que justamente por estar barrado, somos perfectamente imperfectos.

En las palabras de nuestro maestro Freud leído por Lacan: el lenguaje no puede subsumir toda la sexualidad: hay un significante que falta: el Otro está agujereado.

El lenguaje está agujereado y, justamente por eso, el soma –el cacho de carnepuede agujerearse y transformarse en cuerpo. Es decir: los agujeros con que llega el ser biológico a este mundo se transforman en zonas erógenas.

Como vemos, sólo hay agujeros por todas partes. Lejos pues de una completud donde nada se pierde. Y aquí, entonces, la falla: se pretende construir un ser lo más perfecto posible pero que hable.

Si habla es, justamente, porque no es un robot.

Por eso a algunos Niños con ciertas dificultades estructurales del habla se los conocejerga popular siempre tan sabia– como Aparatos.

Hablar implica, ipso facto, perder. Dejar perder, dejar caer: caerse, tropezarse. El tropiezo con lo cual lo Inconsciente nos hizo es lo que con Lacan conocemos como pequeño-objeto-a y es, en sus propias palabras, “el Dasein del sujeto”.

Ese tropiezo lo encontramos clínicamente en un significante por excelencia: el fallido; que, como también ha expresado Lacan, constituye el acto más logrado.

De ahí también que el analista escucha el discurso en tropiezo; de ahí también que el YO del analizante intentará “levantarse” rápido y armarse a la manera robótica.

Esta ceguera estructural de la ciencia que avanza sin cuestionarse por el deseo; es la misma que pretende ahora venir a decirnos que los Delfines (simpáticos mamíferos que siempre han servido para pruebas conductuales; al igual que las ratas) no sólo simbolizan sino que también hablan.

Desde hace mucho tiempo se menciona el tema de la simbolización de estos mamíferos oceánicos. Ya sabemos que como no es lo mismo un signo que un significante, los delfines no simbolizan.

Ningún delfín –ni ningún otro animal ni vegetal– enseña nada a nadie. Sólo transmiten, vía instintual, un saber-de-hecho y de la especie. El delfín no simboliza ni mucho menos habla.

Si por hablar entendemos justamente, fallar. Estos investigadores confunden un poco las cuestiones: como parece ser que el delfín emite ciertos sonidos; ellos dicen que entonces hablan.

Bien: con ese criterio, los ratones, los pájaros y los grillos (y todo animal de esta tierra) hablan, puesto que también emiten sonidos, sonidos que son oídos por sus pares. Pero claro, oír es una cosa y hablar es otra.

Justamente como hablar es fallar; oír, para el sujeto, es también la posibilidad de no oír: es decir, de no responder.

Y los delfines no hablan, oh casualidad, porquecomo todo animal excepto el Hombrelos delfines siempre responden.

Es decir, el animal no tiene ninguna posibilidad de equivocar su respuesta; no tiene ninguna posibilidad de no responder a “la demanda” de su compañero. El animal -al igual que la planta- oye siempre.

En definitiva: el animal es el verdadero robot que se pretende construir; con la sutil diferencia que lo es, si y sólo si, es un animal-logrado; es decir: no neurotizado por la voz del sujeto.

Por tanto: robot que hable es un oxímoron tan loco como su hermano pleonasmo animal perfecto.

Si habla no puede ser perfecto, no puede ser animal, no puede ser robot; más allá –obviamente- de que no hay ningún robot perfecto puesto que ningún artefacto puede engendrar(se) biológicamente ni transmitir esa perfección a sus análogos.

Estas cuestiones teóricas que suelen aparecer por los Nortes continentales; se hermanan con otros menesteres que ya estamos acostumbrados a escuchar de la ciencia positivista ortodoxa.

Para cerrar podríamos recordar algo reciente que el lector podrá suponer que nada tiene que ver pero que con un pequeño esfuerzo de imaginación entenderá rápidamente porque lo traigo a cuento: la Empresa que ha trabajado sobre el “embarazo” de la señora Florencia Trinidad (más conocida en nuestra vulgata criolla como Florencia de la V) ha decidido realizar una serie de Tests previos a la madre biológica portadora de los gemelos para comprobar –es decir, garantizarque dicha mujer no tendrá ningún compromiso afectivo conciente con los dos embriones que gesta en su útero.

Bien: esto no es ficción; esto no es el Reino-del-Revés.

Suponer que una batería de Test garantizará el (des)compromiso afectivo de una madre con su prole –y el consecuente no arrepentimiento de su acción-; no es sólo renegar de lo Inconsciente: eso –en todo caso- no sería un problema ya que cada sujeto tiene el derecho de oponerse y de creer en lo que quiera.

La sutil calamidad –creo- se apoya ya no en una cuestión epistémica, sino en suponer que esos indicios van a garantizar un ser lo más cercano a un robot.

¿Se advierte dónde está todo el núcleo de nuestro narcis(is)mo renegador de la Muerte?

Hace días un analizante me confesó: “siempre digo que no hay nada más egoísta que traer un hijo a este mundo”.

Sí: cierto. Pero quizás el analizante no pudo advertir –fantasma mediante– que hay algo más egoísta aún: desearlo sin fallas.

Cuando nuestro narcis(is)mo se transforma en egoísmo, solemos pecar de una voracidad robótica enceguecedora; o como lo hubiese bautizado Jorge Luis Borges, de nuestras piadosas imposibilidades.

El psicoanálisis: ¿Qué lugar en vista de la psicología cognitiva y Forense?

Psi31–08–2011/ En esta nota me alejo, por un momento, los temas vinculados con nuestra práctica forense para transcribir una entrevista en la que Jacques-Alain Miller expone con gran claridad la posición del psicoanálisis frente al cognitivismo.

En nuestra actividad dentro del área de la Psicología Forense utilizamos en forma permanente técnicas psicométricas y proyectivas en la fundamentación de las conclusiones de nuestro dictamen.

Pero los que adherimos a la teoría psicoanalítica no podemos quedarnos sólo en el análisis de la semiología, los resultados de las técnicas de psicodiagnóstico, o una enumeración de síntomas, sino que escuchamos a un sujeto.

¿Cómo explicar el trauma? ¿Cómo explicar la determinación de sus manifestaciones clínicas sin tener en cuenta el concepto de repetición? ¿Cómo explicar la determinación de un síntoma de etiología psicógena sin considerar el concepto de inconsciente? ¿Cómo explicar que a veces la respuesta a un reactivo del MMPI-2 sea un “depende” que no existe? ¿Cómo explicar que en técnicas como el Rorschach hay apercepción?

El psicoanálisis es la única teoría capaz de arrojar luz sobre los determinantes por los que alguien se constituye como neurótico, psicótico o perverso, yendo más allá de la fenomenología y de la pura descripción.

A continuación la entrevista publicada en el sitio de la Asociación Mundial de PsicoanálisisEntrevista a J.A. Miller. por ÉRIC FAVEREAU. Sábado 19 de enero de 2008.

El asunto de la enmienda está cerrado. No hay ningún contencioso después que Bernard Accoyer renunció a su primer texto, que se arriesgaba a definir las diversas psicoterapias. Su preocupación por regular el uso del título de psicoterapeuta fue escuchado por el medio psi, que, desde hace pronto 3 años, es parte interesada en la concertación sobre el decreto de aplicación. Por el contrario, sí, para mí el combate se ha vuelto permanente.

Pero qué combate? 

Freud diagnosticó hace mucho tiempo un «malestar en la civilización”. Estamos mucho más allá: todo el mundo siente que la civilización occidental tiende a volverse francamente invivible.

Esto suscita revueltas, una guerra civil, pero que respeta las formas del debate democrático.

Ciertamente, pero qué guerra?

Hay una guerra ideológica que opone, por un lado, los cuantificadores, los cognitivistas [1], con la su pretensión creciente de regentar la existencia humana en todos sus aspectos, y por otro lado, todos aquellos que no se inclinan ante la cuantificación en todas partes.

El fanatismo de la cifra, no es la ciencia, es su mueca. No hace mucho, la administración, era aún burócratas en la Courteline. De ahora en más, la electrónica pone entre las manos de las burocracias occidentales un poder inmenso de almacenamiento y de tratamiento de la información.

Se ha embriagado con ello, perdieron el sentido común.

Las más afectadas son las de la Unión Europea, herederas de las monarquías. Van hacia la vigilancia generalizada, la cuna a la tumba. Aspiran al control social total. Se prometen remodelar al hombre en lo que tiene de más profundo. No se trata ya sólo de “gobernar los espíritus”, como quería Guizot, ni incluso sugestionables con olas de propaganda masiva.

Desde comienzos del siglo XXI, la burocracia decidió que la salud mental de los pueblos formaba parte de sus atribuciones. Invadió los dominios de la escucha, de las terapias para la palabra, se ocupó de remodelar de pies a cabeza.

En la práctica, esto quiere decir: atacar al psicoanálisis. Tratar de eliminar en provecho de las técnicas de persuasión, las terapias cognitivo comportamentales, que pretenden que sus efectos son cifrables, por tanto científicos.

Es la impostura del cognitivismo. El cognitivismo, es decir la creencia que el hombre es análogo a una máquina que trata la información.

Nos explican que estar enamorado, ocurre cuando nuestra serotonina baja a menos del 40%. Esto se midió en cobayos que aseguran piensa en el ser amado al menos 4 horas por día.

¿El amor loco? Hace subir la dopamina.

Por lo tanto si usted tiene propensión al amor loco, se trata sin duda de que tiene una pequeña falta de ese lado.

Por el contrario, si usted permanece con la misma persona, es porque su tasa de ocitocina, llamada la hormona del amor … En resumen, se retranscriben sus emociones en términos cuantitativos, y el juego está hecho.

Esta cuantificación enloquecida, que es un puro simulacro del discurso científico, se extiende por todas partes. Constituye la felicidad de la administración, la justifica, la alimenta, la incita a recubrir todos los aspectos de la vida.

A lanzarse en el cognitivismo?

¡Oh sí! Es una ideología que mimetiza las ciencias duras. Pero si se ha extendido tan ampliamente, es porque expresa algo muy profundo, una mutación ontológica, una transformación de nuestra relación con el ser. Hoy, no estamos seguros de que algo exista si ese algo no es cifrable. La cifra se ha vuelto la garantía del ser.

El psicoanálisis también descansó sobre la cifra, pero en el sentido del mensaje cifrado. Explota las ambigüedades de la palabra. En este sentido está en el polo opuesto del cognitivismo, a éste le es insoportable.

La evaluación hizo su entrada en la universidad hace 20 años, pero hay un salto cuantitativo con la Agencia de evaluación de la investigación y la enseñanza superior (la aéres).

Es muy reciente: fue creada por la ley del 18 de abril de 2006 e instala el 21 de marzo. Desde 1985, los organismos encargados de la evaluación se han multiplicado, pero los universitarios e investigadores estaban representados en sus direcciones, y habían aprendido a vivir con ello.

Se acabó. Todo ha desaparecido en provecho de una agencia única, “autoridad administrativa independiente” que cubre el territorio nacional. Actúa bajo la autoridad de un consejo bastante raro, el ministerio nombra a los miembros por decreto.

Ningún miembro elegido. Del mismo modo, el “delegado” nacional, responsable de cada disciplina, no emana, de ninguna manera, de la comunidad de los investigadores, es designado por el presidente de la agencia.

El sistema fue concebido por el Pr Jean-Marc Monteil, eminente psicólogo social cognitivista. Está encargado de la misión del gabinete del Primer Ministro, mientras que la Agencia es presidida por el Pr Jean François Dhainaut, especialista en biotecnología.

Delegado nacional para la psicología: el Pr Michel Fayol, sucesor del Pr Monteil en la universidad de Clermont-Ferand, la única de esa talla donde la psicología clínica es rigurosamente amordazada desde hace años.

El Pr. Monteil me explicó sin risa que era por razón de su incompetencia notoria en la materia. aéres es un monstruo burocrático hipercentralizada y particularmente opaco: nada que ver con América. Recuerda más bien a la difunta Unión Soviética.

Pero siempre ha habido un combate entre los clínicos y los cognitivistas

Desde siempre, los clínicos tenían a los estudiantes y los cognitivistas tenían los títulos unversitarios. Lo que cambió, es que hoy los cognitivistas, amparados en su posición administrativa, intentan erradicar a sus competidores.

Y lo conseguirán, excepto si la tutela política reconoce que la unidad de la psicología es de ahora en más un mito. Entonces, se pondrá de un lado al psicoanálisis, la psicología clínica y la psicopatología. Y del otro a la psicología experimental y cognitivista.

Cada dominio con sus competencias propias. A falta de ello, el psicoanálisis desaparecerá muy rápido de la universidad. Es lo que le expliqué a Valérie Pécresse, invitado por ella, y es lo suficientemente inteligente como para no permanecer en la memoria como la Atila del psicoanálisis.

«Vivamos felices, vivamos escondidos», esta era la divisa de los psicoanalistas.

Esto no se sostiene más. Recoger en su terreno sería mortal para el psicoanálisis, pues ya no tiene terreno, simplemente. En resumen, los psicoanalistas no podrían dispensarse de tomar parte del debate público.

No habla de la amenaza de la psiquiatría biológica y del peso preponderante de los medicamentos

El psicoanálisis no es la cientología. El recurso a los psicotrópicos no está proscrito por principio.

Es Knock a la milésima potencia. Un discurso masificante que trata de penetrar en lo más profundo de cada uno, para remodelar el sentido de sus emociones más íntimas. La ministra de Salud tuvo que darse cuenta de que algo no iba porque dio su auspicio a un coloquio que organizo sobre el tema. 

Si tuviera que elegir entre la evaluación y el mercado, preferiría aún el mercado. Para evaluar el departamento de psicoanálisis de París VIII, que es el líder mundial por el psicoanálisis de orientación lacaniana, nos envían algunos desdichados cognitivistas que, ellos, van a remolque de la psicología americana : nos toman por chiflados. Nosotros los consideramos nulos.

Una elucidación, no es una evaluación. No se trata de ubicar valores sobre una escala preestablecida, sino de volver disponible para la sorpresa del acontecimiento singular. El psicoanálisis es algo a medida, no la confección en masa. Dicho esto, en psicoanálisis, se nos juzga cada día por sus resultados, pero no por expertos: sino por los que lo utilizan, por el consumidor.


[DE AMP-Uqbar-TLN N. 371 Número Extraordinaire]

Traducción: Silvia Baudini

 1 – El congitivismo designa una corriente de investigación científica que sostiene la hipótesis de que el pensamiento es un proceso de tratamiento de la información.

 Lic. Germán De Stéfano

– Ex Psicólogo del Hospital Eva Perón (Prof. Dr. Mariano Castex)

– Ex Perito Psicólogo de los Depto. Judiciales de San Isidro y Gral. San Martín. Buenos Aires – Argentina


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